Diario de León

desmantelando santa lucía

La Vasco enseña sus cicatrices

Reducidos a chatarra y escombros el resto de los edificios, sólo el Pozo Aurelio se mantiene en pie de momento. El Pozo Emilio correrá la misma suerte.

marciano/dl

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maría j. muñiz | león

«Cuando hablamos de bocaminas, galerías, pozos o ferrocarriles mineros no nos referimos únicamente a los restos de un gran naufragio. Nos encontramos ante un verdadero documento para el estudio de la Historia, de la Historia con mayúsculas. Estamos ante un patrimonio con personalidad propia derivado de valores históricos, materiales, medioambientales, antropológicos y estéticos. Valores que confieren una personalidad propia al patrimonio minero, y que determinan la necesidad de arbitrar protocolos de actuación para guiar la tarea en el entorno de la mina». La propia Carta del Bierzo del Patrimonio Industrial Minero (2008) reconoce que la conservación de la totalidad «es imposible», pero recomienda seleccionar y catalogar los elementos «más representativos».

Los expertos en patrimonio industrial admiten también que buena parte de esta herencia no merece ser puesta en valor, y recuerdan que el aprecio de los habitantes de la comarca y su deseo de conservarlo es fundamental. En el caso de los pozos de interior de la Hullera Vasco Leonesa ni siquiera la mayoría de los mineros que hasta hace pocos meses se hundían y emergían en las jaulas han querido ser testigos de la desaparición.

Desde el pasado 28 de agosto la piqueta se ha adueñado de la Plaza Santa Lucía, en el monte entre la comarca de Gordón y Orzonaga, donde el cielo abierto es y será ya el único vestigio de actividad minera. Un cielo abierto, ‘la destroza’, que se prepara para asestar el gran bocado que saque al exterior las capas de carbón que hasta hace poco se arañaban desde las galerías aún hoy cubiertas. Sólo en el último año la cota de la mina de exterior ha bajado casi 40 metros; pronto el monte que hasta ahora albergaba los pozos Aurelio del Valle y Eloy Rojo, además de las oficinas, cuartos de aseo y demás instalaciones de la mina, será otra gran sucesión de escalones por los que trepen y desciendan dumpers y máquinas explotando (ya sin los costes de la minería de interior) el enorme patrimonio de mineral que atesora el subsuelo en el que la Hullera Vasco Leonesa comenzó a excavar sus galerías y a plantar sus castilletes hace más de un siglo.

el desliz de la montaña

En realidad el cielo abierto hace ya tiempo que resquebrajó las construcciones de la plaza Santa Lucía. Hace muy pocos años el pozo Aurelio del Valle tuvo que ser reforzado en una tarea nada sencilla. La montaña se desliza sin tregua hacia el boquete abierto por la destroza, y la atalaya que alza visible el emblema de la Vasco en todo el valle se había transformado en una especie de premonitoria torre de Pisa de lo que se venía encima (o por debajo).

Tampoco el edificio de las oficinas se libraba del deslizamiento. Las grietas que desde hace tiempo adornaban sus viejas paredes se habían convertido ya en un grito abierto del precario equilibrio en el que se mantenía el inmueble.

tabliza

Otra cosa es el Pozo Emilio del Valle, ubicado en la parte más alta de la montaña, en Tabliza. Alrededor del castillete que señala el punto desde donde se desarrolló todo el proyecto que pretendía garantizar el futuro de la minería de interior de la Vasco se amontonan hoy, en ordenada sinfonía de chatarra, las vigas metálicas que los obreros de la empresa Radial 21, contratada por la administración concursal para desmantelar el interior, van sacando de los que se consideraron los talleres, galerías y pozos más modernos del país, quizá de Europa. Cuadros eléctricos, traviesas, vigas,... El entramado metálico y de cables que compuso un proyecto puntero en la minería, dispuesto hoy en atropellados montones para ser vendidos al peso. Como chatarra.

La Hullera Vasco Leonesa invirtió en los 25 años anteriores a la declaración del concurso de acreedores que acabó con la liquidación que ahora se ejecuta (a principios de 2015) un total de 465 millones de euros. El proyecto de la Nueva Mina comenzó a ejecutarse a principios de los años 90 y arrancó en 1998. Era el futuro de aquella empresa que inició su andadura pionera en 1889, en los albores del gran sueño del carbón; y que extiende aún sus concesiones en 50 kilómetros cuadrados de la montaña entre Ciñera y Matallana de Torío, desde Villasimpliz al norte del valle de Fenar.

La Nueva Mina preparó a la empresa para un futuro a medio plazo, en el que seguiría explotando una reserva calculada en 50 millones de toneladas de carbón, con algo más de un millar de mineros de plantilla, más todo el empleo inducido. El proyecto estimaba un rendimiento de 2,5 millones de toneladas al año, para no menos de 25 ejercicios. Con el nuevo siglo comenzó la preparación de la explotación de nuevos macizos, para garantizar la actividad durante varias décadas más. Con una producción de un millón de toneladas anuales se garantizaba la actividad al menos hasta 2030. Ahí estaba el Proyecto Competidora, y la enorme capa Pastora.

Las montañas siguen cobijando sus rollizas capas de carbón, aunque ahora tendrán que abrirse en canal para permitir que sean explotadas. A cambio, las tareas en los últimos meses se han ocupado también en la restauración de parte de las escombreras y los taludes, que lucen ya una capa redondeada que en un año se cubrirá de incipiente vegetación.

Si el desmantelamiento de la minería de interior sigue su plan, en pocos meses la corta será el único testigo que quede, junto con el Pozo Ibarra, de lo que durante más de un siglo fue la empresa que marcó la economía y la cultura de una gran comarca del carbón.

De todos los edificios que han cosido la historia minera de la Hullera Vasco Leonesa sólo quedará el Pozo Ibarra, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2011. Obtuvo su protección como «uno de los elementos señeros del conjunto industrial extractivo de carbón en pozo y galería, y representativo de la tipología del castillete en estructura de hierro roblonada con acensor de bajada». La ‘torre Eiffel’ de la montaña central. Tiene una altura de 31,5 metros y un peso de unas 60 toneladas; fue inaugurado en 1930 y estuvo en funcionamiento hasta 1996. Su conservación tampoco ha estado libre de polémica.

Para el resto de las estructuras el derribo es ya un futuro cercano. Seguirán desapareciendo, quién sabe si en también en silencio, las construcciones, al menos las exteriores, de una actividad que ha marcado desde finales del siglo XIX la vida de toda la montaña central leonesa. No sólo la riqueza generada por sus mineros. También sus cines y escuelas, clubes de fútbol y lugares de ocio, sus casas y sus economatos.

Mientras todos ellos buscan una nueva forma de vida, los símbolos exteriores de las minas que les dieron vida sucumben a la piqueta sin que nadie alce la voz. Quizá ni siquiera la mirada..

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