Diario de León

ARQUEOLOGÍA PARA EL MUSEO DE SABERO

En busca del pasado de la Ferrería de San Blas

Patrimonio acometerá excavaciones en la zona donde se asentaban los dos hornos altos y los talleres del complejo para descubrir cómo era la industria siderúrgica en el valle e incorporar sus hallazgos al MSM.

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León

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José Manuel castro | SABERO

Los hornos altos de la Ferrería de San Blas, en Sabero, los primeros en España en utilizar como combustible carbón de cok, volverán a la vida gracias a la intervención prevista por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León.

La Administración autonómica promoverá en los primeros meses de 2019 una excavación arqueológica y puesta en valor de los restos de estos hornos altos, como anunció el director general de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León, Enrique Sáiz, en el encuentro Patrimonio Minero Común, celebrado en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León el pasado mes de octubre.

Los trabajos consistirán en la excavación arqueológica del espacio en el que se asentaban los dos hornos altos con los que contaba la ferrería, así como los talleres de fundición y moldeado. Se espera que, dado que desde que los hornos fueran desmantelados, a finales del siglo XIX, no ha habido ninguna actividad en esta zona, se puedan descubrir sus bases, las de los cubilotes, así como toda la red de canales y tuberías que evacuaban el hierro colado y metían aire dentro de los hornos desde la vecina Casa de Máquinas Soplantes.

Una antigua fotografía muestra los restos de la fábrica. Sobre estas líneas, dos dibujos muestran escenas del funcionamiento de la ferrería y sus hornos. DL.

Sacar a la luz estos restos arqueológicos permitirá conocer cómo era exactamente esta zona de la industria siderúrgica con el fin de una mejor interpretación del conjunto de la Ferrería de San Blas, ya que hasta la fecha la mitad de las instalaciones fabriles —la correspondiente a la zona de fundición— permanecía sin intervención alguna, lo que dejaba a medias el proyecto museístico iniciado hace ahora diez años.

Aunque Enrique Sáiz no adelantó el presupuesto ni los plazos de ejecución, la intervención no parece complicada según los expertos, se podrá ejecutar en pocos meses y su coste alcanzará unas decenas de miles de euros. La idea es que una vez llevada a cabo esta intervención, el espacio se incorpore a la visita al museo, mediante una musealización sencilla en la línea de las efectuadas en entornos similares como los vecinos hornos altos de Quirós, en el Principado de Asturias.

Por su parte, el alcalde de Sabero, Francisco García, se mostró muy satisfecho y agradecido con la iniciativa de la Consejería de Cultura y Turismo, ya que considera que poner en valor esta parte de la Ferrería de San Blas es muy necesario para poder entender el conjunto del complejo industrial y valorar la gran importancia que tiene a nivel nacional e internacional. Además, añadió, servirá para relanzar el museo, dotándole de nuevos e importantes contenidos diez años después de su apertura.

LOS PIES DE LOS GIGANTES

La fábrica de la Palentina-Leonesa, como relata Gabriel Frías, en su libro El trabajo en la Ferrería de San Blas, llegó a contar con dos altos hornos. El primero de ellos se empezó a construir en 1846 y se terminó en 1847. Sus dimensiones exteriores eran de aproximadamente 15 metros de alto por 8,5 de diámetro del macizo. La cuba, convenientemente armada, reposaba sobre una plataforma de planta cuadrada, provista de vanos o nichos abovedados en sus cuatro lados. Su forma interior era troncocónica, con anchura máxima en el vientre, situado en la parte baja, cerca del crisol, y mínima en la boca. Estaba construida interiormente con una doble camisa de ladrillos refractarios, que se aislaban del macizo mediante un relleno de arena también refractaria.

Para acceder a la plataforma de carga de este primer horno desde las casetas de mezclas, situadas al norte de la ferrería, fue necesario realizar un puente de mampostería y ladrillo de 5 arcos de medio punto por el que circulaban las vagonetas cargadas con las materias primas —menas de hierro, coque y castina— necesarias para elaborar la fundición.

Su capacidad máxima de producción diaria llegó a ser, según declaraciones de uno de los propietarios de la ferrería, Miguel de Iglesias, de unos 200 quintales, es decir, de 9.200 kilogramos diarios.

Parece ser que el primer horno quedó inservible en agosto de 1859 por faltarle la camisa interior y otras partes constitutivas fundamentales para su funcionamiento.

Aún más grande

El segundo horno alto se empezó a construir pocos años después de la puesta en marcha de la fábrica, aproximadamente en 1850, pero las diferentes vicisitudes que atravesó la instalación impidieron su pronta terminación y puesta en marcha. No es hasta el año 1859 cuando se finalizan sus obras, y su inauguración por fin se realizó la noche del 10 de enero de 1860 y quedó inmortalizada en el periódico regional El Esla, en su edición del domingo 22 de enero de 1860, en un artículo redactado por el propio administrador local de la fábrica de aquella época, Melitón Ordóñez.

Este horno, ligeramente más grande que su compañero, tenía, según referencia de Miguel de Iglesias, en torno a los 16 metros de altura y ?10,5 metros de anchura. Su base estaba provista de vanos o nichos abovedados en sus cuatro lados, uno de los cuales se conserva en la actualidad tapiado con ladrillo. Encima de él se puede ver todavía una placa de hierro fundido con las iniciales S.P.L. —correspondientes a la Sociedad Palentina-Leonesa—, las cabezas de algún bulón para el zunchado del macizo que rodeaba a la cuba, e incluso dos barras de hierro laminado hincadas en el macizo y que sujetaban la timba en la zona anterior al crisol.

Los restos que se conservan actualmente de los hornos altos de la Ferrería de San Blas corresponden efectivamente a los de este segundo horno y consisten en un muro de contención en piedra, sillería que sirvió y sirve para sujetar el terreno del desmonte, así como parte del puente de carga que se apoya en la base sobre un machón del macizo, que a su vez está compuesto por un arco coronado en su parte superior, con un círculo perfecto conocido popularmente como el huevo.

El extremo superior descansa sobre el antiguo puente de carga, del que se conserva parte del arranque de uno de los arcos de los tres que constituían esta parte del puente, que comunicaba ambos hornos.

La primera colada que arrojó este segundo alto horno fue de 50 a 60 quintales de lingote, volumen que se acerca a los 3.000 kilogramos.

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