La provincia lleva más de 20 años llorando por el ocaso de la minería

Manifestaciones, carreteras cortadas, trenes y camiones con la carga volcada, lámparas en el anochecer de la ciudad, marchas negras peregrinando por carreteras y repostando en pueblos solidarios,... La reconversión minera suma la mayor parte de la historia reivindicativa de la provincia. Hasta un final que está resultando sorprendentemente silencioso. Punto y a parte.

León sangra por el carbón. Incluso cuando los mineros desaparecen inexplicablemente del pulso del resto de las reivindicaciones que le duelen a la provincia. Ahí también se les ha echado de menos.

Mientras, mineras han sido algunas de las principales manifestaciones de la historia reivindicativa de la provincia. Con pico en la celebrada hace 22 años. En noviembre de 1996 más de 35.000 leoneses salieron a las calles para defender el futuro de la minería del carbón; 10.000 se cifraron en 2013 reclamando posibilidades de supervivencia para el sector. Hubo más. Muchas más.

Desde las sucesivas marchas negras para regar de reivindicación las carreteras hasta inundar Madrid a las últimas protestas de lámparas mineras por las calles de la capital. León siempre ha respaldado a la minería, pero no ha sido suficiente para asentar los pilares de su supervivencia en el nuevo marco energético.

La política de descarbonización exige abandonar los combustibles fósiles, y en España ha optado por comenzar por el carbón autóctono, renunciando incluso a la posibilidad de mantener una reserva estratégica de la única fuente de generación propia y gestionable.

En las cuencas de Villablino, Bierzo y Norte de León quedan aún reservas de hulla y antracita que suman, según los cálculos del Instituto Geológico y Minero de españa, más de 1.300 millones de toneladas. Más del 40% del total de las reservas del país. Quedarán enterradas. El futuro no quiere carbón.