Diario de León

VILLAFELIZ DE BABIA

Un mes y medio de okupa en los soportales de la iglesia

La convivencia entre los vecinos y el sin techo se ha complicado

El habitante de los soportales tapa su cara tras una caja ante la visita de Diario de León. FERNANDO OTERO

El habitante de los soportales tapa su cara tras una caja ante la visita de Diario de León. FERNANDO OTERO

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A. DOMINGO | VILLAFELIZ DE bABIA
León

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No es el primero que aprovecha el resguardo de los soportales de la parroquia de San Feliz de Babia —término municipal de San Emiliano— para pasar las noches a su abrigo. Cuentan que en otro tiempo, «los estañadores, que arreglaban cacharros» se instalaban en el mismo lugar e «incluso encendían fuego» con el que calentarse y ayudarse en su labor, «pero luego lo dejaban todo limpio». Sin embargo, la llegada, muchos años después, del último de los inquilinos del pórtico se ha convertido en un problema de convivencia.

Se trata de un hombre de unos 34 años, dicen los vecinos, natural de un pueblo del sur de la provincia, que se instaló en la entrada de la iglesia el pasado 26 de abril. La solidaridad de quienes vieron su estado de necesidad llevó a algunos a facilitarle alimentos, pero la relación entre el okupa de la parroquia y los escasos vecinos de la localidad se ha enrarecido y, en la actualidad, los hay que le tienen miedo.

«Dice que los porches de la iglesias se hicieron para los pobres y de ahí no le mueve nadie», relataba una vecina que, al principio, «le llevaba de comer, pero ahora ya no». El alcalde de San Emiliano, Basilio Barriada, aseguraba ayer que el habitante de la iglesia «desecha la ayuda» que le han ofrecido desde el Ayuntamiento, los servicios sociales y desde la Iglesia. «Le han visitado la trabajadora social y el diácono» que ayuda en la atención espiritual de las parroquias de la zona, sin que haya decidido seguir las indicaciones que le han facilitado para mejorar su situación.

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«El Ayuntamiento ha puesto los hechos en conocimiento de la Fiscalía y de la Subdelegación del Gobierno en León y me consta que la Junta Vecinal de San Feliz va a seguir el mismo camino si no lo ha hecho ya», apuntó Barriada, que reseñó la falta de higiene del nuevo vecino y del lugar que ahora ocupa. «Con cierta gente, especialmente con las mujeres, es violento en su forma de hablar», añadió el regidor. Tanto es así que la agentes de la Guardia Civil del puesto de San Emiliano visitan el pueblo «incluso dos veces al día».

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La Guardia Civil presta especial atención al caso. FERNANDO OTERO PERANDONES

El vecino de los soportales se hizo notar a su llegada al pueblo «por los gritos» que profería en determinadas ocasiones, desde una iglesia situada en uno de los puntos más altos. Dicen en Villafeliz que llegó a la localidad caminando. Contó que trabajó en Madrid «en una pizzería y en Seur. Que antes vivió en Ponferrada en una furgoneta durante un año —otros aseguran que se trataba de una autocaravana—, hasta que unos gitanos le dieron una paliza».

Cuando la relación aún no era tensa, uno de los panaderos que atiende el pueblo le proveía gratuitamente de pan. A este le entregó más tarde una lista de productos que pretendía que se le facilitaran, en la que incluía el lugar donde adquirirlos. La relación incluye incluso tabaco de una determinada marca.

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LOS CARTELES

Desde que los vecinos dejaron de llevarle comida «busca en los contenedores de basura» de distintos pueblos. «Aquí encontrará poco, porque las sobras de comida se las echamos a los animales», apuntaron. Sorprende la velocidad que imprime a su paso, apuntan, además de su delgadez, que siempre cubre su cabeza con una capucha y el cartel que ha colgado en la valla de la iglesia —«No somos familia», se lee— y otro que ha puesto sobre la leñera de una vivienda —«Violencia de género y terrorismo»—.

Aunque el diácono encargado del templo declinó mantener una entrevista con este periódico, no parece que la Diócesis de León esté por ordenar el desalojo de esta personas sin hogar, a la que «le ha ofrecido que acuda a Cáritas».

Tratar de hablar con el okupa fue inútil. Tras pasar la mañana de ayer durmiendo, pasado el mediodía se incorporó en el rincón que le sirve de catre. Refugiado tras una caja con la que ocultaba su rostro, permaneció en silencio ante las preguntas que se le formularon».

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