Diario de León
Publicado por
Martín Martínez
León

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Querido hermano: Se nos fue agosto del que nos sobraron días; por aquello de contar con los veraneantes, en los últimos años, las ferias y fiestas de Astorga se han hecho más movibles, sin que se tenga en cuenta la tradición de la última semana; así que, en numerosas ocasiones, se encaballan con las de La Bañeza y este año, a pesar del estiramiento y cirugía festera, la última semana quedó en blanco. El balance, sin embargo y a pesar de los despistes lógicos por ser primerizos algunos concejales, creo que ha sido positivo. Otros no opinan así, pero ya sabes que todo es cuestión de gustos y cristales coloreados. De forma que hemos cerrado el mes con tiempo para la lectura que, a veces, se convierte en cabreo. Te diré. La puñetera costumbre de leer cuanto se publica sobre Astorga y su comarca me llevó a adquirir la recopilación que un tal García Egocheaga -de amplio y denso currículo- tituló Minorías malditas ; parece un remedo de aquellos Pueblos malditos de Miner Otamendi; y mejor no lo hubiera adquirido, pero hay vicios como el fumar. Por supuesto, no podía faltar la minoría maragata con apoyatura en todos los tópicos que, de tanto repetirse son ya tradicionales, y llegan a convertirse en dogma de fe. Y como sin querer la cosa, el pueblo maragato va tergiversándose y adquiriendo unas características bien impropias del mismo. El tal Egocheaga ha llegado a más, hermano. Mezcla churras con merinas y aunque, a veces, quiere disociar al maragato, al arriero, de los demás habitantes de la Somoza, acaba metiéndolos a todos en el mismo saco, en un totum revolutum de padre y muy señor mío; todos los tópicos tienen cabida en las 36 páginas que dedica al asunto y se queda tan ancho. Lo mejor es su descubrimiento, lo nunca visto, el asombro de las Españas; descubrimiento que no podía hacerlo otro que no tuviera apellido vasco. Egocheaga ha descubierto la pólvora y está dispuesto a gastarla en salvas; dice textualmente: «En la Maragatería, hasta hace relativamente poco tiempo, se tocó el txistu». Y para una afirmación tan rotunda, tan categórica, tan incontestable se apoya en «abundantes documentos gráficos que dejan lugar a pocas dudas sobre el particular». Miró libros como Por tierras maragatas o Imágenes Maragatas y este buen vasco certificó como notario avezado: «Si tocan una chifla con la izquierda (se entiende la mano) y el tambor con la derecha no hay duda, son chistularis». ¡Jo, hasta donde ha llegado el RH¡ Y remata la faena como solo puede hacerlo un vasco: «A este señor que aquí se le denomina tamborilero (y lo entrecomilla) en cualquier otro lugar se le hubiera llamado chistulari sin más». Así que ya lo sabes, hermano; Luis Cordero, el señor Aquilino, Rula o Manolo el de Quintanilla, por citar algunos, de tamborileros nada, chistularis cabales con ropajes diferentes, que sabe Dios cuándo los vascones traspasaron a los astures sus habilidades musicales. Lo que pasa que Egocheaga no ha visto, al menos así parece, las fotos de Salamanca, Extremadura, Huelva o algunas partes de Portugal, tierras donde tañen el tamboril con la derecha y sostienen la chifla -o flauta- con la izquierda. Y tampoco se ha percatado, lo cual sí es grave y hace pensar que no ha pisado esta tierra guiado por fotos de antaño, que hoy día el «chistu» sigue siendo, con el tamboril, instrumento principal del folclore maragato. Ya me dirás que hacemos con Antonio, Maxi, Eduardo, Reta, Perandones y tantos otros que siguen la tradición tamborilera, perdón chistulari, de Maragatería. Si no fuera por la rabia que te da ver con qué ligereza se escribe, sería causa de risa, aunque el chiste del chistu da pena.

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