Diario de León
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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Ya se ha iniciado el retorno. Por Navidad se vuelve a casa y Astorga es una pura fiesta. Regresan los estudiantes y este fin de semana, como otros muchos, se está dando buena cuenta de los garbanzos de pico pardal, que el cocido manda como rey en nuestra gastronomía. Entramos ya en fechas de excesos, ya verás. Son fiestas a fecha fija y no como pasa con la del pobre santo Toribio, que nunca he visto otra más movible, al menos desde hace cinco lustros. Supongo que nuestros munícipes han tomado ejemplo del propio obispo que resultó una miaja zascandil, y más si tenemos en cuenta que pisaba estos polvos a mediados del siglo V. Fue Toribio, hermano, un astorgano trotamundos que recorrió buena parte de España, y emulando a la monja Egeria peregrinó a Jerusalen. Dicen los cronicones que, durante cinco años ejerció, en la Ciudad Santa, como custodio de sus valiosas reliquias; si bien a la hora de regresar a su tierra se alzó con buena parte de ellas, como bien sabes; las limosnas no, las dejó allí. Pasó por Constantinopla donde, al parecer, intimó con el emperador Marciano y su esposa Pulqueria a la que regaló la famosa Odiguitría, de la que tanto sabía nuestro llorado cronista don Luis. Pasó por Roma y fue homenajeado por el papa san León con quien, después, se cartearía. Viajero nos salió. Llegado a Astorga aquel diácono andarín es proclamado obispo y fue el comienzo de su calvario particular, a la vez que se convertía en látigo de los priscilianistas que en Astorga tenían mucha ascendencia. En su pontificado, coincidió pasar por aquí aquel Teodorico, el bárbaro que venía asolando territorios desde Mérida; con buenas engañifas convenció a los astorganos que le abrieron las puertas y removió la ciudad hasta sus cimientos y diezmó sus gentes; no contento con esa destrucción cargó con Toribio hasta Tolosa de los francos, junto con su amigo Idacio, obispo de Chaves que coincidió en Astorga y nos dejó testimonio de la barbarie del godo. Regresado Toribio del cautiverio, entre el deán Rogato y cuatro curiales más le hicieron la vida imposible. Así que decidió poner tierra de por medio, se encaminó al alto de San Justo, extendió la vista sobre Astorga, se desprendió de las zapatillas episcopales, sacudió el polvo de las mismas, y se fue vete a saber a donde, que nadie lo ha averiguado. Y corriendo los años, lo proclamaron santo, que bien merecido lo tenía, a la vez que patrono de la ciudad y diócesis. La fecha, el 16 de abril. Desde tiempo inmemorial, como tal día suele caer en Cuaresma, se trasladó la fiesta para el lunes de Quasimodo. Hasta que se implantó la democracia, hace un cuarto de siglo. La romería de San Justo había desaparecido, y se decía que los astorganos aprovechábamos la fiesta para ir a León a gastar nuestros escasos cuartos. De manera que comenzó el mareo del santo, con fechas dispares cada año; ExpoAstorga, o cualquier disculpa, era válida para el cambio. Para el 2004, dicen que lo han asentado para el 14 de mayo, aprovechando el rebufo de san Isidro de los madriles. También en San Justo lo trajeron a mal traer, hasta festejarlo en agosto; y en justo castigo les llovió. Así que, como había llegado la democracia, previo referendum, decidieron adelantarlo un par de días, al sábado de Quasimodo. Y así quedó. Pero en Astorga parece que tenemos en estas cuestiones festivas el culo tan inquieto como el santo lo tuvo en vida. Pues ya ves que santa Marta, de febrero la hemos pasado a agosto. A ver si de este viaje asentamos todos el culo, y la cabeza, y que ese 14 de mayo quede definitivamente para honrar al santo. Que así sea, hermano.

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