Diario de León

| Reportaje | Un hecho cultural |

Los astures regresan a su feudo

Un grupo de vecinos de Astorga y comarca celebran las cuatro fiestas celtas en un intento de recuperar la figura de los míticos pobladores prerromanos del territorio

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Maite Almanza - astorga
León

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Componen dos grupos: los amacos y los fenian -guerreros del mítico héroe irlandés Finn-. Son en total cerca de cuarenta personas, de la ciudad y su comarca, unidas por un objetivo común: consolidar la figura de los astures frente a lo que consideran un excesivo protagonismo de los romanos en los actos lúdicos de la ciudad maragata. Cada tres meses se reúnen para celebrar una fiesta celta, y reivindican la similitud de esta cultura con la prerromana. Todos los encuentros requieren una laboriosa investigación en libros, museos y diversa documentación, según explicó Fernando Barriales, uno de los impulsores de esta iniciativa. El exconcejal leonesista admitió que los encuentros surgieron al abrigo de los afiliados y simpatizantes de la UPL, pero que ya traspasaron estas fronteras para acoger en su seno a personas de muy diversa procedencia e ideología. Hasta la fecha, los componentes de estos grupos han celebrado dos fiestas: la de Samhain o Shamhain, en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, y la de Imbolc en la noche del 31 de enero al 1 de febrero. La primera era una festividad de unión de todos los clanes de la tribu al final del verano. El encuentro consistió en un rito iniciático en honor a la diosa Kandamia, después de una procesión con velas guiada por un sacerdote, en la que los presentes debían pronunciar una oración antes de recibir frutos desecados y vino con hidromiel y sentarse junto al príncipe. La segunda era un rito ligado a la diosa Brigit, coincidente con el inicio de las actividades ganaderas y de siembra. Los asistentes participaron en un ceremonial dirigido por una sacerdotisa que, utilizando un cuerno, realizó una ofrenda con leche de oveja. Cada mujer hubo de depositar también leche en el cuenco ritual y pronunciar una invocación. Después, las féminas ocuparon un lugar alrededor del príncipe y cedieron a su lado un espacio al hombre que desearon. Los grupos celebrarán también la fiesta de Beltane, en la noche del 30 de abril al 1 de mayo. «Era la fiesta del fuego nuevo, en la que los celtas abandonaban el poblado y subían a una colina cercana para provocar calor con troncos de roble, que se incendiaban al ser rocíados con resina de abedul por el druida», explicó Barriales. Por tanto, el ceremonial reproducirá este rito e incluirá la plantación de un mayo. La última fiesta celta será la de Lugh, del 31 de julio al 1 de agosto, que originariamente consistía en una boda celta y se prolongaba quince días, señaló Barriales. Los grupos planean escenificar esponsales en torno a un monolito que sirva de soporte físico al rito. Las fiestas incluyen rituales, cena y diversión, y mezclan actos recuperados de la historia celta con otros que suponen una cierta escenificación teatral. La iniciativa pretende «la reafirmación de un hecho cultural que se había perdido», según Barriales, que matizó que las fiestas están abiertas a la participación de todos los interesados, que pueden contactar con los miembros del grupo. A largo plazo, estos encuentros pretenden reforzar el bando astur de cara a la celebración de las fiestas romanas en verano, y consolidar la existencia de este grupo durante todo el año mediante la puesta en valor de su cultura como complementaria a la romana. Los participantes lucen indumentarias realizadas en su totalidad por personas del grupo, y fruto de la investigación. Trajes, calzado, lanzas, cascos, puñales, adornos o escudos son minuciosamente realizados a mano. Lo mismo sucede con otros útiles como carros o piezas de ambientación, tales como figuras que representan dioses -hechas en gomaespuma-, o las cabezas cortadas que recuerdan a las que sajaban los celtas en sus correrías. También la comida que degustan es resultado de la documentación previa: quesos de cabra, carnes saladas de vaca, alubias con liebre, carnes de cerdo con legumbres, frutos secos, pan de escanda o sidra componen parte de los apetitosos menús. Las vestimentas reflejan diversos estatus y papeles dentro de la sociedad astur: la casta sacerdotal -compuesta por adivinadores, recitadores y sabios o druidas-, el príncipe, el caudillo de la tribu, y los guerreros y civiles de diferentes tribus.

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