Diario de León

| Reportaje | Jornada campestre |

A la orilla de la huerta

La fiesta reunió a más de 1.600 personas, entre vecinos y turistas, que disfrutaron de una gran paellada elaborada con más de 120 kilos de arroz y que dio paso a una tarde llena de actividades

Julio Rodríguez posa sonriente con la placa que le entregó Mansurle

Julio Rodríguez posa sonriente con la placa que le entregó Mansurle

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P.M. Pérez - corresponsal | fresno
León

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Después de Zalamillas, Pajares de los Oteros y Valderas, Fresno de la Vega acoge la cuarta edición de la fiesta de Mansurle. Desde primera hora de la mañana tanto lugareños como visitantes, en total, más de 1.600 personas, llenaron el recinto preparado para la ocasión con la huerta de Fresno de fondo. La mañana comenzó con la cata popular de vinos que contó con la colaboración de la Asociación Calidad Vino Tierra de León y ASEMCO. Los vinos que la gente pudo degustar fueron cedidos por las bodegas Casto Pequeño, Bodega los Oteros y la Cooperativa Vinos Tierra del Cea. Tras la cata gratuita comenzó la misa de campaña que tuvo como tema central la importancia que tiene la colaboración y unión entre los pueblos de la zona. La misa contó con la colaboración de los grupos parroquiales de Fresno. Al acabar la misa tuvo lugar uno de los actos centrales de la fiesta, el homenaje que todos los años prepara la mancomunidad a los mas «veteranos» de la comarca. Este año los homenajeados fueron dos hombres de 99 años, Julio Rodríguez, vecino de Villaquejida y Pedro Valdés, vecino de gordoncillo, que no pudo asistir por problemas de salud. Julio, arropado por su familia, demostró al recibir la placa conmemorativa su buen humor y poder de síntesis con un «muchas gracias, es todo lo que tengo que decir». Tras el homenaje, próximo a la hora de comer, la gente se acercó a probar la paella que desde muy temprano se estaba preparando. Una gigantesca paellera en la que se vertieron más de 200 kilos de carne de cerdo, pollo y conejo, otro tanto de choco, langostinos y cigalas, 50 kilos de verdura y 120 kilos de arroz. Después de comer y descansar, comenzó el baile y los juegos autóctonos y de cartas programados. El tiempo acompañó todo el día y la gente siguió bailando hasta bien entrada la tarde. Parece que aún han quedado ganas para la fiesta del año que viene.

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