Una ciudad de tren y chocolate

La locomotora a vapor Mikado volvió ayer a unir León con Astorga en un nostálgico recorrido que se prolongó durante una hora. Un convoy formado por cinco vagones y con unas trescientas personas en su interior, partió a primera hora de la mañana de la estación de la capital, mientras numerosos ciudadanos despedían a los viajeros desde el andén o las ventanas de sus casas. El tren del recuerdo circuló despacio, arrullado por los pitidos de la vieja locomotora, mientras dos vendedoras de dulces caminaban por los vagones pujando por sus cestos. «¡Mantecadas de Astorga!», gritaban las mujeres, que cubrían su cabello con pañuelos negros y sus faldas con pulcros delantales. Los ocupantes del tren tuvieron la sensación de estar viviendo otra época, en la que vendedoras como las de ayer ofrecían a gritos estos dulces entre los usuarios del tren como medio de vida, actividad que aún se mantiene aunque de modo residual. Pero en esta ocasión la estampa era sólo una recreación, y las vendedoras regalaban mantecadas, y chocolatinas, a los afortunados con los que se encontraban. La iniciativa, denominada Tren del Chocolate, formaba parte del programa de actos del Salón Internacional del Chocolate de Astorga (Sica) 2007, y facilitó la llegada de un amplio grupo de leoneses hasta la muestra. Cada viajero traía consigo una bolsa -incluida en los seis euros del precio del billete- preparada por la organización, que contenía una gorra, un lapicero, un portanotas, un pase gratuito para el museo del Chocolate de la ciudad y un vale para degustar, en los establecimientos colaboradores, un chocolate con una mantecada. Era el dulce complemento a un viaje inolvidable.