Diario de León

CARTA TE ESCRIBO | MARTÍN MARTÍNEZ

De pico pardal

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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: De moda se ha puesto este garbanzo, una de cuyas cunas se encuentra en los barriales de Valdeviejas. Es ese garbanzo casi enano que tiene su zona germinal como si fuera el pico del pájaro más bribón y descarado que en el mundo ha sido, llamado gorrión. En el pueblo también se le dice trigalero , porque en llegando la madurez de este cereal asienta sus reales en la sementera y desafía, con ganancia, todos los métodos persuasivos. Recuerda, si no, aquel artefacto que en La Granja de la Eragudina, donde había predios experimentales, largaba unos disparos intermitentes para alejarlos. Los dos primeros días el revuelo era notable de lo cual éramos testigos desde el paseo estudiantil de la muralla. Al tercer día, levantaban el vuelo cuatro, y en los sucesivos seguían en su depredación espiguera como si tal cosa. O sea, que ni caso; el campo de trigo era suyo.

Su descaro llegaba a límites insospechados en los inviernos nevados; se buscaban entrada libre para arrebatar los granos de cebada en el pesebre de los bueyes; bien es cierto que tal descaro también lo pagaban caro; muchos de ellos acababan en la cazuela, que los tiempos de postguerra no estaban para tirar cohetes gastronómicos. Una docena de pájaros hacía un suculento plato acompañando a unos puñados de arroz, o un guiso en cuya salsa se bañaban aquellos zoquetes de pan engañando, muchas veces, el estómago protestón de la rapazada.

El descaro del gorrión, hermano, parece más descaro si se le dice pardal, que muchas personas reciben, al menos recibían, este apelativo, por su desenvoltura, su perspicacia y su truhanería. Y ese piquito de oro se lo prestó el pardal al garbanzo más sabroso, jugoso y mantecoso que te puedas echar al gaznate. Bien adobado con el morro, oreja, lacón, pata, el colesterético tocino y demás aditamentos no tiene parangón en un cocido maragato hecho con todas las bendiciones que en esta tierra saben darle. Su sabor y textura inigualable se nota cuando, con la punta de la lengua, lo estrujas en el paladar y te transmite todo el aroma que lleva en él.

Pues en Valdeviejas, hermano, andan en el empeño de conseguir su recuperación que fama tuvo en su tiempo esta humilde legumbre quitahambres; una indicación geográfica, algo que distinga ese pico pardal del vulgar garbanzo, insulso y pronto a despellejarse con la cochura; garbanzo este criado en regadíos, sin sabor y huérfano de unas características especiales que dan al paladar sensaciones extrasensoriales.

Andan enredados, digo, en este trance la junta vecinal de Valdeviejas, un par de jóvenes agricultores de San Román de la Vega que apuestan por lo tradicional y que este año han sembrado media docena de hectáreas, y la Universidad de León que se ha comprometido a llevar a cabo el estudio científico en su parcelita. Los de San Román ponen el trabajo y el riesgo; la junta vecinal las parcelas y la ULE el saber y la investigación para, entre todos, buscarle las vueltas a ese pequeño engendro que es el garbanzo de pico pardal . Los de San Román sembraron como Dios manda: «Por san Marcos, el garbanzal ni nacido ni por sembrar». Pero el barrial ya sabes cómo es; necesita agua de primavera; ahora esperan que la Virgen de Castrotierra ponga de su parte la lluvia porque si no todo se irá al garete. Como esperan el apoyo de Montañas del Teleno; y de la hostelería maragata, que comensales haylos. Y si los surcos no se tuercen, en un par de años, alcanzar las 20, quizás las 30 hectáreas. Y la ULE que encuentre, como se dice ahora, otros nichos de cultivo, otros campos, que también los hay, donde el pico pardal pueda anidar.

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