Diario de León

Rosino, herido en un escape anterior: "Hay muchas similitudes entre los dos accidentes"

Trabajó en ese macizo el año anterior, hasta que tuvo un accidente el 15 de mayo de 2012 en el macizo 7º

Un momento de la declaración de Alfredo Fernández García. DL

Un momento de la declaración de Alfredo Fernández García. DL

León

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El juicio oral por la muerte de seis mineros en el Pozo Emilio del Valle el 18 de octubre de 2013 continúa hoy en el Juzgado de lo Penal 2 de León. Siguen prestando declaración los testigos llamados por las acusaciones. 

Hoy están citados a declarar Alfredo Álvarez Fernández, Alfredo Fernández García, Sergio Alonso Fernández, Manuel Ángel de Castro Domínguez y José Manuel Rosino Larranz.

Las declaraciones de los testigos de las acusaciones comenzaron la pasada semana, y han prestado declaración hasta ayer 21 personas . Además de los cinco de hoy tendrán que acudir a los juzgados otras ocho personas de parte de las acusaciones. 

13.31

Se da por concluida la declaración de De Castro Domínguez y las declaraciones de hoy. 

13.03

Comienza la declaración de José Manuel Rosino Larranz. Trabajaba en la Vasco como picador sutirador, en la fecha del accidente en el macizo 9º. 

Trabajó en ese macizo el año anterior, hasta que tuvo un accidente el 15 de mayo de 2012 en el macizo 7º, planta 6ª. Cuenta que notaron una inundación de polvo, "luego vino un aire fuerte, y una explosión que nos arrastró a los tres compañeros". El golpe le rajó el casco y recibió un fuerte golpe en la cabeza. Perdió el conocimiento y cuando despertó no tenía luz. "No sabía si avanzaba hacia el taller o hacia la calle, hasta que oí a mis compañeros, que me esperaron y salieron al travesal. Entonces nos pusimos el autorrescatador y salimos de la galería y ya nos esperaba el tren para salir". Le dieron 20 puntos en la cabeza. 

A raíz de ese accidente un delegado de minas les tomó una pequeña declaración. "Justo cuando salimos nos llamaron el capataz (Toribio) y Eliseo para que les contáramos antes de enviarnos al hospitalillo, lo que nos molestó". Y les prometieron no volver a enviarles a ese macizo.

Recuerda que al igual que en el momento del accidente de 2013 cuando ocurrió su accidente también había averías y paradas de ventilación. "Hubo bastantes similitudes entre los dos accidentes". Y los compañeros "comentaban cuando salíamos de trabajar que había problemas y aquello estaba muy mal. Pero al final la gente entra y hace su trabajo. Los responsables de seguridad no somos nosotros". 

Señala que cuando tuvo su accidente las explotaciones se suspendieron, pero poco después "hubo una huelga y estuvimos cosa de tres meses". Por lo que la suspensión fue general en la empresa. 

Sabe por los compañeros que hubo otras explosiones pocos días después de su accidente en 2012, aunque no tiene noticia de cómo fueron. 

A preguntas de las defensas reconoce que tras el accidente solicitó no volver al macizo 7º, y así se cumplió. Mantuvo las funciones y el sueldo de su puesto anterior. Le cuestionan también que hable de similitud entre los dos accidentes cuando en el caso de su accidente hubo una explosión, por un ventilador neumático averiado; mientras que el accidente que ahora se juzga fue un desprendimiento instantáneo sin explosión. 

Y no sabe si durante su baja los compañeros dejaron de trabajar "porque estaban en huelga o porque estaban en ERE". Ni sabe contestar si se prohibieron desde ese momento los ventiladores neumáticos, ni si se ampliaron las galerías y se colocaron señales luminosas para marcar la salida.

No sabe si las Disposiciones Internas de Seguridad de ese macizo eran iguales a las de los otros. Ni tampoco que Santa Lucía era de segunda categoría y el Pozo Emilio de tercera, lo que implica mayores medidas de seguridad. Aunque "no lo he estudiado". 

Y explica también que en el accidente que sufrió en 2012 no era previsible, "por eso salimos andando tranquilamente". Aunque el de 2013 "era mucho más previsible que el anterior". Y que en su accidente no hubo juicio ni "salió en ningún sitio. Se trató como si fuera algo normal, aunque no lo fue. Pero no ejercimos ninguna acción, ni mis compañeros ni yo". 

 

12.23

Comienza la declaración Manuel Ángel de Castro Domínguez.. Era barrenista de rampla en la planta 6ª del macizo 7º. Trabajaba en el tercer relevo (de la noche). En el taller de la 6ª estaban casi acabando. Señala que cuando se inició la explotación había bóveda, antes de hundirse, como en todas las explotaciones, hasta que conectaba con los minados superiores. 

Señala que "todos los días comentábamos lo que pasaba en la rampla de la 7ª, se sabía lo que pasaba. Los problemas que estaba dando y lo que tardaba en hundir, porque la rampla llevaba muchas calles avanzadas, había menos llave respecto a las plantas de arriba y no acababa de hundir, la bóveda era cada vez más grande". 

También los compañeros decían que tenían problemas con el gas, que subía todos los días del 1,5 al 2%. Unos problemas que no había en la planta 6ª. 

Estuvo en los talleres de la 4ª, la 5ª y la 6ª. En todas se produjo bóveda y quedaba para la parte de atrás del taller. "Empezaron la rampla bien, pero el carbón era muy duro y la inquietud aumentaba, porque no daba la sensación de que iba bien. Aumentaba el temor a que pasara algo". 

El 13 de diciembre declaró ante la autoridad minera y figura que durante unos días trabajó en la planta 7ª, lo que asegura que no es correcto. Tampoco le dieron nuevas instrucciones específicas para trabajar en el macizo 7º, ni a los compañeros de la planta 7ª. 

Dice que le contaron los compañeros (según declaró ante el juez) que esa noche tuvieron que salir tres veces al travesal porque se oía que se estaba resquebrajando algo. "Eso también lo hablamos posteriormente, salieron varias veces porque había restallidos de la rampla".

De Castro era barrenista de la llave, y llevaba en la empresa desde 1996. Señala a preguntas de las defensas que el reglamento sobre actuaciones cuando subía el grisú se mantuvo siempre a rajatabla: paraban al 1,5% y salían por encima del 2%. Aunque señala que en una mina, aunque sea de tercera categoría, no es normal que el gas "pegara tantos petardazos, tantos golpes". Que era lo que decían los mineros. Aunque supone que los metanómetros fijos recogerían esos incrementos de grisú. 

No hablaba con su vigilante de plantilla de lo que ocurría en la planta 7ª. Dice que le parece mucho que se avanzara 9 calles sin hundir en la planta 7ª, pero no recuerda si, como dice el abogado, en las plantas 4ª, 5ª y 6ª, donde trabajó desde el principio se hundió en la décima; y en las otras aún más avanzado. Contesta que no se acuerda, y que "son cosas que intento olvidar". 

El barrenista es primo de uno de los fallecidos (Manuel Antonio Moure). Y señala que supone que todo el carbón del macizo tenga las mismas características. Desconoce las características de la ventilación. 

Se da por finalizada la declaración.

11.21

Comienza su declaración Sergio Alonso Fernández. Era auxiliar de topografía en el momento del accidente. 

La autoridad minera le requirió que se aportara un plano que manifestaba el error topográfico que se detectó en la planta 7ª. 

Le exhiben un plano que recoge la galería que estaba mal diseñada, y la que consideran que era real. Reconoce que estaba desviada, pero no recuerda los datos. La galería inició su explotación con un plano erróneo, que se subsanó el 21 de octubre cuando la galería estaba terminada y el taller en marcha. 

La acusación le pregunta si entonces los trabajadores tenían una referencia errónea del lugar en el que se encontraban. "Puede ser, sí". Pero no tiene constancia de que se produjera discusión alguna por haber tenido que replantear la explotación. Señala que él no recabó los datos, "me los pasaron y yo los dibujé". 

El viernes entró a medir la explotación y habló con Alfredo Fernández (el testigo anterior) que le dijo que se fuera porque aquello no pintaba bien. Aunque a preguntas de las defensas no puede explicar cómo se encontró a Alfredo en el macizo 7º y le advirtió del peligro cuando el ayudante estaba trabajando esos días en la planta 9ª.

El ayudante de topógrafo no recuerda si la capa que buscaban tenía un buzamiento más acusado que las otras de la explotación.

No puede decir con certeza si el plano que le muestran se hizo antes o después del accidente. Ni otro que incorpora el informe de uno de los peritos, no sabe si lo hicieron ellos. 

Explica a las defensas que los errores pueden producirse porque ponen puntos, pero "la mina aprieta, y se pueden mover". No recuerda quién les dijo que el plano estaba mal, si fue el ingeniero José Eliseo Solís. Ni recuerda quién o cuándo se modificó.

Y señala que no hay ningún responsable de topografía imputado en el caso.

Termina su declaración.  

11.00

Indica también que "el rescate fue un caos total", y que el plantilla le dijo que entrara a buscar a las víctimas. "Es muy complicado bajar a una persona sin conocimiento por las escaleras del pozo". Y se emociona al recordar el rescate. 

Añade que si no se obedecían las órdenes había represalias , sobre todo cambios de destino que implicaban ganar menos. "Eso funcionaba así, sabían como hacer daño". A preguntas de la defensa señala que conoce todos los órganos de seguridad que había en la empresa, pero que había un obstáculo para comunicarse con ellos: "El miedo a las represalias". Llama a las visitas del comité de seguridad "el paripé de los jueves". Y que él también sufrió represalias. "Mi último año estuve limpiando parva a 27 euros, eso era una represalia". 

No sabe decir por qué nadie le citó en el rescate, ni le llamó la autoridad minera, ni nadie de los que ha testificado le sitúa en el lugar del rescate. Ni tampoco por qué nadie habló en todo el procedimiento de la reunión que manifiesta el ayudante en la que Conejo les dijo que lo que se decía en un vídeo del accidente no era verdad.

Reconoce que no tiene una opinión muy buena de los sindicatos. Aunque no que tenga enemistad hacia la empresa. 

Fiinaliza su declaración.

10.40

Comienza la declaración de Alfredo Fernández García. Era ayudante de picador en el macizo 9º, en la planta 5ª Oeste. 

Antes estuvo trabajando en el taller de la 7ª, desde el inicio hasta una semana antes del accidente. Declara que sí había subidas de gas, "en cuanto se empezó a sutirar empezó a salir gas". Había más gas que en otras explotaciones. También señala que había bóveda y aún así se ordenaba que se siguiera sutirando. 

Manifiesta que fue testigo de una conversación en la que Cabello le dijo a Martínez Rico que había bóveda, y este último le dijo que siguiera sutirando. Pero Cabello no obedeció y cerró. 

El día del accidente acudió a rescatar a las víctimas. Vio a Viñayo "con los ojos en blanco", también Cabello. Estaban haciendo la respiración asistida a Tella (José Luis Arias). Se puso el autorrescatador, en aire limpio. Entró a sacar a Pérez, el vigilante. No tuve lesiones por acudir al rescate, aunque sí mucho dolor de cabeza por la tarde y acudió al médico, aunque no precisó baja. 

Señala que Carlos Conejo les explicó que David Toribio sabía todo lo que pasaba en la explotación porque "él era los ojos del capataz". Y que "en la Vasco siempre primaba la producción a la seguridad". Asegura que los vigilantes estaban en los talleres, pero tenían más plantas asignadas. 

"No nos dieron ninguna información adicional en este macizo, yo me he enterado que era muy grisuoso por el juicio". Tenían temor porque había mucho gas, pero lo habían normalizado. "Todo el mundo sabía lo que había, pero íbamos porque hay que pagar la hipoteca".

 

10.00

Comienza la declaración de Alfredo Álvarez Fernández. Era barrenista de la llave en la planta 7º del macizo 7º. Coincidía en el relevo con Estanislao Fernández y Juan Jesús Colmenero. En la noche anterior al accidente se ausentó sobre la una de la mañana porque vio que había un peligro inminente. "Allí había problemas desde el principio". 

Tenían temor a que "en el momento que hundiese había problemas", y que se escucharon "golpes de gas". El vigilante de explotación era Daniel Cañón´, que no se encontraba en el taller porque tenía más galerías a su cargo.

Señala que comentaban que no era normal el nivel de gas en esa planta; el barrenista había trabajado en todas las plantas del Pozo Emilio, e indica que en todas ellas había problemas con el gas. Aunque en este caso la bóveda no hundía. 

El día 28 vio cómo estaba la situación en el taller y se fue de allí. Señala que estando trabajando se llegaba a los niveles permitidos,, porque luego salían. "Pero había mucho gas". Se lo comunicaba al vigilante que tenía, pero "justo ese día lo cambiaron". Aquella noche no llegaron a salir del taller por picos de gas. 

Entregó la baja a la compañía al día siguiente, antes del accidente. Sabía que no se hundía la bóveda porque no se mantenía la verticalidad con la explotación de arriba.

Pidió la baja por una lesión que había tenido el viernes, pensaba aguantar toda la jornada del lunes, pero visto el panorama se marchó antes. Las defensas le preguntan si había estado ese año 154 días de baja, y si era una lesión recurrente, pero no recuerda cuántos días estuvo. 

A preguntas de la jueza señala que alcanzaban picos de gas de 2,5% y más, aunque en la zona donde se encontraban la ventilación los bajaba enseguida. Por eso no salieron a pesar de la DIS que así lo establece. 

Finaliza su declaración

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