Diario de León

opinión | el ojo del papón

Miércoles Santo, una ciudad callada

Publicado por
Jorge Revenga
León

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Aunque parezca mentira, la Semana ya en su ecuador, no ha hecho más que comenzar. Nos levantaremos aún con los ecos del indulto y desearemos, como agua de mayo (mejor no, no vaya a ser el demonio), que llegue la tarde en la que, ya todos pensando en los cuatro días que nos esperan, estaremos desde las aceras celebrando los que van ser los momentos más grandes del calendario papón.

Es probable que ya nadie dude que León es ciudad de Semana Santa pero para alguno que quizás no lo comparta, invitémosle a los actos del miércoles que anhelan, casi todo ellos, enamorarnos con su silencio.

La primera e imprescindible cita la tendremos en los capuchinos a las ocho y media de la tarde. Desde un templo iluminado y silente, tendremos que sentarnos en un banco y esperar la salida del cautivo de Medinaceli (Asorey) junto con el Cristo de los Toreros, el de la Expiración (Irurozki). Veremos estampas rescatadas de un tiempo remoto pero, sobre todo, nos emocionarán -"y sorprenderán-" los sonidos de las matracas, de las tabletas con las que los hermanos del silencio ordenan sus actos, la esquila que anuncia el inicio del cortejo (cinco toques, como las llagas del Maestro), el sonido de unos pies que rasean sobre el mármol de San Francisco el Real y las horquetas que marcan el ritmo de una oración que comenzará tan pronto se asomen a la calle. Recuperaremos la semana santa más auténtica, la que huye de oropeles y espectáculos grandiosos. Nos sobrecogerá el paso de unos anónimos crucíferos que no sabremos ubicar demasiado bien en el siglo XXI. Y así nos ocurrirá durante todo el recorrido. La procesión se acercará a la plaza Circular para cantar una salve y es muy probable que se cruce con la procesión de la Amargura que en esos momentos -"cerca de Santo Domingo-" está en la calle. No importa. Imperará el silencio, se lo aseguro. Y el rezo de un Credo de los Apóstoles que ya es una de las bandas sonoras más recordadas del miércoles. Veremos dos limosneros rescatados de los tiempos más remotos, pidiendo -"en silencio, por supuesto-" una ayuda para alguna causa solidaria. Y así, este puñado de hermanos de la túnica morada y cíngulo blanco con cinco nudos, volverán a asombrar por su forma de hacer semana santa. Si alguien no pudiera asistir a la salida, puede percibir las mismas sensaciones que estoy narrando, a la llegada de la procesión nuevamente a San Francisco. Pero no se queden fuera. Entren en la iglesia y olvídense de todo. Allí se oirán los ecos del Perdona a tu pueblo-¦

A las ocho de la tarde, sale de Santa Marina una pequeña procesión de mujeres que organiza la Cofradía de la Agonía de Nuestro Señor y que este año ha acortado recorrido obviando el paso por la plaza de Santo Domingo. Felicito a las hermanas. Este cortejo debe a mi juicio verse en las calles estrechas. Su Titular, obra de José Ajenjo, es de los pocos Cristos en el imaginería española que llevan el madero transversal de la cruz sobre los hombros. Sobre las nueve y media de la noche, el coro Antonio Valbuena recibirá esta pequeña procesión en San Isidoro.

También a las ocho de la tarde y desde el patio del Colegio de los Franciscanos, arranca la Procesión de la Virgen de la Amargura organizada por Minerva, quien nos llevará estampas de la semana más clásica. Tres obras del leonés Manuel Bécquer, una de ellas, Nuestro Padre Jesús de la Humillación y la Paciencia, recientemente remodelada-", junto con el Lignum Crucis, el Crucificado que se desenclavada antiguamente (s. XVI), una Piedad de Olot y la Virgen que da nombre al cortejo, la de la Amargura, o de la Paloma (s. XVII), nos acercarán semana santa leonesa en estado puro.

A las once de la noche, San Francisco de la Vega y su cofradía del Perdón celebran un Vía Crucis Popular por las calles del barrio acompañados del Grupo Andadura que pone voz a esta forma de oración que acompañará al Cristo de la Esperanza arropado por sus parroquianos.

Cuando el día pierde su nombre, a las doce en punto de la noche, otro acto envuelto en un sobrecogedor silencio nos llevará por las calles al Cristo de los Balderas (copia de Amado Fernández del de Gregorio Fernández, s. XVII), abrazado por unos pocos hermanos. La Cofradía de las Siete Palabras con riguroso voto de silencio -"que se toma en el interior del templo, antes de la salida procesional-" volverá a llevar a la ciudad bellas estampas, nos facilitará tomar unas instantáneas memorables, nos emocionará con su forma de hacer semana santa. Este año, además, el cambio de recorrido nos llevará por las Cercas y aunque no pasen por una plaza del Grano que seguro llorará por la ausencia, la Virgen del Mercado recibirá una ofrenda floral de madrugada (sobre la 1,45). De vuelta a casa, escuchar La Madrugá en San Marcelo es probablemente la mejor forma de acabar el día (sobre las 2,30).

También a las doce de la noche, la Cofradía del Desenclavo recorrerá el barrio de Santa Marina alumbrando con antorchas su caminar. La Ronda Lírico Pasional Luis Pastrana -"único acto de estas características-" llevará la poesía, la historia y los silencios por el barrio de las Altas Torres. Quien les está narrando esta crónica es este año el mantenedor, proponiendo un recorrido que conjugará historia de la semana santa leonesa, contemplación de monumentos y poesía. Su título: Sueños de piedra y verso. Si lo desean, a buen seguro que la Cofradía de la túnica púrpura los recibirá con los brazos abiertos.

Si se lo proponen, pueden participar -"si quiera sea por momentos-" en todos o casi todos los actos. Pero tampoco es necesario hacer apuestas. Cada año, cada primavera, se repiten por lo que, antes o después, podrán disfrutar de esa tarde y de esa noche de Miércoles Santo en la que León, lo quiera o no, estará callada, muda, sin querer romper su promesa de silencio.

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