Diario de León

PAPÓN DE ACERA

Un lunes muy leonés

Ponferrada

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Hoy es uno de esos días de pasión militante. No es ni Domingo de Ramos ni Viernes Santo. Es un día de labor, en el que la gente trabaja. Pero es un gran día de procesiones. Y es que el pueblo de León se echa a la calle.

Cuando este sol primaveral vaya cayendo, a las ocho de la tarde, una vez más, el Nazareno más nazareno, esa pieza única de la Semana Santa internacional, esa mirada que conmueve hasta al que no cree, volverá a salir de su casa de Santa Nonia.

Este año, es un momento más esperado que nunca, por lo ocurrido el último Viernes Santo de 2011, cuando la lluvia dejó en la capilla a la única imagen de León que ha desfilado ante un Papa.

Una vez más, ese manto negro de las cofradías históricas se desplegará desde Santa Nonia hasta el viejo León, ese escenario irrepetible que tiene la Semana Santa de la capital, para bajar luego por la Calle Ancha y Santo Domingo camino de nuevo de la salida. Y con Nuestro Padre Jesús Nazareno (siglo XVII), otras dos tallas emblemáticas: Una también titular, Nuestra Señora de las Angustias (siglo XVI) y la querida Piedad de la Real de Minerva y Vera Cruz (siglo XVIII). Por algo la procesión se llama de la Pasión. Pasión por León.

Es un cortejo que tiene mil y una miradas. Yo, particularmente, les invito a verlo pasar en las calles más estrechas del Barrio Húmedo, en medio de un gentío que se agolpa y se emociona. En ese Húmedo de limonadas y gente por todas partes.

La tarde nos lleva poco después, a las 20,45, a la puerta de San Marcelo. Allí se abrirá paso la procesión del Rosario de la Pasión, que acerca a la capital tallas de diferentes puntos de la provincia. Imágenes del León de la Montaña y el Páramo que puja sus humildes pasos como los más valiosos del mundo.

Y de San Marcelo, mientras el Rosario de la Pasión se adentra en ése otro emblema de León que es el barrio de Santa Marina, a la plaza del Grano, donde tendrá lugar el Vía Crucis de la cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención.

La Redención tiene una virtud. Es savia nueva que ama las tradiciones. Ama lo profundamente leonés, y nada como esa plaza de Santa María del Camino para expresar el legado de siglos. Esos cantos rodados que recuerdan otras formas de vivir y soñar, y que son el escenario perfecto para el rezo solemne de las catorce estaciones.

Empezará a caer la noche, y la Solemne Adoración Procesional de las Llagas de Cristo saldrá de las Concepcionistas, al poco de ver pasar a los hermanos de las cofradías negras de la procesión de la Pasión. La noche de bandas, de cornetas y tambores, se tornará silencio. Los cofrades del Santo Sepulcro Esperanza de la Vida ultimarán en el interior del convento la procesión. Y en esa mirada, la parihuela con el Cristo titular, iluminado por los quinqués, dejará paso al maestre de la cofradía para pedir permiso a la madre abadesa, que dirá: «Cúmplase así, si es la voluntad de Dios Padre Todopoderoso». Un tambor ronco marcará el ritmo de la procesión, sólo roto, al regreso, por un besapié.

La noche del Lunes Santo es así. Capaz de romper el silencio con la música de las bandas y sobrecoger con el paso firme de una Semana Santa que sólo ha hecho que comenzar.

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