Diario de León

PAPONA DE ACERA

Allí donde hay indulgencia

León

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El perdón se escenifica ahora donde antes se concedía. En la puerta magna de la Catedral. Que magnánimo es quien perdona y quien acepta el perdón. Es voluntad. Y olvido. No hay mayor penitencia.

Tiene historia. El perdón y el lugar donde se administra. Tan viejo como la humanidad. El perdón. El lugar, casi, pues la Catedral fue idea, dicen, desde que en su mente la pensara un rey con reino y calle en León, Ordoño II. Bueno, no así, como es ahora. La Catedral. Pero tampoco el perdón lo es. Gracia, indulgencia, redención, justicia.

Lo daban en el fuste. Donde con vara se sitúan hoy abad y seises del Perdón, y con bastón de mando alcalde y munícipes. No lleva báculo el obispo, pues este perdón divino es muy humano. Tanto que sólo es si lo concede el Consejo de Ministros. Indulto se llama.

Y humano era el que se concedía allí, en la pilastra que rescataron de la otra catedral, la románica, que se conserva sólo en los legajos, allí donde se frecuentaban asambleas y el pueblo, cuentan, hasta intervenía, en el Locus Apellationis, donde se reunían concejos y se legalizaban contratos, donde se celebraban juicios de apelación o de alzada, donde la sentencia, sin posible casación, que nunca gustaron las rupturas en los templos, era promulgada por cuatro jueces, en nombre del rey, los nobles, la Iglesia y el pueblo, por ese mismo orden, con arreglo, y arreglos, al Fuero Juzgo y al Fuero de León, pionero, 48 preceptos que regían en la ciudad con validez en todo el Reino, sí, el de León, sancionados por Alfonso el V aunque dicen que con consentimiento, y lo que significa, de la Curia plena reunida en pleno en León.

Pues en ese mismo lugar se cumplirá la tradición hoy y el Perdón dará perdón, doble este año, Gobierno mediante, a dos presos arrepentidos, en presencia del poder, la Iglesia y el pueblo. Nobleza.

Luego, la cofradía marrón, la que ha nacido y pervivido en el barrio ferroviario que ya no cruza vía alguna, regresará a la Vega, que fue extrarradio y ahora prolongación de Ordoño, la calle del rey.

Para entonces, ya estarán en la calle, si no llueve, las tres Madres, que no hay quién perdone más, de la ancestral cofradía de Angustias, las tres Vírgenes de la hermandad más antigua, la que se alimenta con la savia nueva de papones y paponas, la única de las ‘negras’ en la que están ellas. Y Ellas, la de las Lágrimas, la de Angustias y la Soledad, recorrerán el Ensanche y la ciudad vieja seguidas por miles de capillos.

Antes de que lleguen de nuevo a Santa Nonia, el Cristo franciscano, el de la Expiración, el que custodian los capuchinos y el Silencio, el que es devoción de León, habrá sido bajado y adorado. En su casa , en la iglesia de San Francisco. El santo de la indulgencia.

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