Diario de León

El Monasterio de la Concepción de León

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León

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ALFONSO GARCÍA

A l margen del sentido religioso que tiene cualquier convento o monasterio, éste de la Concepción -”«el verdadero convento leonés», según afirmación con raíces-” significa algo esencialmente emblemático respecto a la presencia, tan puntual y reiterativa, que en nuestra ciudad tienen los Condes de Luna y el Camino de Santiago.

Considerando el primer aspecto, hay que recordar que fue doña Leonor de Quiñones, hija de los primeros Condes de Luna, quien lo fundó en 1516, aunque no sea fecha aceptada con absoluta unanimidad. Leonor de Quiñones, eufemísticamente caracterizada como mujer «escasa de belleza» -”fea a conciencia, diríamos en el lenguaje llano de esta tierra-”, según puede comprobarse en el cuadro que preside el locutorio, aprovechó uno de los palacios que la familia poseía en la ciudad para asentar las bases del monasterio. Quizá sea esta la razón, entre otras, de esa hermosa portada gótica; y de ese alero del corredor que vemos sobre la portada, con pinturas mudéjares sobre tabla; o de esas delicadas y misteriosas celosías que lo rematan, zona hoy deshabitada en el convento. Escudos de Lunas y Quiñones -”que ofrecían siempre a la madre abadesa buen pecunio-” testifican con frecuencia su origen.

Aunque en sus primeros tiempos -”época de máximo esplendor-” las monjas que ingresaban en este convento eran mujeres de mucha dote, también lo hicieron doncellas pobres, ingreso para ellas posible gracias a los sobrantes de las limosnas del santuario de la Virgen del Camino, hecho que perduró hasta el reinado de Fernando VII. Las obligaciones que esto creó, tema muy atractivo y aún sin estudiar/divulgar, nos ponen en contacto con la estrecha vinculación que este Convento de la Concepción tuvo con el Camino de Santiago.

Como es sabido, la calle de la Rúa era la salida de la ciudad para los peregrinos que caminaban hacia Compostela. Pues bien, de esos sobrantes a que aludimos debía ofrecer el convento una limosna a cuantos peregrinos pasaban por aquí, costumbre u obligación que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX. El peregrino, por su parte, había de rezar o cantar, individual o colectivamente, una Salve ante la virgen que hay sobre la entrada de la iglesia. Dicen que esta defensa y amor hacia la Inmaculada fue el origen de una de las costumbres -”hoy tradición-” más antiguas conservadas en León: cada 8 de diciembre, sin interrupción desde 1656, el Ayuntamiento de la ciudad visita a la Comunidad, después de la misa conventual, y le ofrece una cantidad como ayuda para la cera. Esa vitalidad inicial fue igualmente la causa de la expansión fundacional. De aquí salieron las monjas que hicieron posibles los conventos de Ponferrada, Villafranca, Zamora y Toro.

Múltiples riquezas

Dicen que lo próximo es lo desconocido. Es fácil. Es fácil, incluso, que, por ello, muchos leoneses apenas hayan reparado en el valor histórico y artístico de este convento. Al lado del hermoso artesonado del locutorio, aquí se conserva también un interesante cáliz del siglo XVI, donación de doña Juana de Quiñones, sobrina de la fundadora; una cruz procesional de fecha ligeramente posterior a la primera, y de idéntico origen, dado el mucho oro y plata que recibió de su familia, doña Juana, profesa en este convento; una custodia neogótica, del siglo XIX; la iglesia, de una sola nave, abierta exclusivamente al público domingos y festivos, ofrece a la contemplación un bello retablo barroco; antes en la verja de separación de la clausura, ahora en el retablo, está el excelente crucifijo de la «Cruz quemada», procedente del desaparecido monasterio de San Claudio. Qué les voy a descubrir si les digo que otras muchas piezas, en ese expolio tan característico de nuestra tierra, se encuentran en diversos y lejanos museos. No dejen de contemplar en el Arqueológico Provincial la curiosa chimenea morisca que allí se conserva.

Con estas breves anotaciones es fácil deducir que el convento perfila un paisaje histórico atractivo en estos últimos cinco siglos del acontecer leonés. Y lo perfila precisamente en el contexto de un rincón, de una calle, de unas confluencias que fueron, y son, historia viva de la ciudad.

En la actualidad de ese contexto, ¿qué significa hoy el convento de las Concepcionistas? Yo diría, para acabar, que tres cosas importantes:

Primero. Un centro de estudio sobre el monacato femenino. Así ocurrió en 1989, cuando, con motivo del V Centenario de la Orden, se celebró un importante Congreso Internacional cuyos estudios aparecieron un año más tarde en dos bien nutridos volúmenes. En 1992 se celebró otro, recordando entonces los quinientos años de la muerte de su fundadora.

Segundo. Hay hoy una intensa búsqueda de herbolarios y gastronomía en los conventos, como si de un preciado tesoro se tratase. Aunque aquí hay mucha documentación sin investigar, sí que existen muestras de uno y otra. Hasta hace poco eran muchos los leoneses que llamaban a sus puertas para solicitar «hierbas de rompepiedra», tan buenas para el riñón y que siguen cultivando en esa huerta que acaba en las murallas de Independencia. Desde la austeridad del yantar monástico, conservan, después de los siglos, la tan leonesa tradición de los buñuelos para la Cena del Jueves Santo y las riquísimas orejuelas del Carnaval. ¿No ocurriría con estas delicias de la repostería casera que fuesen tan apetecidas como aquellos bizcochos de las monjas de Carrizo que apasionaron a Felipe II hasta el extremo de hacer venir desde la Corte semanalmente a por ellos?

Y tercero. Pero, sobre todo, aquí viven, dedicadas a la tradicional y profunda regla del «ora et labora», once monjas, una novicia. Se mantienen elaborando las formas para el culto, abasteciendo a la ciudad y parte de la provincia. El resto del día se completa con su entrega a la vida contemplativa. «La espiritualidad -“afirman-” sigue superando y condicionando la estricta concepción externa de nuestra historia».

[Para los curiosos que quieran conocer más detenidamente este rincón , El Convento de la Inmaculada Concepción de León. Historia, Arte y Vida Monástica , un opúsculo que permitirá un conocimiento más exacto. Remite a más amplias y específicas referencias bibliográficas].

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