Bellísima fábula del misterio de la vida
El alfabeto de los pájaros
Nuria Barrios. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2011. 254 pp.
Amparada con abundantes referencias elogiosas, previas a la publicación de la obra (entre las que se encuentran las de Ángel Gabilondo y José Bono) se presenta El alfabeto de los pájaros, cuyo lirismo tal vez supere la condición de «fábula», presente en el epígrafe. De entrada hay que apuntar que Nuria Barrios ha dado a la luz una obra excepcional, no tanto por el contenido objetivo cuanto por la forma, literaria y plástica: una serie de signos gráficos, interrogaciones y la O , especialmente, complementan de forma visual las reacciones de Nix, la protagonista de la obra.
Nix (una niña china, adoptada, como Nox, su hermana menor) es una criatura de extraña clarividencia, lo que intensifica su angustia por el dolor del abandono que ha sufrido por parte de su madre natural y el convencimiento de que para ser feliz debe volver a su vientre. Esta obsesión se transforma en múltiples preguntas que su madre actual trata de responder con admirables recursos de imaginación creativa, aspecto decisivo en la elaboración de la obra. Entre estos recursos cobra importancia especial el mundo de los pájaros, aprovechamiento ornitológico de honda belleza por parte de la autora. Paralelo a este mundo creado por la madre, Nix crea un mundo propio, el mundo que le trae la noche, cuyos elementos diversos, guardados en el Armario de las Lenguas, cobran vida en la oscuridad. De ahí que, desde el capítulo III («El armario de las lenguas») hasta el capítulo XI, el final de las experiencias nocturnas de Nix sea el mismo: «Pero en la casa nadie oyó nada, porque todos dormían».
El camino de la felicidad llegará de la mano de la anciana china que regala a la madre de Nix un enigmático reloj de cuco. Lo inesperado del detalle surge por el aprovechamiento que Nuria Barrios hace del ave, que pone sus huevos en un nido ajeno. Esta peculiaridad ornitológica será clave para el desenlace de la obra. Nix encontrará la felicidad, pero su mundo sigue siendo el mismo mundo de sueños. De ahí el desenlace personal y el final de la obra: «Pero en la casa nadie oyó nada porque todos dormían». El final de una obra en la que la imaginación de la autora, sus conocimientos ornitológicos y una sensibilidad literaria exquisita se plasman en una obra de sorprendente belleza.