Diario de León

el territorio del nómada |

Un Machado en León

DURANTE SIETE AÑOS, FRANCISCO MACHADO, HERMANO MENOR DE LOS POETAS Y POETA ÉL MISMO, DIRIGIÓ LA PRISIÓN DE LEÓN, INSTALADA EN PUERTA CASTILLO. SU PRESENCIA ESTIMULÓ LAS VISITAS DE ANTONIO MACHADO, QUE DIERON COMO FRUTO EL SONETO QUE DIBUJA LA CIUDAD ENTRE . ‘CHOPOS DE CANDELA’..

Francisco Machado, con sus hijas

Francisco Machado, con sus hijas

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

Creado:

Actualizado:

Francisco Machado (1884-1950) también tenía afición al verso, pero sobre todo al rimado de canciones, que en su estancia leonesa porfiaba por estrenar en alguno de los salones musicales de la ciudad. Francisco llevaba siete años destinado en la capital del frío, durante los cuales intimó con los jóvenes poetas Victoriano Crémer y Francisco Pérez Herrero. A Crémer incluso lo recibió en prisión a comienzos de 1931, como consecuencia de su participación en un piquete de huelga. Fue un paso por presidio breve y dentro de lo que cabe hospitalario.

AFICIÓN MELÓDICA

Con Pérez Herrero compartía, además, la pretensión melódica y juntos o en solitario fueron estrenando algunas de sus canciones en El Paraíso de Trobajo. Nunca consiguieron que las interpretaran las orquestas de la Calle Ancha o de la Paloma, donde estaban los salones más acreditados. Ya lejos de León, durante la guerra en Valencia, Francisco Machado evocará el reloj de la cárcel en un poema que empieza así: Hay una luz redonda/en la plaza desierta;/el reloj de la cárcel/ con su campana vieja./Sus tañidos al viento/toda la plaza llenan,/cuando suenan las horas/parece que se quejan. El mismo reloj volverá a sonar con más fortuna, años más tarde, en versos memorables de Blas de Otero.

RELACIÓN CON CRÉMER

La estancia leonesa de Francisco Machado, entre 1924 y 1931, estimuló las visitas de Antonio, que también era su padrino de boda, atraído por diferentes celebraciones familiares. Su hija Leonor Machado evoca aquel tiempo y la presencia con los suyos de un joven Crémer: «Yo tenía unos cinco añitos y mi padre nos daba clases de lengua y de otras asignaturas primarias. En León conoció a un muchacho inteligente y amable, que creo fue su alumno, y al que pronosticó que sería un gran poeta. Se llama Victoriano Crémer. Él hablaba mucho con mi padre y le enseñaba sus poesías».

El recuerdo de Leonor se cruza con la memoria del poeta: «Han transcurrido muchos años y ha pasado mucha agua bajo los puentes, pero del quinto Machado, Francisco, oficial de Prisiones, o mejor dicho, director de la Prisión de León, me acuerdo perfectamente, porque en muchas ocasiones tuve el gusto de conversar con él en las tardes leonesas cuando abandonaba su trabajo y se aposentaba en el bar Azul a merendar. Vivía creo en la misma carcelona, que había sido castillo, con tres hijas que le solían acompañar con frecuencia no sólo por las calles de la ciudad, sino en la misma vacación que se concedía algunas tardes… Todos sabíamos, por confidencias del autor o por filtraciones de amigos, que escribía versos y prosas. Y naturalmente, por su nombre, que no por lo que supiéramos de su obra, disponía de un núcleo de amigos de ocasión que acudían a su tertulia para expresarle –tal era mi caso- la admiración que sentíamos por la obra de sus dos hermanos, Manuel y Antonio Machado».

APÓCRIFO LEONÉS

Aquel vínculo de León con Francisco Machado urdió el censo leonés de Froilán Meneses, uno de los doce líricos responsables del Cancionero apócrifo que Antonio Machado cobija en Los complementarios. Pero sobre todo alumbró el soneto que dibuja los caminos de la ciudad «entre chopos de candela».

Verás la maravilla del camino,/ camino de soñada Compostela/-¡oh monte lila y flavo! -, peregrino,/en un llano, entre chopos de candela./Otoño con dos ríos ha dorado/el cerco del gigante centinela/de piedra y luz, prodigio torreado/que en el azul sin mancha se modela./Verás en la llanura una jauría/de agudos galgos y un señor de caza,/cabalgando a lejana serranía,/vano fantasma de una vieja raza./Debes entrar cuando en la tarde fría/brille un balcón de la desierta plaza.

Trasladado con la república de León a Alicante y Madrid, en la guerra seguirá la senda de su hermano Antonio por Valencia, donde fue director de la cárcel Modelo, y Cataluña a Francia. De allí, regresó a Burgos con su hermano Manuel, a fines de 1939. Una vez depurado, se reincorpora al servicio activo en marzo de 1940. También reanuda su labor literaria, siempre modesta y nada pretenciosa, adosado a Manuel y a sus tertulias. En 1943 publica L eyendas toledanas, un libro muy atento a la rica tradición literaria de la ciudad del Tajo, y deja inédito Ráfagas de inquietud , mientras cultiva los asuntos de su profesión en ensayos sociológicos y de criminología.

A la muerte de Manuel Machado (1874-1947), su viuda Eulalia Cáceres, antes de ingresar como monja de clausura, repartió los papeles de Antonio Machado entre la Diputación de Burgos y Francisco, cuyas herederas se los vendieron a Unicaja. Ambos legados se publicaron en su centenario.

tracking