Diario de León

elías lópez morán

«Paisano con boina detrás de una sebe»

Escritores, etnógrafos y lingüistas intentaron atrapar el carácter leonés en descripciones llenas de ingenio. «Muerde con la boca cerrada» o «son parcos y huidizos si el asunto concierne a viejos conocidos de botica y escalera» son caracterizaciones del leonés citadas de boca o entre párrafos. Las hay para todos los gustos

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Emilio Gancedo
León

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Paisano con boina achusmando detrás de una sebe». Esta definición de leonés, conocida y celebrada, y muy presentada en conversaciones de barra o café en torno a cómo es y a cómo se comporta el habitante de esta tierra, parece buena punta de flecha para comenzar a hablar de la caracterización más o menos literaria del  pais ano  en su acepción de indígena de las comarcas leonesas. Porque, avanzando algo del denominador común acerca de estas pinceladas sobre nosotros mismos, podría decirse que bajo todas o casi todas culebrea un cinismo, una retranca de piedemonte o cabronería cazurra que quizá sea lo que verdaderamente anude todos los valles y riberas de lo que queda del viejo reino. Desconfianza, hosquedad, aspereza, crudísima ironía y excesivo chovinismo que contrasta con una escasa actividad se advierten en este  f eje  de expresiones.

La primera en aparecer es clásica y pese a su antigüedad presenta ya mordaz filo: «No he visto hombres más moridos de amores por su pueblo, y es de manera que donde quiera que se halla un leonés, le parece que la mitad de la conversación en que se halla se debe de justicia a la coronay coróni ca  (crónica) de León. En esto, todos tienen una pega: paréceles a los leoneses que alabar otro pueblo y no a León e s delic to contra la corona real». El editor José Antonio Martínez Reñones advierte que este párrafo , y otros , de  La Pícara Justina  (1605, ¿Francisco de Úbeda) alertan de un rasgo muy cismontano: el de ser «ilusos de glorias ajenas y pasadas». Y es que hay claramente un antes y un después de la pérdida de la independencia leonesa. En los siglos XI y XII todo son loas al reino como las que refieren el Poema de Almería (1147), «la florida caballería de la ciudad León, portando los estandartes, irrumpe como un león./ Ésta ocupa la cima de todo reino hispano» o trovadores occitanos como Guilhem Magret (antes de 1196): «En León encontré la fuente de donde manan variados vestidos/ y oro mezclado con plata,/ y en verano, cuando funde la nieve,/ hay un frescor agradable,/ y hacia Navidad calor,/ y si un villano bebiera en aquella fuente,/ se volvería cortés y considerado». El contraste con la sarcástica Justina es apreciable, y aun con el romancero tardío («castellanos y leoneses/ tienen grandes divisiones/ sobre el partir de las tierras/ y el poner de los mojones/ llamábanse hideputas / hijos de padres traidores»). Lo leonés se escarnece y es sinónimo de gloria perdida. Quizá por eso el hoy orillado autor de novela histórica y costumbrista José González propone en su Cumbre histórica  (1938) «que a los capítulos en donde los niñosde León aprenden la reconquista debe añadirse el tratado ‘reconquista de la historia’, porque la historia está escrita por castellanos, es decir, por enemigos de la historia de León y Asturias».

De viajeros por tierras leonesas podrían espigarse numerosísimos ejemplos, y también de investigadores de la etnografía, la lingüística y el derecho consuetudinario, campos para los que durante tanto tiempo fue lo leonés arca y filón inagotable. En el ensayo  Paisajes, hombres, costumbres y canciones (1929), de León Martín-Granizo, consta esta deliciosa declaración: «Son serios los pueblecitos, tirados en los llanos o acurrucados en los valles, los hombres, las cosas: es serio todo; es serio hasta el reír». Y, como en este, en muchas guías y artículos del pasado cambio de siglo, especialmente en el imprescindible Derecho consuetudinario leonés (1897), hoy tan de actualidad, de Elías López Morán. Y está también la cita del gran antropólogo Julio Caro Baroja, gran conocedor de la entraña de esta tierra, en  Los pueblos del Norte  (1943), pues el sobrino de Julio Baroja incorporó a León sin dudas y con argumentos en el capítulo norteño junto a vascos, cántabros, asturianos y gallegos, y es ya conocida. Pero el investigador Nicolás Bartolomé Pérez aporta otra reflexión del mismo autor, publicada en 1981 en la Revista de la Casa de León en Madrid : «Aunque tenga esa unidad del idioma, aunque tenga esa unidad política vieja, aunque en muchos aspectos el folklore leonés corresponda a un conjunto de lo que es folklore euro-occidental, le da a todo un sello particular, y este sello, a mi juicio, es lo que tiene más valioso». El autor de  Filandón  rememora también otra referencia poco divulgada, esta sobre uno de los autores de referencia en la recuperación de la vieja lengua patrimonial de estas tierras: el asturiano del Occidente —y, por tanto, muy próximo— padre Galo, ‘Fernán Coronas’. En una carta de 1926 pide al periodista Casimiro Cienfuegos: «Ensalza cuanto puedas el lenguaje del viejo reino que llevó todoel peso de la reconquista en sus comienzos; fueron ‘largos en facellas y cortos en contallas’» («vamos, que no nos vendemos como nuestro pasado nos demanda», opina Pérez).

Radiografías sociales

Y por fin, si echamos mano de los creadores literarios, o al menos de algunos que se han preocupado por desmigar en pocos párrafos la personalidad del paisano, son varios los que ‘pintan’ de maravilla al vecino. El autor y editor Joaquín Alegre elige un texto de Luis Mateo «que es toda una radiografía sociológica con olor a cine Mary», aparecido en la joya bibliográfica  León, traza y memoria : «Barandas de medio pelo, con las tiñosas gabardinas que ya un hermano mayor paseó por las mismassendas deOrdoño, bajo los mismos castaños de la Condesa y las mismas callejas del Húmedo. Raquíticos esparabanes, con la pava colgada de la oreja para dejar, siquiera , cinco o seis caladas con que saciar el vicio, momentos antes de volver a casa». Y Andrés Trapiello, en sus voluminosos  Diarios , ofrece agridulces pinceladas de su ciudad: «No se sabe por qué en León las bombillas dan menos luz que en otras partes de España, teniendo tantos saltos de agua. Es siempre una luz amarillenta y hepática y muy deprimente en las calles, en las casas, en los cafés, en las iglesias ( Troppo vero , 2005), recuerda el crítico literario Nicolás Miñambres. O «lo excepcional es que, siendo de León circule entre ambos una corriente de simpatía ( La cosa en sí , 2006).

A su hermano Pedro suele atribuirse la cita que encabeza este reportaje, aunque él se ha preocupado en sus columnas de este periódico por hacer ver que en realidad es de Emiliano Alonso Lombas, padre de quien fuera presidente de la Diputación, pero cierto es que él la divulgó y añadió ese furtivo ‘achusmar’ que siempre oyó en casa. El autor de la  Cornada de lobo  también ha venido guiñando un ojo burlón al cainismo o altivez leonesacon frases como «sírvanse robar, el río se deja y los cazurros aplauden», «el leonés muerde con la boca cerrada» o «el leonés es como el de Bilbao pero sin motivos». Y en un viejo almanaque halló esta exacta destilación del individualismo provincial: «Del mundo, España, de España, León, de León, mi casa, y de mi casa, yo». No se queda atrás Martínez Reñones en referencias que salpimentan artículos y conferencias suyas: «Si habla maravillas de su tierra y pesadillas de sus paisanos… sólo puede ser de León». Y el escritor Miguel Paz recuerda en su blog cómo el también autor Tomás Sánchez Santiago repite que los leoneses son «parcos y huidizos en el saludo, especialmente si el asunto concierne a viejos conocidos de botica o escalera».

Chispazos de ingenio o expresiones que hicieron fortuna y se propagaron por vía oral —buena simiente, en esta tierra, para la creación literaria— abundan en torno a nuestra personalidad, y ejemplo señero es la consignada varias veces por el periodista y  showman  rural Fulgencio Fernández sobre aquellos dos paisanos que en el teleclub miraban llover. Como uno rezongaba, el otro le dijo: «Déjalo, que es bueno que llueva». A lo que el otro respondió, con toda la sorna de que se es capaz en esta tierra ausente de los mapas, tierra sin fronteras que es todo pasado, país bronco y cabrío, corona real forroñosa y desportillada, gentes de mil leches que nunca caminan en la misma dirección: «Si fuera bueno... no caía aquí».

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