Diario de León

poesía

Mi rueda está en lo oscuro

poesías completaS Emily Dickinson Edición bilingüe, traducción de José Luis Rey, Visor, Madrid, 2013. 1528 pp.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Es una magna empresa la traducción de la poesía completa de Emily Dickinson (1830-1886), la poeta americana que compone con Whitman la cima de la poesía occidental de su tiempo. Así lo ha expresado Harold Bloom, que destaca la fuerza cognitiva y la originalidad de la poeta. Sus poemas son regalos de su poderosa inteligencia y de su capacidad para condensar en pocos versos un pensamiento complejo y difícil de desentrañar. Su poesía exige concentración y activa participación, y desde luego un lector lúcido, inquisitivo y sofisticado, como el que precisan poetas posteriores de su misma estela, como Paul Celan y Wallace Stevens, entre otros.

La sublimidad de su poesía se fundamenta, en palabras de Bloom, en «despojar de nombre a nuestras certezas y convertirlas en espacios en blanco», en ofrecer a los lectores «otra manera de ver, casi en la oscuridad». Ese espacio de oscuridad que la poeta intenta desentrañar con la luz de la inteligencia ha tenido también promotores en nuestra lírica, pero pertenecen a otra estirpe que provine, en lo más hondo, de otra tradición, de la experiencia mística, por ejemplo, aunque haya perdido sus connotaciones de sublimidad divina.

Pero volvamos a la poesía de Emily Dickinson, cuyas Poesías completas acaban de aparecer en una edición bilingüe de más de mil quinientas páginas, con traducción del también poeta José Luis Rey, cuya labor se me antoja ardua y penosa, en reclusión no tan notoria como la de la americana, encerrada en su casa, concentrada en el enriquecimiento interior que expresará en una poesía de piezas breves, abrumadoras y póstumas, despojadas de título que pudiera facilitar la entrada hacia el sentido, y colmadas de blancos en forma de guiones. Es la de Dickinson una poesía para el lector que cultive el placer de la inteligencia y la paciencia de la relectura.

Una nueva cuestión se plantea en este punto: la traducción de la poesía. Los elementos conceptuales se vierten a otro idioma sin gran problema; no así los formales. La versión española de la poesía conceptual de Dickinson parece que puede ser, por lo dicho, más efectiva que, por ejemplo, la de Mallarmé. Al lector interesado le queda planteada aquí la cuestión, a la que se añade otra: la viveza cultural de un país como el nuestro que, a pesar de la riqueza de su propia poesía, importa la escrita en otras lenguas, lejos, por lo tanto, de cualquier nacionalismo o provincianismo lírico.

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