Ecos humanos de un arte nuevo

Pocos escritores españoles mantienen un ritmo creativo tan intenso como A. Pérez-Reverte. Próximo aún El tango de la guardia vieja, novela localizada en ambientes y tiempos lejanos, aparece El francotirador paciente. Nada tiene que ver con su producción anterior este mundo de los grafiteros, mitificado por el novelista y portador de un original mensaje respecto al arte moderno. Frente al de las galerías, marchantes y críticos (dueños de la manipulación y el engaño traficando con un arte falso) el de los grafiteros, aparte de su plasticidad, es una concepción vital, una guerra contra el sistema burgués.

Representantes de estos dos mundos son Alejandra Varela, Lex, y Sniper, el misterioso líder de los grafiteros, omnipresente, pero de imposible localización. Lex pretende conseguir que Sniper figure en una edición monumental y exquisita sobre el arte urbano. Para conseguirlo firma un contrato suculento e inicia su búsqueda. Madrid, Lisboa, Verona y Nápoles son los escenarios en los que Lex lleva a cabo su investigación. Investigación que se complica por la presencia de Lorenzo Biscarrúes, financiero obsesionado por vengar la muerte de su hijo, seguidor apasionado de Sniper. La novela se convierte así en una serie de experiencias novedosas vividas en el desconocido submundo mundo de los grafiteros y especialmente en el ámbito personal de Sniper. Todo ello se transforma en situaciones vibrantes que esconden siempre una concepción estética y vital. El dinamismo de las aventuras, unido a la concepción humana de los protagonistas, nunca pierde su interés.

El desenlace resulta inesperado. Lex consigue acceder a Sniper y aunque no acepte figurar en la obra la invita, como prueba de absoluta confianza, a compartir una de las experiencias pictóricas más arriesgadas. Lex conocerá de verdad el mundo de los grafiteros, y el de Sniper y, sobre todo, cumplirá el objetivo íntimo y sobrecogedor que ha guiado sus actos.