Diario de León

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Los carnavales de Bécquer

EL CIERZO DEL MONCAYO LE LIMÓ A GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870) . LA GRANDILOCUENCIA. ROMÁNTICA, QUE DETESTABA. MEDIO SIGLO MÁS TARDE Y RESPIRANDO LOS MISMOS AIRES, MACHADO ACUÑÓ EL APRECIO POR SU POESÍA CLARA Y TRANSPARENTE COMO PALABRA EN EL TIEMPO. divergente

Retrato de Becquer pintado por su hermano

Retrato de Becquer pintado por su hermano

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Hay un lugar, a la vista tutelar del Moncayo, donde el infortunio del poeta aparece vinculado a las máscaras de carnaval. Se llama Noviercas y apenas disimula la raíz latina de su nombre, que significa madrastra. Situado en las estribaciones de la Sierra del Madero, Noviercas destacó durante siglos por su industria textil, que sostenía una nutrida cabaña lanar. Al asomar a la plaza, de la que brotan poderosas las torres de la iglesia y de la fortaleza, se advierte junto al pórtico de piedra consistorial el nuevo museo dedicado a Gustavo Adolfo Bécquer. Pero antes de atender a estos reclamos, es obligado el paso por el rincón de la calle del Moral donde se derrumba poco a poco la casa del poeta.

LA MADRASTRA DEL MONCAYO

Ante sus muros descascarillados, viene a la memoria un relato de Avelino Hernández que evocaba la historia de Neus, una dama misteriosa que llegó un día al pueblo para quedarse el resto de sus días en este rincón que habitaban los duelos del lírico desdichado. Una cadena sujeta la puerta de madera, para impedir la entrada. En el muro se suceden las placas de cerámica con homenajes escolares y gremiales, cuyos mensajes ha mitigado la constancia del cierzo hasta casi borrarlos. Todavía es un lugar triste y ominoso, cuando está a punto de cumplirse el siglo y medio de la tragedia rural que abrumó el último tramo de la breve vida del poeta.

En 1861 se había casado con Casta Esteban, hija del médico que lo trataba de sífilis. Vivían en Madrid, aunque viajaban con frecuencia a Noviercas, a esta casa de los abuelos. Al año de casados, el 9 de mayo de 1862, nació su primer hijo, que tuvo un hermanito tres años más tarde. En Noviercas nació en diciembre de 1868 el tercer hijo, cuando la pareja llevaba tiempo separada. Enseguida la gente del pueblo atizó rumores sobre las andanzas de Casta con El Rubio, un antiguo novio pendenciero llamado Hilarión Borobia que por temporadas se echaba al monte. Acuciado por su hermano Valeriano, que no se llevaba con la cuñada, el poeta tomó a sus dos hijos mayores, Gregorio Gustavo y Jorge Luis, y se fue a Toledo, a rumiar la desdicha.

En sus Rimas aparecen versos que delatan el desgarro de aquel dolor («Cuando me lo contaron sentí el frío / de una hoja de acero en las entrañas») y en su correspondencia sucesiva el testimonio del perdón. Al morir Valeriano, en 1870, Casta marchó a Madrid, a compartir con su marido los tres meses que le quedaban de vida. Luego, de vuelta al pueblo, se casó en 1872 con un recaudador ambulante de impuestos, que fallecería de muerte violenta un año más tarde. Se celebraban los carnavales en Noviercas cuando apareció el Rubio en la fiesta disfrazado con astas de toro en la cabeza y un cartel con el nombre del poeta. Se expulsó al gamberro y salió el recaudador a la calle, donde recibió un balazo. Un año después caía el Rubio en Beratón, durante un robo malogrado por la Guardia Civil. Muere el padre de Casta y su madre se vuelve a casar, cumplidos los 77 años, con el longevo Noya, quien ya nonagenario alcanza a regalar por su boda a Antonio Machado dos rimas inéditas y autógrafas de Bécquer, que el poeta entregará al fuego «en memoria y honor del divino Gustavo Adolfo».

Casta salda en precario los derechos de la obra de Bécquer y emprende una etapa de deterioro creciente. En 1884, publica un libro de cuentos. Morirá un año más tarde y se pierde el rastro de los hijos. Noya le mostró a Machado en 1909 una carta del mayor, fechada en Fez, donde se había establecido como jefe de la caballería de Muley Hafid. En 1932, Julia Bécquer, hija de Valeriano, publica unas memorias familiares. Sólo a la altura de 1991 vería la luz el álbum clandestino Los Borbones en pelota , rescatado por R. Pageard, Lee Fontanella y María Dolores Cabra, en edición del Museo Universal. Reúne una colección de más de cien acuarelas de Valeriano con comentarios de Gustavo Adolfo, que ofrecen un retrato vitriólico del reinado de Isabel II.

EL POETA SIN PÁRPADOS

Un año antes, Pageard había desvelado parte del misterio en Bécquer, leyenda y realidad , una biografía canónica con abundante epistolario. En 2000, la directora de cine Josefina Molina repasa en Los papeles de Bécquer el envés de una vida disimulada por los celajes. Y dos años más tarde, la novelista Lourdes Ventura reconstruye en El poeta sin párpados una secreta historia amorosa urdida con el afrodisíaco de las palabras. En la ficción, Elisa del Castillo comparte los pliegues de una aventura clandestina con aquel poeta «melancólico, bronquítico y verboso como una torrentera». El personaje es un trasunto de aquella Julia Espín (1838-1906), cantante de ópera y sobrina de Rossini, que deslumbró a un Bécquer recién llegado a Madrid, pero sobre todo inspira Julia, rayo de luna (1996), de Ana Rioja. Espín actuó en La Scala de Milán y en los grandes teatros de Europa antes de perder la voz con los fríos rusos. El poeta la obsequió con dos álbumes de dibujos y poemas que ella desveló en 1905, ya viuda de un noble gallego. Los dibujos y los versos los mostró una exposición en 1997 y se conservan en la Biblioteca Nacional. Aunque en el terreno narrativo tampoco faltan reivindicaciones de Casta Esteban, como la que lleva a cabo Pedro José de la Peña en su biografía novelada Ayer, las blancas golondrinas (1997). Cada año, el sueño de libertad de las máscaras evoca las zozobras del poeta.

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