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Santos Juliá disecciona los manifiestos

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Casi se puede decir que con el ‘affaire Dreyfus’ nació el manifiesto. Hombres de letras, abogados, médicos, sabios, científicos y estudiantes engrosaron una larga nómina de personas que firmaban todo un pliego de acusaciones. Para el historiador Santos Juliá, el manifiesto es una suerte de «literatura de combate». Desde principios del siglo XIX hasta nuestros días, se puede estudiar la historia a través de los manifiestos. Es lo que ha hecho Juliá con su libro Los abajo firmantes (Galaxia Gutenberg), que estudia desde la repercusión de la I Guerra Mundial en España hasta el movimiento en defensa de la sanidad pública alumbrado al calor de la reciente crisis y los recortes.

En España hubo que esperar al desastre de 1898 para que hubiera una verdadera eclosión de manifiestos, si bien se trataba de documentos de índole individual. Los lamentos por la decadencia de la patria y los propósitos de regeneración se prodigaron por entonces. La pérdida de Cuba alentó el deseo de acometer reformas.

Cuando muchos dan por muerta la figura del intelectual, Santos Juliá se rebela contra esta convicción. «El papel del intelectual se ha multiplicado y democratizado», asegura el autor, para quien un simple papel rubricado por muchos es un arma poderosa. No en balde, el manifiesto cambió el rumbo de la dictadura de Primo de Rivera y contribuyó a la deslegitimación de ETA gracias al trabajo desempeñado por el Foro de Ermua.

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