Libro de verdades

C ocinero de profesión en Camboya y escritor compulsivo, el malagueño Joaquín Campos, tras Faltan moscas para tanta mierda , reaparece en el sello Renacimiento de la mano de un poemario y una novela que resultan complementarios: ambas son un homenaje al periplo de un gran amor encontrado y perdido, una circunnavegación de la soledad primera a la soledad última, como todos los amores.

Doble ictus está concebida como unas memorias certeras y sin tapujos, y nos presentan el devenir de una relación amorosa desde el primer fuego hasta el último, sin ahorrarnos ni el humo ni las llamaradas ni los restos finales de la hoguera.

Autopsia en vida, escrutinio del legado del querer, autodiván psicológico: todas esas funciones se abrazan en un relato donde abundan los atracones pasionales, las borracheras agudas y los maratones de sexo, hasta el punto de que, pese a la falta de eufemismos de la prosa, parecen escritas con pelos en la lengua. Hasta el final, todo es incendio aquí. Y, tan real, que podría decirse que cualquier parecido con la ficción es mera coincidencia. Pura vida.

El corazón es una vitrina en este libro, la intimidad un local abierto al público veinticuatro horas. Sus páginas nos muestran el auge, decadencia y caída del Imperio Romano humano, que es un amor sobrevenido como un tsunami. Nunca más que aquí la hoja escrita es un espejo de papel, donde se reflejan el caminante, el camino y hasta el espejo, con todos sus altibajos al pie de la letra.

«Siento ser tan explícito», nos dice, sin afán de disculpa, más que la voz narradora, el amante protagonista de esta experiencia convulsa y magnífica. Porque no es fácil escribir tan desnudo pero también porque encontramos destellos de inteligencia desperdigados en cada página. Una Bella del Señor hiperrealista, abierta en canal.