Diario de León

POESÍa

El discurso fértil

OBRA POÉTICA Y CUENTOS Luis Feria Pre-Textos. Madrid, 2015. 744 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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L uis Feria nació en 1927 en Santa Cruz de Tenerife. En 1961 consiguió el entonces prestigioso premio Adonais con su primer libro, Conciencia . El Boscán de poesía lo ganó con el siguiente, Fábulas de octubre . Les seguirían más de una docena de poemarios publicados a lo largo de una vida que concluyó en 1998. Todos ellos, más sus escasos relatos se reúnen en Obra poética y cuentos , volumen copioso y hermosamente editado, aderezado con un prólogo iluminador del profesor Mainer, que, una vez trazada la historia y la suerte de la poesía del tinerfeño, indaga en cada uno de los poemarios para regalar al lector las claves esenciales de lectura.

El tema central de la poesía de Feria, escribe Mainer, es la celebración de la inocencia, al borde de su pérdida, y la conciencia de la vida, aunque cercada por la muerte. Conciencia fue el título ya citado de su primer libro, en el que resuenan las preocupaciones existenciales de la poesía de posguerra, pero con el cuidado de la palabra que manifestó su generación, la del 50.

Pasan por ese primer libro afanes, deseos, hambre de Dios, el tiempo y la muerte, con un sentimiento de querencia por la vida y el temor de su pérdida. El tiempo se? convierte en el tema más acuciante de Feria. Los recuerdos no son recuperación del pasado, sino constatación de que «el tiempo creció dándonos caza». Tras catorce años de silencio, dos títulos menores aluden al tiempo: Calendas y Clepsidra . A ellos les suceden textos fundamentales, como Dinde (1983) y Más que el mar (1986), poemas en prosa, de retorno a la infancia vista como «presente y nada más, mediodía del ser», con escenas, figuras, amigos, el aprendizaje gratificante del niño. Pero una vez más, lo irrecuperable: «Niño ayer, tus pasos se han perdido», dirá en Arras (1996), donde los poemas se reducen casi al límite. Pero si tuviera que destacar algún libro, citaría Salutaciones (1985) y Casa común (1991): el humor, lo familiar, con apelaciones a la olla, el tenedor, la gallina y la escoba; poemas renovadores y desenfadados; exploración de otras vías, con la greguería al fondo; en mí crean afinidades con los ‘sansirolés’ de nuestro Agustín Delgado; originales, ingeniosos y garbosos; añadamos el erotismo explícito y lleno de guiños y recovecos formales en otros poemas finales y tendremos el mapa de una poética móvil, varia y plural que apela al lector así: «Si después de leerlo sientes sed / es que el discurso es fértil».

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