Diario de León

Réquiem de Vargas Llosa por la cultura

l El Nobel publica ‘Cinco esquinas’, alegato contra la prensa mercenaria. Detesto salir en el ‘Hola’ y adoro estar en ‘La Pléiade’» dice el premio Nobel al presentar ’Cinco esquinas’ , un alegato contra la prensa mercenaria y una cruda radiografía del poder omnímodo y corrupto de Fujimori

Vargas Llosa delante de un retrato de Isabel Preysler

Vargas Llosa delante de un retrato de Isabel Preysler

Publicado por
miguel lorenci
León

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C orren tiempos infames para el periodismo y la cultura. Tanto, que quizá ambos estén tocados de muerte. Así lo cree, y lo lamenta, Mario Vargas Llosa (Arequipa,1936), premio Nobel y Cervantes que entonó su particular réquiem por un oficio que ama «y al que debo mucho» pero que juzga «banalizado y trivializado». Fue al presentar su nueva novela, Cinco esquinas (Alfaguara), un apasionado y lúcido alegato contra le periodismo amarillo y facineroso. También una radiografía de los últimas boqueadas de la cruel dictadura de Fujimori en un Perú sacudido por terrores de todo signo. Y una defensa de las pasiones vitales «del sexo como una tabla de salvación cuando impera la violencia y el terror».

A punto de cumplir 80 años, el mejor y más vital Vargas Llosa vuelve con una novela potente. El amor le desafió, aceptó el reto, y está además en una nueva fase de su vida. Pero su peripecia emocional y personal al lado de Isabel Preysler se superpone a la literaria. La presentación de su novela en la Casa de América de Madrid parecía más propia de una estrella del rock que de un escritor. Y bien que incomoda a un Vargas Llosa que se dice disgustado por pasar de las portadas de los suplementos literarios a la revistas del corazón y que soporta con desagrado el acoso de la prensa rosa.

«No me gusta salir en la portada del Hola » aclara sin perder la cortesía pero reconociendo que la revista es «un fenómeno único en el mundo». Por contra «adoro estar en ‘La Pléiade’ y cuando supe que me incluirían fue el día más feliz de mi vida como escritor». «Me conmovió mucho más que recibir el Nobel» reconoce encantado de figurar en la legendaria colección de clásicos, contando como la difunta Carmen Balcells le entregó en su última cena juntos la carta del editor Antoine Gallimard con la buena nueva. «Nada puede entusiasmar más al afrancesado que soy desde joven, al temprano lector de Verne, Hugo y Dumas. Fui más feliz que cuando me anunciaron el Nobel» reitera quien será, con ocho novelas, el primer autor hispano vivo publicado en la mítica colección de clásicos del sello francés, que celebra así los 80 años que el escritor y académico peruano-español cumple el 28 de marzo.

Sexo y política

Cinco esquinas arranca con la inesperada pasión que se desata entre dos viejas amigas que se convierten en amantes. Pero lo que parece una novela de alto voltaje erótico, deriva pronto en un thriller político y detectivesco en el que se denuncia la connivencia entre el poder corrupto y dictatorial y el periodismo mercenario que calumnia, acosa y derriba a opositores por imposición dictatorial.

«Fujimori y Montesinos usaron la prensa amarilla de forma sistemática. La crearon pagaron, y sostuvieron. Montesinos llegó a escribir los titulares para ensuciar, silenciar o eliminar a los críticos del régimen acusándoles de depravación sexual» explica Vargas Llosa sobre los años de plomo de Perú. «Imperaba el terror y no sabías quién te iba a matar; podía ser el ejército, Sendero Luminoso, Túpac Amaru o la delincuencia común que usaba la política como un biombo» denuncia. «El baño de mugre fue muy eficaz. Era una manera astuta y vil de acabar con los opositores y no creo que ninguna otra dictadura haya utilizado la prensa amarilla de forma tan eficaz» dice el escritor. Tuvo claro que no quería «hacer un documental» que necesitaba «una trama para contar una historia policial que se transforma en política».

Y esa historia juega un papel crucial una siniestra publicación, Destapes , paradigma de lo peor de un oficio que Vargas Llosa ama pero que ve en un estado poco menos que agónico. «Comencé de niño y salvo por sociedad, he pasado por todo, del periodismo político al deportivo, la radio y la televisión».

«Me entusiasma y es una aventura estimulante, pero me apena la deriva que está tomando», lamenta. Y es que para Vargas Llosa «el periodismo es, como la cultura, víctima de la banalización, la trivialización y el espectáculo». «Es hoy un entretenimiento sin límites que se sirve del escándalo y husmea en la basura humana en busca de contenidos para un público ávido y creciente que la demanda», sostiene.

Asegura que su amargura por el galopante sensacionalismo no tiene nada que ver con su «no buscado» protagonismo en el papel cuché. «No me he cambiado de acera», dice. «Se supone que me gusta aparecer en el Hola y no es así. Aparezco por razones de tipo personal, cuando detesto estar en ese tipo de revistas. Me hace perder el tiempo y coarta mi libertad» lamenta un Vargas Llosa que se siente «vigilado y perseguido por los fotógrafos» pero ha posado para varias portadas y que «preferiría salir solo en revistas literarias».

Y eso que expresa su respeto por el fenómeno de una revista como Hola «que tira un millón de ejemplares solo en España, cuando los periódicos serios del mundo caen en picado». «Es el único periodismo que crece y, eso es un problema muy grave» dice el escritor sobre un «fenómeno que evidencia un problema cultural muy serio que deberíamos confrontar con sensatez». «Me dan ganas de volver a escribir La civilización del espectáculo , pero lo único que se puede hacer para salvar esto es buscar siempre la verdad, que los periodistas prefieran la verdad a la mentira», es su receta.

Periodismo lacayo

Sabe el Nobel de Literatura que la democracia «no existiría sin ese periodismo responsable que defiende la verdad frente a la mentira y denuncia los abusos del poder». Un periodismo que desaparece y deja paso al más zafio y lamentable. «Nada socava tanto el respeto a las instituciones, a la Ley y a las libertades como ese periodismo lacayo del poder que convierte las mentiras en verdades», dice.

Echa de menos Vargas Llosa una seriedad que ya no halla en medios como The Times o The Daily Telepgraph «que abren la puerta a la chismografía y el cotilleo, porque esa frontera ha dejado de ser invulnerable al amarillismo que impera en una época en la que el divertimento es lo primordial», lamenta el autor La tía Julia y el escribidor o La fiesta del chivo. Algo de lo que nadie está a salvo en el mundo de hoy.

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