Dos formas de mirar el mundo

E ntre tantas cosas como gustan a Celeste, siempre variadas y curiosas, la pasión de cazar nubes, que no está nada mal. Piensa que se le va a presentar una buena ocasión para ello cuando su padre, fotógrafo, la invita a viajar con él a África. Llegan a un pueblo masái, «un pueblo de ganaderos y guerreros, aunque algunos también cultivaban la tierra». El contraste de las nuevas e intensas experiencias se producen a diario: la primera, tener que dormir en una choza construida «con barro, paja de mijo y caca de vaca. Como suena».

La primera sorpresa de Celeste fue que allí no había nubes, y, por tanto, no podía cazarlas para su colección. Solo hay nubes –le advierte Muranya, un niño samurái- «en tiempo de lluvias». Muranya, curiosamente, era cazador de sombras. Dos niños cazadores que se hicieron amigos y que vivirán aventuras intensas, escenas curiosas y sorprendentes. Pero «empieza la temporada de lluvias. Y siempre se borran las sombras». Es verdad que Celeste aprendió mucho durante aquellos días, sobre todo al final de la obra, que es mejor guardarlo como secreto a fin de que sea el lector quien lo descubra. Hermoso, de cualquier forma, pues en realidad se trata de dos formas especiales de mirar el mundo. El conocido y reconocido escritor leonés de literatura infantil David Fernández Sifres continúa en esta hermosísima novela su trayectoria literaria, tan rica y ejemplar. En este nuevo título, divertido e interesante, un verdadero canto a la amistad y el descubrimiento, hace gala de gracia y humor, de imaginación sobre todo, a borbotones. Todo ello contado con agilidad narrativa, llena de naturalidad y frescura. Enlazando permanentemente ideas y temas que ofrecen la realidad de otra cultura, de otra manera de ver la vida, enriquece la narración con la soltura de los diálogos y las descripciones. Uno de esos libros, en definitiva, que atrapan desde el principio y obligan a leerlo de un tirón.