Diario de León

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Faro en las tinieblas

AYER SE CUMPLIÓ EL CENTENARIO DE CIRILO BENÍTEZ AYALA, MATEMÁTICO INSIGNE E INGENIERO VINCULADO CON LOS NOMBRES MÁS RELEVANTES DE SU GENERACIÓN. EL RESPONSABLE COMUNISTA AL QUE VINO A RELEVAR JORGE SEMPRÚN. VIVIÓ SUS TRES ÚLTIMOS AÑOS ENTRE LEÓN Y MADRID. divergente

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ERNESTO ESCAPA
León

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L a peripecia política como resistente a la dictadura de Cirilo Benítez Ayala tiende a rebajar su perfil intelectual, que sin embargo ha ido cobrando protagonismo con el paso del tiempo. Aunque tampoco podemos olvidar la reacción inmediata de los más próximos a Cirilo, los poetas y pintores de la revista Planas de poesía, que dos meses después de su muerte le dedican su número 7 monográfico de homenaje: Ingeniero del pueblo y de su alma: / haremos de tu nombre una trinchera / para llegar unidos hasta el alba . Hace tres años, Selena Millares rescató en El faro y la noche el oleaje de aquel universo familiar azotado por el exilio interior. Antes de la guerra, los Millares vivían felices en su mundo de pianos, arquitectura colonial, poemas, tenis y vanguardia de la playa de las Canteras. Hasta que llegó Franco a Las Palmas y se subió al Dragon Rapide para incendiar la guerra civil. El padre de los Millares fue depurado y se refugió en Lanzarote «para esquivar el hambre». El hijo mayor pasó por un campo de concentración y el segundo enloqueció y murió.

El resto desplegará su supervivencia en el arte, la música o la poesía, con ejemplos relevantes: Manolo Millares en el arte, y José María Premio Nacional de Poesía en 2009. Los Millares, como Cirilo, llevaban la antorcha de una vocación artística, prendida por el profesor insular Agustín Espinosa.

Cirilo era hijo de Simón Benítez, presidente del Museo Canario y muy amigo de Negrín. Había llegado a la Residencia de Estudiantes en 1935 para preparar el ingreso en la escuela de ingenieros de Caminos, pero el comienzo de la contienda lo devuelve a Las Palmas. Movilizado, hace la guerra con los nacionales. En 1941 reemprende los estudios de ingeniería y de Exactas, que culmina en 1947.

Matemático especializado en la solución de teoremas, da clases con Gallego-Díaz (1913-1965) en la academia que dirigen conjuntamente en Madrid, donde tienen como alumno a Juan Benet. Preparan el acceso a Caminos o complementan sus enseñanzas. Cuenta Gregorio Morán, en su historia del PCE clandestino, cómo «Cirilo Benítez, con su porte audaz, fascinó a los jóvenes que se acercaron al partido. Fue el primero que utilizó para definir a los marxistas como él, una fórmula que haría fortuna: Nosotros los dialécticos. Fue un precursor, pues procedía de un sector no vencido en la guerra civil, y además tuvo la audacia de marchar a París y solicitar ¡en los años cuarenta! Su afiliación al Partido Comunista».

En el II congreso de Ingeniería, que se celebra en Madrid a comienzos de 1950, participa con una ponencia sobre economía nacional, junto a Carlos Fernández-Casado, que dará nombre treinta años después al puente atirantado sobre el embalse de Luna, y Antonio Gallego-Díaz, que había sido director general de Agricultura republicano y resistía en Madrid, hasta verse forzado a salir pitando al exilio académico, donde moriría en un accidente en 1965. Nadie ha recobrado aquel tiempo sombrío como Benet en su Otoño en Madrid hacia 1950, donde evoca a Cirilo como «uno de los hombres que más nos obligó a pensar y reconsiderar nuestra situación». Destinado en León, como ingeniero de Renfe, desde 1947, va todos los fines de semana a Madrid, a dar clases de matemáticas en la academia, mientras a diario instruye en un vagón anclado en vía muerta de la estación de León a sus pupilos del frío: Eloy Terrón, José Félix Vega Merino, Antonio Gamoneda, el pintor y vidriero Jorge Pedrero, y José Luis Leicea, quien a la postre resultó el peor parado de aquel tiempo de torturas y relámpagos en el cerebro. En 1949, Cirilo obtiene el traslado a Madrid, destinado al Servicio de Estudios de las Oficinas Centrales de Renfe, y en enero de 1950, una beca para ampliar estudios en el Imperial College de Londres. Pero enseguida la muerte quebrará todos los sueños.

Ingeniero del aire

El número de Planas de Poesía en memoria de Cirilo se titula Elegía en bloque y agrupa la expresión dolorida de sus amigos: el retrato de Manolo Millares, un dibujo de Cirilo de dos amigos en la pensión, la memoria biográfica de Aurina Rodríguez, las prosas de Rafael Roca (Apasionado adalid de la ciencia y la cultura) y Alfonso Armas (sobre la elocuencia de sus libros de cabecera), más los versos elegíacos de Agustín y José María Millares («Por tus trenes, por tu Asturias, por tu duelo, / por la hoguera que nos dijo: esta es la vida; / por el puño más hermoso de tu pueblo, / no te lloro, / yo te canto, compañero»), una reflexión sobre la poesía y su destino de Cirilo, y las apelaciones líricas de treno estremecido que firman José Gallego-Díaz, Ventura Doreste, Pedro Lezcano, Juan Bravo y José Luis Junco.

Su último viaje concluyó aplastado en un vagón de tablas, a las 9,20 de la mañana, en Villallana, Asturias. El 6 de abril de 1950, Jueves Santo. El expreso Madrid-Gijón acababa de salir de la estación de Pola de Lena, cuando descarriló destrozando la vida a diecinueve pasajeros. Entre ellos, cinco militares y el joven ingeniero, que iba a Gijón a encontrarse con una muchacha con la que había iniciado una relación sentimental. Nunca llegó a saber que se trataba de una infiltrada en la organización, que lo iba a conducir hasta el famoso comisario Conesa de la Brigada Político Social, que el día antes se había trasladado hasta Asturias para detenerlo.

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