Diario de León
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nacho abad
León

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Hemos comprado una colchoneta de colores, con forma de puzzle gigante, para que la niña juegue en el suelo del salón, y ella allí se tumba, da vueltas sobre sí misma y patadas con el pie derecho, y cuando intenta alcanzar un juguete estira los brazos y mueve las piernas, pero en vez de avanzar, retrocede, porque los movimientos no le obedecen aun, aun son movimientos nuevos, recientes, y yo pienso cuánto me parezco a ella, y no al revés, yo que me siento a escribir para dar alcance a una idea y cada palabra me aleja de esa idea, me lleva hacia atrás, a otro lugar, cada palabra añade distancia, y la niña se queja, protesta, reclama nuestra atención, nuestra ayuda, como yo añado palabras al texto, a este texto, por ejemplo, y doy con el mensaje, no hay idea, sólo un lamento, una queja, una llamada de atención. Escribir es conducirse de un silencio a otro a través de palabras.

«Hay puentes para salvar el vacío y puentes para saltar al vacío», escribía el poeta Jorge Riechmann. Hay palabras para salvar el silencio y palabras para saltar al silencio. Para asaltarlo, para romperlo, para violentarlo. Para dar un golpe de estado en al gobierno del silencio. Palabras que se tienden no como puentes, sino como el viaducto que no llega a cruzar del todo el suicida. No hay nada, ni quiera espacio donde desarrollar movimientos, y todo lo que tienes que ir construyendo no como un dios nuevo que crea un mundo, más bien como un recién nacido que al salir de las tripas de su madre siente en sus pulmones aire, y no sabe qué es el aire, ni qué sonidos se mueven por el aire, qué palabras llevó de una boca a otros oídos ese aire que llena por primera vez sus pulmones y de las que no queda rastro de sonido, ni de idioma, no hay memoria de lo que en ese aire se dijo y todo lo que consigue es el llanto, pero la niña aprende, cada día, en cada error aprende, mientras que yo sigo aquí, en este atasco de vehículos furiosos y gases tóxicos, de sirenas de coches patrulla que no avanzan, mientras que por encima veo que pasan pájaros silenciosos y aviones, y se mueven las nubes de una tormenta a otra tormenta. Se hace tarde. La niña tiene hambre y tiene que comer. Yo sólo quiero terminar. No deja de llover en Madrid.

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