Historia de una obsesión amorosa

alfonso garcía

D igamos desde el principio que estamos ante un espléndido relato sobre la tormentosa relación amorosa entre Alma Mahler y el pintor Oskar Kokoschka. «La historia que vamos a contar –así se inicia el relato- empieza en 1912 en Viena y termina en 1919 en Dresde». Para contextualizar la relación y comprender su complejidad el autor se remonta al pasado lejano.

Alma Mahler, «con mucho la mujer más conocida en la efervescente Viena de aquellos años», viuda ya del famoso compositor Gustav Mahler, inicia una relación apasionada con el pintor Kokoschka. Apasionada pero tormentosa. Cohesionado el relato con la maestría a que nos tiene acostumbrados Andrea Camilleri, basa esta pasión amorosa verdadera, llevada hasta la obsesión y la locura, «en gran parte de documentos auténticos de una vida real». Su intercalado –epistolario, autobiografía, dibujos…-, de variedad y riqueza, fortalecen la lectura, haciéndola más intensa, agradable y veraz.

Cuando Alma rompe brutalmente la relación, Kokoschka, con el corazón destrozado, decide partir al frente de guerra. A su regreso a casa, herido y traumatizado por el conflicto y obsesionado aún con el amor perdido, encarga una muñeca de tamaño natural a una artesana de Múnich con los rasgos de su amada y con la que el hombre compartirá parte de su vida. Entramos en «el escabroso tema del simulacro», de la simulación del encanto: «El simulacro, o el fetiche, o la muñeca, llámese como se quiera, es un Alma perfecta para suscitar recuerdos, pensamientos, la ilusión de las conversaciones, de la intimidad y de la camaradería intelectual, y es, sobre todo, un Alma dedicada enteramente a él, Oskar, sin recuerdos de otras amistades y absolutamente ajena al pasado de Gustav Mahler. Está libre, por así decirlo, del pecado original».

La nueva vida con Alma –»la señora muda»- es una «inquietante historia» que tiene un increíble final. O distintos finales posibles. A uno se le ocurre pensar a estas alturas que estamos ante una «obsesión amorosa llevada a los límites de la locura» y que la realidad está más arraigada en la ficción que la ficción misma. Por eso quizá la novela atrapa con mayor intensidad, añadido el aliciente de que está contada con sencillez y naturalidad, cualidades que siempre hablan a favor de los grandes.