LA DOCUMENTACIÓN MEDIEVAL LATE EN LA CATEDRAL
El archivo que da fe de que el Reino existió
La Pulchra atesora más de 50.000 fondos que han sido custodiados durante once siglos por archiveros que resumieron desde el siglo XII al XV en apretadas páginas de pergamino, una historia fundamental sin la que la propia España no se entendería
El Archivo Histórico Nacional conserva más de 2.000 documentos del Reino de León, legajos que salieron al calor de la desamortización y cuyo regreso es ya más que imposible. El director de la colección Fuentes y estudios de la historia leonesa, José María Fernández Catón, manifestaba que León es la región de España con más documentación medieval y subrayaba que al hablar de la documentación de León había que tener claro los territorios a los que se circunscribe. «Reino de León era Portugal, Vizcaya, Asturias... No por nada los reyes Alfonso VI y Alfonso VII fueron coronados como emperador de toda España.
Sólo el fondo monástico de Sahagún que se guarda en el centro madrileño consta de 1.723 documentos, de los cuales 355 son cartas y privilegios reales, 206 bulas y breves pontificios y los restantes, compras, ventas, donaciones, permutas, arras, documentos eclesiásticos y algunos cartularios, becerros y registros. Entre todos ellos merece especial dedicación el Becerro Gótico de Sahagún, el Fuero de Escalada o el Tratado de Cabreros. Pero es que, además, muchos de los legajos que se perdieron con la desamortización pasaron a manos privadas y hoy en día están en museos de otras comunidades o en colecciones privadas.
La Catedral de León es uno de los ‘demiurgos’ que con más éxito ha logrado traspasar la linea del tiempo para ser notario de todo lo que supuso para Europa el legado del reino. Atesora más de 50.000 fondos que han sido custodiados durante once siglos por archiveros que resumieron desde el siglo XII al XV en apretadas páginas de pergamino o papel una historia fundamental sin la que la propia España no se entendería. Tal vez sea la Nodicia de Kesos —acta notarial del romance español— el documento más conocido de cuantos se acogen a sagrado en la plaza de Regla, pero la conocida como Casa de la Canóniga alberga legajos por los que cualquier archivo o biblioteca del mundo vendería su alma. Es el caso del documento del rey Silo (año 775). Su valor reside en que se trata del primer diploma original y auténtico de la diplomática española y certifica la donación de varias propiedades del monarca a los religiosos en un lugar llamado Lucis.
Además, la Pulchra conserva 88 códices únicos y uno de los 20 más importantes del mundo. Es el caso del Palimpsesto, en el que se «superponen» la Lex Romana Wisigothorum —recoge el Derecho romano vigente en el reino visigodo de Tolosa y fue elaborado durante el reinado de Alarico II (487-507 dC)— , textos de la Biblia (VII) y la traducción latina de la Historia Eclesiástica de Eusebio. Uno de los documentos más singulares de cuantos alberga la Catedral es el catalogado bajo el número 508. Del año 985, recuerda una de las muchas rebeliones nobiliarias contra Vermudo II, todas ellas con el apoyo de Almanzor. Ésta en concreto se relaciona con los hechos que la leyenda atribuye a la defensa del conde Guillén de la capital.
En el Libro de las Estampas se ilustra la historia extraordinaria de la condesa doña Sancha Muñiz. Hija de un rebelde a la corona, tuvo tres maridos y fundó el monasterio de San Antolín. Gran benefactora de la Catedral, fue asesinada por su propio sobrino, Nuño, para hacerse con la herencia. Al año 1012 pertenece uno de los documentos más valiosos desde el punto de vista histórico. Se trata del que narra la rebelión y guerra civil sofocada por Alfonso V pocos años antes de conceder el Fuero de León, que supuso el punto y final jurídico de los «desmanes» de la nobleza feudal. Otros dos diplomas nos hablan de la fundación de sendas iglesias erigidas por reyes: San Claudio y San Marcelo. El primero de ellos, del año 954, describe la refundación de San Claudio por parte de Ordoño III ya que, según asegura el documento, se encontraba en ruinas por culpa del abandono y de los moros. Al año 963 pertenece el que certifica la fundación que hace Sancho I de San Marcelo «en un suburbio de León». Por último, una curiosidad del año 1007: dos judíos venden bienes en Trobajo, en las mismas condiciones que lo harían los cristianos, una muestra de que en el Reino de León se gobernaba con generosidad.
Historia del archivo
El archivo de la Catedral de León nace en algún momento del año 860. Es decir, podría decirse que el auge de la ciudad como sede del poder real y la fundación de este «museo» fueron parejos. De hecho, fue el rey Ordoño II el que donó al obispo Frunimio varios libros litúrgicos. Este germen regio obtuvo su mejor relevo gracias al artífice de la Catedral. Fue el obispo Pelayo el que, según escribe Manuel Pérez Recio en el artículo La memoria de León, «la dotó con muchos libros y reparó los que encontró rotos y dispersos cuyo número es infinito». La capitalidad imperial que se forjó alrededor de León convirtió su catedral en el núcleo de la diplomática, lo que explica el gran número de documentos regios que se reúnen en la Pulchra. Si hoy en día los investigadores pueden conocer muchos de los secretos de la historia de España, si podemos recuperar las escenas que los artistas vidrieros idearon para narrar la narración sagrada, admirar los frescos del claustro realizados por Torbado en 1939, o si tenemos la capacidad de averiguar cómo se ha ido esbozando el diseño de la ciudad de los últimos diez siglos, es gracias a la labor de custodia del Cabildo. Buena prueba es el Libro del Tumbo, el documento en el que se copiaron los testamentos, privilegios y donaciones de los siglos X, XI y XII, o los denominados Becerros.
Custodia secular
Gracias a ellos se conocen las parroquias y advocaciones de León. Pero es que además, y contrariamente a lo que se cree, los requisitos para que los legajos catedralicios salieran de la protección brindada por la Iglesia eran más que duros. Los responsables del extravío de documentos podían ser condenados a penas canónicas, y en la mayoría de los casos ninguna salida se autorizaba sin que el solicitante dejara «en prenda» un depósito monetario.
El celo ha sido tan encomiable que los hurtos son casi anecdóticos y en ningún caso han sido responsabilidad de los guardianes del archivo. Un caso flagrante es el de el Gran Misal Leonés. Este códice, guarecido en una de las cajas fuertes, fue amputado por falsos investigadores que cercenaron algunas de sus páginas e iniciales miniadas. Y en pleno siglo XXI, con doce siglos a sus espaldas, sigue aún con vigor para seguir creciendo. Buena prueba es el trabajo realizado a través del proyecto El Sueño de la Luz, gracias al cual se siguió investigando, compilando y reuniendo documentación que será imprescindible dentro de otros mil años.