Julio Camba: último baño en la 303 del Palace

Julio Camba pasó los últimos trece años de su vida en la habitación 303 del Hotel Palace.
El cineasta gallego Aser Álvarez ha estrenado Julio Camba, el hombre que no quería ser nada, su nuevo documental en torno al genial e inclasificable escritor arousano, que dominaba como nadie el arte de la columna periodística.
"La idea era darle visibilidad a un escritor extraordinario, muy desconocido, un tipo delicioso, con una forma de escribir tan ligera, tan amena y divertida que me fascinó", explicaba Álvarez, que lleva muchos años detrás de las huellas del singular corresponsal.
Camba (Vilanova de Arousa, 1884–Madrid, 1962), considerado por muchos el mejor columnista español de la historia, fue también el periodista mejor pagado de su época, ya que era un formidable «vendedor de periódicos» al enganchar a los lectores con sus artículos cargados de ironía, inteligencia, concisión y sentido del humor.
"Yo me quise hacer periodista a raíz de leer sus crónicas", confiesa Álvarez, que, sin embargo, dejó después los medios para centrarse en la producción audiovisual y el cine documental.
La película «juega con los diferentes lugares y los diferentes Cambas que hay dentro de él» a través de un viaje onírico y sensorial entre realidad y ficción que se desarrolla durante el último baño de Camba en la habitación 303 del Hotel Palace, donde pasó sus últimos trece años de vida.
Antes, el maestro arousano había sido corresponsal en Berlín, París, Londres, Roma, Estambul, Nueva York o Lisboa, aunque no se dedicaba a informar sobre la actualidad de esas capitales, sino que indagaba en el carácter de sus gentes y su tiempo a través de anécdotas de la vida cotidiana que elevaba a categorías filosóficas.
"Creo que llegué a intuir la técnica que usaba Camba para escribir tan bien, que era caminar. Él paseaba por las ciudades, lo que le gustaba era disfrutar de las pequeñas cosas, de los bares, captar el espíritu de los lugares", explica Álvarez.
Utilizando ese «creatividad del paseante", el escritor rumiaba sus artículos, como pequeñas joyas de una cuartilla, y se encargaba de «crear el personaje desde el que nos escribe y en el que se agazapa. Un personaje totalmente inaprensible, que no coge en un documental».
"Su método de trabajo era vivir a tope, era un disfrutón, un gran bebedor, comedor y jugador empedernido", dice.
El documentalista destaca su «tremenda originalidad", que «a veces se queda en la superficialidad", pero otras «tiene un grado de precisión y de sutileza que capta cosas que nadie capta, la esencia de los pueblos y de los tiempos", como en sus artículos sobre Nueva York recogidos en el libro «La ciudad automática».
Lamenta que «ni siquiera nadie se haya tomado el trabajo de hacer sus obras completas» o que no se estudie en las universidades «como la biblia» cuando hablamos de un escritor que «utiliza la palabra con tal concisión y precisión». Y cuenta la anécdota de un director de periódico que se quejó un día a Camba de que escribía mucho: «Disculpa, no tuve tiempo, es por eso que te lo mando más largo", respondió. "Nunca te hace reír a carcajadas pero siempre tienes esa media sonrisa. El era galaico por los cuatro costados. Muy supersticioso y con esa ironía, retranca y sentido del humor con el que escribía, que es el alma de Galicia».