La belleza en todas partes
Eolas propone una colección temática

Portadas de los libros.
Es la belleza en todas partes. Servida a las manos del lector. Requisito inicial de todos los títulos para culminar en la temática de cada autor como un mensaje que desde lo variopinto se encuentra en el punto que une a todos y que es la actitud. Todo por escrito y por la literatura como compromiso hacia el lector en no muchas más de cien páginas. Lleva inevitablemente a Pessoa, pero no es un paso necesario en todos los libros: Ya que no podemos extraer belleza de la vida, busquemos al menos extraer belleza de no poder extraer belleza de la vida.
Una cosa lleva a la otra y en este caso todo discurre a través de un hilo conductor: la belleza. A partir de esta premisa todo vale y el lector se sorprenderá porque la verá mientras lee. Si en Eolas siempre hay algo que podría definirse como editorial de autor en la figura de Héctor Escobar, su director y dinámico jefe de todo, en este caso acierta aún más cuando a esa idiosincrasia de la Eolas añade, o la presenta, talento en lo que es el campamento base de La belleza de…, una colección de Eolas. Por eso la historia de la colección es tan interesante como sus títulos. Y como tiene vida propia, uno la descubre cuando sea o cuando quiera y se sube o se baja al barco hasta que una vez que detecta ya una veintena de bellezas el deseo lector pide tener la colección completa. El resto es viajar, lo trágico, lo anómalo, afuera, las fiestas, los locos, llevar un niño en los brazos. Gustavo Martín Garzo es el director de una colección que sirve para que desfilen por ella talentos literarios que destapan en cien páginas los motivos para creer en la belleza desde cualquier tema. Las fotografías de José Ramón Vega que presiden las portadas son otro ingrediente fundamental de estos libros de bolsillo que apelan a los grandes temas de la vida y que se pueden leer desde la insignificancia de la tarde placentera de uno mismo.
La infancia abre la colección como un tema vital indiscutible. Pero ya le siguen los muertos y lo pequeño como demostración de que la colección tiene sus vericuetos. Elisa Martín apuesta por esa infancia que remite, como su mismo nombre indica, al tiempo en que percibimos el mundo sin palabras, pero es también el momento en que se asiste al nacimiento del lenguaje y el pensamiento. Esconde, en su interior, un secreto insondable: aquello que hemos olvidado y nunca recobraremos. Es la última frontera de la experiencia y el conocimiento. La permanencia de la infancia en la vida adulta está hecha de sensaciones e imágenes, de súbitos reencuentros. Este libro ahonda en sus diferentes expresiones a través de una prosa en la que se entremezclan lo ensayístico y lo narrativo: la reflexión, la observación y el recuerdo.
Eso se dice de este primer librillo que da paso a Ildelfonso Rodríguez y la muerte. El músico, poeta y siempre activo de la cultura leonesa se centra en la muerte desde la exclamación. ¡Qué solos se quedan los muertos!, exclamó el poeta. ¿Solos y en silencio? En este libro el autor, con sueños, palabras suyas antiguas, recuerdos, iluminaciones diurnas, trama un relato para que dos muertos queridos, un padre, un hermano, recobren por un momento sus actos, algún resto de la voz que tuvieron en vida, sus afectos, sus pequeñas o grandes pertenencias. El momento que con generosidad les dedique un lector, una lectora, alguien que para ellos no tuvo nombre, que nunca los conoció. En la lectura no hay soledad ni silencio, todo vuelve a hablar. Todo es contra el olvido. Como escribió otro poeta, Tomás Salvador González, «Vivos y muertos se juntan en el corro».
Lo pequeño remata este inicio con el gran Tomás Sánchez Santiago, recientemente premio de la Crítica por su libro también de Eolas El que menos sabe. Buscamos en lo pequeño esa fortaleza que precisamos para creer en la serena victoria del vivir, del ir viviendo. Y no se trata solamente de tamaños sino de algo más que tiene que ver con la aparente falta de importancia. Lo pequeño es también lo secundario, lo que no estorba, lo que cada día se hace a un lado para quedarse al margen. Lo que no se enturbiará con nada.