Parábola del escritor iletrado
Stradivarius Rex
Román Piña. Editorial Sloper. Palma de Mallorca, 2009. 266 pp.
Se puede ganar el premio Planeta sin haber oído hablar jamás de Cela, sin saber que existe el Nobel, sin haber leído no ya un solo libro, sino ni siquiera un tebeo de Mortadelo y Filemón? Sí que se puede. Marcos Badosa -“el proteico narrador de esta historia- es la prueba.
Esta podría ser la tesis de la última novela de Román Piña, autor y agitador cultural de ya larga andadura, que nos sorprende en cada página con el más difícil todavía de una prosa loca pero de ningún modo carente de sentido.
Marcos Badosa -“hay otros nombres en la obra con veladas alusiones al mundillo literario- es un involuntario ladrón de cuerpos (¿o lo es de almas?). Durante diez años se despierta cada mañana prisionero en la caja craneana de un extraño. Un día encarna -“nunca mejor dicho- al presidente Clinton en los días húmedos de la Levinsky, otro a un soldado sin piernas, a un suicida, a un cirujano, a un asesino. Así hasta más de tres mil vidas, de las que Piña escoge un ramillete para emplearse a fondo con su pluma-escalpelo y crear todo un submundo de seres no por extremados menos dolorosamente humanos.
Pero hay otra historia y es la que cuenta Badosa sobre los tiempos en que él era él mismo. O sea, un lavacoches casado y con dos hijos que, hastiado de su suerte, huye a Valencia en pos de las glorias del escritor de éxito. Allí asiste a un pintoresco taller de escritura, vende relojes y hace compañía a un sordomudo ciego. Su plan es volver rico y laureado al seno familiar, a bordo de uno de los cochazos que él limpiara con envidia. Tras duro aprendizaje consigue parir un engendro titulado Salvar al soldado Aquiles . Y aquí, en esas páginas delirantes donde Paris y Odiseo se entremezclan con Hitler y Woody Allen, aparece el Piña profesor de Griego en hibridez gloriosa con el fabulador audaz e irreverente.
No podían faltar en este friso los ninots relativos a personajes políticos del momento. Así Rita Barberá y Mª Antonia Munar engrosan esta variopinta cabalgata con sabor mediterráneo que no aburrirá al espectador festero ni decepcionará a quien busque más allá del relumbrón de los efectos especiales.