Diario de León

Sal del armario

sin lápiz ni papel. gloria sarmiento Profesora EOI-León

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León

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Se rumorea que la próxima burbuja que nos va a estallar en la cara es la burbuja universitaria. Los estudiantes americanos se han dado cuenta de que no pueden hipotecar su vida con créditos para estudiar una carrera, porque estudiar a ese precio no compensa. Deber al banco una millonada y no encontrar trabajo al final es un riesgo inabordable para la inmensa mayoría. El sueño americano se desvanece. Es prudente echar nuestras barbas a remojar.

Aprender es un anhelo humano por eso te invito a que conozcas la Khan Academy. Si estás metido hasta el cuello en el proyecto absurdo del bilingüismo, entonces te lo pido de rodillas. Hazte una cuenta y conviértete en tutor de tus alumnos, deja que Sal les hable en inglés, tú no estás preparado, lo siento pero no, el título que te hemos dado en la escuela de idiomas no te capacita para dar clases de ciencias, matemáticas o educación física en inglés, diga el gobierno de turno lo que diga.

Sal Khan, procedente de una familia monoparental, se hizo dos carreras y un máster en cuatro años a base de hacer novillos, estar sentado en clase escuchando bobadas no era para él así que elegía lo que le interesaba. Se dejó enseñar por los mejores. No era ningún vago. No me imagino a Sal aguantando el sistema educativo español, donde tienes que someterte a una continua evaluación, diez asignaturas por tres evaluaciones por cuatro exámenes. Y me estoy quedando corta, porque no cuento los controles. ¿Cuándo se da clase aquí? Hablo de los críos de 12 que soportan 6 horas de clases en silencio y tres de estudio cada día y se dice en las reuniones de padres que suspender tres es normal. ¿Normal? Díselo a Sal, si te atreves.

Con su formidable formación de Harvard, Sal empezó grabando vídeos para su prima pequeña que vivía en otra ciudad para ayudarla con las matemáticas y subiéndolos a Youtube. En una cultura donde se educa para mostrar agradecimiento y dar crédito a quien se lo merece, Sal recibió al final de un verano un mail de un estudiante en el que le decía que tras pasar un verano viendo sus videos había conseguido las mejores calificaciones que podía soñar. Que muchas gracias, que sus vídeos le habían cambiado la vida y la de su familia. Un mensaje sencillo, claro, contundente, de los que te llegan al corazón y te confirman que vas por el buen camino. Después de ese mensaje llegó otro que aún hace reír a Sal, el mensaje rezaba, «es la primera vez que sonrío haciendo una derivada».

Estas notas tan sinceras le cambiaron la vida a Sal y decidió dedicarse a educar por la Red a tiempo total, su mujer le hizo hueco en el armario —literalmente el armario era el único espacio del que disponía el matrimonio para que Sal empezara su proyecto— y le dijo que probara durante un año, así que Sal entró en el armario tras despedirse de su trabajo.

Tras el año dentro del armario, Bill Gates lo mandó llamar porque sus propios hijos le seguían en Youtube. Con unas dotes pedagógicas sobresalientes y un proyecto definido, a Bill sólo le hacía falta poner el dinero y los informáticos a disposición de este visionario para crear una plataforma a la altura de las expectativas de Khan, y así lo hizo. Un hombre, un ordenador y diez millones de alumnos de todos los países, se dice pronto.

Sal es uno de los hombres que sin duda pasarán a la historia de la educación.

Mi homenaje para Sal, que desde el armario ha cambiado la vida de millones, para Bill y Melinda que han puesto el dinero para la plataforma a través de su fundación, para la madre de ‘Guille’, la señora Gates, que le dijo en una carta en la despedida de soltera de su nuera que al que mucho se le da, mucho tiene que dar a su vez reversionando la parábola de los talentos en una epístola que te pone los pelos de punta. Mi homenaje al alcanfor de los armarios que mantuvo el talento de Sal sin apolillarse. Mi homenaje a ti que llevarás a tus alumnos por el buen camino. Y mi dedo corazón para los profesores mal llamados bilingües que den clases sin Sal. Un digitus impudicus que hace homenaje a la batalla de Agincourt, según unos, y espanta el mal de ojo según otros.

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