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Una raza única en un punto crítico

Toro bravo: el gran experimento genético

EN PELIGRO DE EXTINCIÓN. Es una raza muy poco estudiada en la que León es pionera, el lugar donde se registra el primer espectáculo taurino de la historia y con el Departamento de Producción Animal de su Facultad de Veterinaria. Juan Manuel Lomillos la defiende en la Real Academia de Ciencias Veterinarias

La selección del toro se ha centrado en «ese comportamiento, denominado de modo genérico bravura. dl

León

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«Es un animal inigualable, controvertido, único». Con una historia y una evolución apasionantes. «Un espectáculo que ha sobrevivido con papas y reyes en contra, y sobrevivirá mientras exista libertad cultural, ganaderos que críen un toro y toreros dispuestos a jugarse la vida». A pesar de ser una raza muy poco estudiada desde la ciencia, tiene un patrimonio genético inigualable. «La selección continua, aplicada durante más de 250 años por los ganaderos de forma más o menos empírica, ha hecho de esta raza un gran experimento genético, que ha dado lugar a una explosión de familias, líneas o encastes. Pero muchos de ellos están en peligro de extinción».

Es la situación del toro de lidia, la principal raza autóctona del país y la especie bovina con mayor rendimiento económico. Según la Food and Agriculture Organization (FAO), el encaste Concha y Sierra está en situación crítica de extinción, pero hay otros 15 encastes de bravo amenazados. Las asociaciones de ganaderos llevan a cabo en los últimos años un plan de conservación a través de un esquema de selección y mejora genética.

El toro de Lidia es la principal raza autóctona de país, y la especie bovina de mayor rendimiento económico

La defensa de este patrimonio único, y «el homenaje a este animal, una mezcla entre la mitología y el prodigio zootécnico», han sido los argumentos con los que el doctor en Veterinaria por la Universidad de León Juan Manuel Lomillos (Segovia, 1983) ha ingresado en la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León. Con un discurso titulado Del uro salvaje al toro de lidia: evolución de una raza sin parangón, el nuevo académico, apadrinado por Vicente González Eguren, ha querido poner en valor la que ha sido su principal línea de investigación en los últimos 15 años.

Juan Manuel Lomillos, en el acto de ingreso en la Academia de Ciencias Veterinarias. DL

A la vez que reconoce que existen muy pocos trabajos de impacto científico sobre esta raza única, con una evolución también única y diferenciada de todas las demás. quiere poner en valor «el pionero equipo del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León a nivel nacional». Trabajos centrados en el componente etológico (de comportamiento) y genético del toro, que «son los que dotan a esta raza de un interés especial». Es «un animal deportivo al más alto nivel, que exige a los veterinarios una especialización en su manejo».

Investigador especializado

El doctor Lomillos está especializado en el estudio del ganado bovino extensivo, fundamentalmente ganado de lidia. Ha investigado sobre sus aspectos nutricionales, de manejo y en la caracterización morfológica de la raza. Doctor con una tesis sobre Aplicación de nuevas tecnologías a la caracterización, cría y manejo de ganado de lidia, es profesor especialista en ganado bovino extensivo en la Facultad de Veterinaria CEU Cardenal Herrera de Valencia.

Lomillos recuerda que el ganado bravo «constituye la raza autóctona más numerosa del país, con gran trascendencia económica y social». Son 836 las ganaderías actuales, con casi 183.000 cabezas y 400.000 hectáreas de dehesa dedicadas a su crianza. «Es un animal único en el mundo, que atesora un importante caudal genético y es el máximo exponente de la cría extensiva». Una raza de gran rusticidad capaz de adaptarse a todos los entornos, y cuyos ecosistemas permiten mantener una biodiversidad cada vez más apreciada.

El primer espectáculo taurino formalizado que se conoce fue en León, en el año 815, durante la Reconquista

«Se caracteriza por su agresividad ante el manejo convencional, y ha ido evolucionando a lo largo de los siglos mediante una selección orientada hacia la potenciación de un carácter psicológico, que ha conformado animales de morfología variada y de dotaciones genéticas ampliamente alejadas entre sí». Ese comportamiento, «denominado de modo genérico bravura».

De la furia incontenible a la bravura

El antepasado de casi todos los bovinos actuales es el uro, un rumiante salvaje que se desarrolló en India hace dos millones de años, y se extinguió como tal en 1627 en los bosques de Polonia. El toro de lidia español procede del Bos Taurus Primigenius. Animales que siempre han estado presentes en la historia y las tradiciones, en España desde el Paeolítico inferior. Aunque «el primer espectáculo taurino formalizado que conocemos tuvo lugar en León, en tiempos de la Reconquista, en el año 815. Aún bajo dominio árabe, aunque sus organizadores eran cristianos». En aquellos siglos se separaban de los rebaños los ejemplares más broncos y de más difícil manejo para participar en los festejos. «A lo largo de los siglos esta selección evolucionó hacia la preponderancia de un carácter psicológico denominado bravura, de acuerdo con unos modos y unas modas», que han dotado a los animales de morfologías y dotaciones genéticas «ampliamente alejadas entre sí».

Fue sobre todo durante el siglo XVIII cuando se inició una especialización productiva en ganaderías de lidia, que posteriormente se catalogaron en castas fundacionales en función de sus diferencias de origen geográfico, morfológico y de comportamiento. Son ocho las castas fundacionales, aunque «algunas de ellas han desaparecido totalmente y otras han sufrido muchos cambios y refundaciones, hecho que hace difícil reconocer biotipolígicamente su influencia en las ganaderías actuales».

En todo caso, «la selección continua, aplicada durante más de 250 años por los ganaderos de forma más o menos empírica, ha hecho de esta raza un gran experimento genético que ha dado lugar a una explosión de familias, líneas o encastes».

En realidad el censo de ganado bravo se inició como tal en 1905, con la creación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia y el inicio de la documentación en los libros de transmisiones ganaderas de las ventas exactas de ganado entre diferentes explotaciones.

La cría organizada de ganado bravo había comenzado en el siglo XVI, y «algunas castas han tenido continuidad hasta nuestros días, aunque actualmente, como consecuencia fundamentalmente de cruzamientos evolutivos, puedan aparecer más o menos difusas en las ganaderías contemporáneas».

Las castas

Está la casta Morucha Castellana, creada en el siglo XVI a partir de ganado autóctono de la zona de Raso del Portillo, en Valladolid, y de otros puntos de la que hoy es comunidad autónoma. Eran toros muy cotizados, «disfrutaban del privilegio de romper plaza en las funciones reales, por ser los más antiguos de España».

La casta Jijona y de Toros de la Tierra también tiene su origen en el siglo XVI. Procede de La Mancha. La casta Navarra tiene su origen en las ganaderías del valle del Ebro, y la Cabrera se creó con la recaudación de los diezmos que algunos conventos de Jerez de la Frontera y Sevilla cobraban en especie a los ganaderos.

La casta Gallardo deriva de la ganadería formada por un sacerdote de Rota en 1758; y la de Vistahermosa se fundó en 1733 por los hermanos Rivas, labradores de Dos Hermanas. Por último, la casta vazqueña se forma a partir del cruce de distintas ganaderías a partir de 1790.

Con el comienzo del siglo XX la creación de la UCTL y la afición dio lugar a una «próspera etapa para la cría del toro de lidia, que se vio frenada en seco por la Guerra Civil española, en 1936. Se destruyeron entonces muchas ganaderías, aunque tras ese paréntesis «las vacadas de lidia proliferan enormemente». Aunque la amplitud de las fincas se reduce, «y se reorienta hacia otras producciones ajenas al bravo».

Ya en la última década «el censo de la raza se ha visto reducido por varios motivos, desde la crisis económica al incipiente movimiento antitaurino, y el desapego de la sociedad por la tauromaquia».

Desde los orígenes

El doctor Lomillos recuerda que «la raza de lidia, tal y como hoy la conocemos, es fruto de un largo proceso evolutivo cuya historia se inicia hace unos 10.000 años con la domesticación del uro».

La selección

Los caracteres de comportamiento que hoy se valoran para seleccionar a los animales reproductores han ido variando, y siempre dependen del concepto del ganadero. «En un inicio la agresividad ha marcado su especificidad respecto a otras razas donde ese comportamiento no es deseado».

La selección de animales reproductores se hace en las tientas, En el caso de las hembras, tratando de descubrir el rendimiento funcional de cada animal, se valora el comportamiento ante el caballo y con la muleta. Los parámetros que se valoran son prontitud de respuesta, embestida, fijeza, movilidad, nobleza, fiereza, agresividad, repetición,...

En la tienta de machos se seleccionan los animales que han obtenido mejores resultados en las pruebas genealógica y morfológica. «En la plaza de tientas se prueban con el caballo, y si el animal no responde adecuadamente se retira y se destina a la lidia normal».

Los animales que superan la prueba frente al caballo, repitiendo en los puyazos, se torean con la muleta. Ahí se seleccionan algunos, de los que se comprueba su descendencia para ver si sirven como sementales; o bien se desechan. No sirven para ser lidiados, porque ya han desarrollado sentido al ser toreados con la muleta en la tienta.

El doctor en Veterinaria recuerda que «en los últimos años los ganaderos vienen participando en un plan de mejora genética. Consiste en identificar a los individuos portadores de los genes más beneficiosos para los caracteres de interés, y utilizarlos como reproductores para que los transmitan a sus descendientes. La forma de evaluar si el fenotipo de un animal es o no buen reflejo de los genes de que es portador se fundamenta en calcular la heredabilidad de ese carácter», explica el investigador.

Que señala la necesidad de controlar la consanguinidad en la selección, para conservar la variabilidad genética. Para eso se establecen los programas de conservación, evitando los cruzamientos.

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