Diario de León

EDIFICIOS SANAN CIUDADES

PROBIÓTICOS. Una nueva clase de edificio de gran altura, capaz de producir biocombustibles para el área circundante y de aliviar la densidad, el calor y la contaminación de la ciudad, promoverá la «sanación del paisaje urbano» de modo análogo

Representación informática de una torre probiótica en el Cairo, Egipto. karim mousa

Representación informática de una torre probiótica en el Cairo, Egipto. karim mousa

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EFE

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Los probióticos, microorganismos vivos como las bacterias y levaduras, que al ser consumidos proporcionan beneficios para la salud, están presentes de manera natural en algunos alimentos fermentados, son agregados a algunos productos alimenticios y también están disponibles en forma de suplementos dietéticos.

Los profesionales sanitarios suelen recomendar el consumo de probióticos porque ayudan a mantener equilibrada la flora o microbiotas intestinal: el conjunto de microorganismos beneficiosos que viven en perfecta simbiosis en nuestro intestino y cuyo estado repercute en nuestra salud en general.

Estos microorganismos, entre los que se incluyen los lactobacilos y las bifidobacterias y que se encuentran en alimentos como el yogur y el chucrut, ayudan a proteger el aparato digestivo de los microbios nocivos, a mejorar la digestión y la función intestinal, y podrían tener efectos beneficiosos en trastornos como la diarrea, la inflamación y la irritación intestinales y el eccema.

Inspirada en la salud

Un equipo de arquitectos se ha inspirado en este concepto, propio de la microbiología, la medicina y la nutrición, al diseñar un nuevo tipo de edificación denominada Torre Probiótica (TpB), que contribuirá activamente a crear un entorno más agradable y saludable en la ciudad donde se construya y cuya primera versión ha sido proyectada para la populosa ciudad de El Cairo.

La TpB, diseñada por la firma Design and More International, D&MI (https://design-more.net), con sedes en Egipto y Dubai, ha sido elegida como proyecto del futuro ganador del premio WAFX de arquitectura experimental, en la categoría ‘Carbono, clima y energía’ en la edición 2023 del Festival Mundial de Arquitectura WAF (www.worldbuildingsdirectory.com).

Los diseñadores de esta edificación reconocen que la urbanización a menudo es vista como una plaga sobre la tierra, como un crecimiento bacteriano que consume el potencial natural del mundo, pero también consideran que los diseñadores, arquitectos y urbanistas pueden contribuir a modificar de manera beneficiosa la relación entre las ciudades y el medioambiente.

En ese contexto, desde D&MI proponen una nueva clase de edificios y de urbanismo que actuarán como una fuerza positiva, de manera análoga a los microorganismos probióticos, y que aplicados a escala urbana contribuirían a “mejorar la salud” de las ciudades y a “curar” su paisaje.

Para aprovechar las estructuras existentes y evitar la construcción de otras nuevas que provocarían más emisiones de carbono a la atmósfera, los diseñadores de la TpB han elegido como punto de partida un tipo de edificio que se ha quedado casi obsoleto en muchas ciudades del mundo: las grandes torres de agua.

Torres de agua

Estas edificaciones, de gran altura y a menudo cilíndricas, reflejan una generación temprana de infraestructuras que tomaban agua y la elevaban para someterla a presión y entregarla al vecindario circundante, pero en muchos lugares del mundo han caído en desuso debido a los sistemas de redes presurizadas de distribución de agua utilizadas ahora como estándar.

Los diseñadores de D&MI, encabezados por el arquitecto Islam El Mashtooly, proponen reutilizar las torres de agua, particularmente en el mundo en desarrollo, no solo porque son puntos de referencia urbanos, sino también porque son increíblemente adecuadas para usarlas como sistemas de adaptación de las ciudades al cambio climático, según explica.

Estas edificaciones pueden funcionar como “máquinas urbanas probióticas”, alojando en su parte central un gran tanque denominado biorreactor, en cuyo interior crecerán algas y se producirán de manera controlada, distintas actividades y reacciones biológicas a partir de dichos organismos vegetales, según estos diseñadores.

El biorreactor de algas no solo absorberá el CO2 (dióxido de carbono) del vecindario anfitrión, por medio de unos paneles especiales montados en la fachadas del edificio, sino que además generará la materia prima para fabricar un combustible de origen biológico (bíocombustible) neutro en carbono para los habitantes de la zona aledaña.

Cada torre se ampliará al alojar una plantación de bambú y una instalación productora de madera laminada cruzada fabricada a partir de la planta leñosa cultivada, la cual se utilizará para fabricar componentes modulares con los que se construirá, alrededor de la torre, un andamio de soporte de usos múltiples para servir al vecindario, según D&MI.

Los cañaverales de bambú servirán para tratar las aguas residuales del vecindario y secuestrar más carbono, mientras que la biomasa o materia vegetal proveniente de las algas y el bambú y producida a lo largo de todo el proceso, se utilizará como material de construcción adicional y como materia prima para producir más bíocombustible.

Tanto el procesamiento de la biomasa como el bíocombustibe producirán energía, que se combinará con la energía recolectada de los paneles fotovoltaicos colocados fuera del edificio.

Mientras que los productos probióticos actúan de modo saludable en el aparato digestivo de las personas, las torres probióticas actuarán positivamente sobre el metabolismo urbano, o suma de factores sociales, técnicos y ecológicos y flujos e intercambios de alimento, materia, energía, agua y dinero que conforman una ciudad y le permiten funcionar y atender lo que necesita su población en esta materia clave del bienestar.

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