Diario de León

Publicado por
J. F. Z.
León

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A finales de abril de 1956, se abrieron los cielos sobre Brescia, sobre las Mille Miglia ... y dentro del 290 MM de El Chueco Fangio; la inoportuna «pitera» en el tanque de combustible obligaba a los mecánicos a tomar una drástica decisión: practicar un agujero en el chasis para reparar rápidamente la avería. Sin tiempo para volver a tapar el agujero , por el que entraba agua a chorros. En la siguiente parada de asistencia, las cosas se «solucionarían»… ¡peor! Fangio solicitaba a sus mecánicos que practicasen otro nuevo desagüe en el chasis del 290 MM. Ahora sí, ahora sí que el desagüe cumpliría otra función añadida: la inyección pulverizada de «otra» ingente cantidad de agua al interior del habitáculo, amén de ciertos problemas añadidos para un motor ya definitivamente empapado ... como el piloto a quién —muy en la línea filosófico/deportiva de El Chueco — poco importaban «las inclemencias» : Juan Manuel, el incombustible Hombre de la Pampa , leyenda entre los héroes... se encogía de hombros, enjugaba un chorro de agua de su nariz y salía disparado hacia una cuarta plaza, que debió saberle a gloria... bendita, como el aguacero en el que navegaba su 290 MM.

Si Brescia se convirtió en «Alfa y Omega» para la séptima -aplastante- victoria de Ferrari en las Mille Miglia ; en realidad, todo se fraguaba tres semanas antes, a principios de aquel abril del 56, en la Vuelta a Sicilia: 1.000 kilómetros de aperitivo para dos unidades 290 MM (versión escape corto, ya con la prominente tobera de refrigeración campando sobre el capó delantero) confiadas a Eugenio Castellotti y Luigi Musso. Mientras los problemas eléctricos forzaban el abandono de Musso, Castellotti ejercía un insultante dominio: 6 minutos de ventaja al paso por Siracusa (mitad de recorrido) sobre el Maserati oficial de Piero Taruffi; pocos kilómetros más adelante, la transmisión del 290 MM rendiría el alma y Peter Collins tendría que encargarse de salvar el honor de Il Cavallino con el tercer coche oficial de Maranello... un —casi obsoleto — 875 de 1955, arrancando la victoria a Taruffi.

Tres semanas más tarde, Ferrari repartiría su chance a partes iguales, dos a dos (los cuatro vestidos por Scaglietti), entre sendos 860 Monza (Peter Collins y Luigi Musso) y otros «sendos» 290 MM, esta vez en versión escape largo, para Eugenio Castellotti y Juan Manuel Fangio.

Al término de aquellos empapados mil seiscientos kilómetros, los cinco Ferrari oficiales copaban las cinco primeras plazas: el 290 MM de Castellotti, el 860 Monza de Collins-Klemantaski, el 860 Monza de Musso, el 290 MM de Fangio... y el 250 GT de Gendebien-Wascher; complementando, estos últimos, el triunfo «general» con una disputada victoria en categoría «Gran Turismo» frente a la siempre potente armada germana de Mercedes 300SL, que intentó por todos los medios —y no fueron pocos— revalidar el sonado triunfo de la edición anterior (1955); aquel otro histórico récord firmado por Stirling Moss y Denis Jenkinson (el copiloto inventor de las «notas» ... en un rollo de papel higiénico) al volante del legendario Mercedes SLK «nº 722»… otra proeza para la iconografía de las Mille Miglia .

Y no sólo, porque aquel «torneo triangular del 56», lo revalidaba Ferrari disputándolo a ritmo de «Grand Prix» , más que como resistencia de prueba de carretera: los tetracilíndricos del 860 Monza y los «dodici» en V del 290 MM, frente a los 6 cilindros de Maserati, con Moss y Perdisa protagonizando el reto del Tridente.

Así que, cuando se abrieron los cielos sobre Brescia, a «tres segundos» para las Mille Miglia, los de Maranello se lanzaban a la piscina firmemente dispuestos a imponer su ley... y bien que la impusieron.

Tras dos años de «sequía» , bajo una lluvia torrencial, Ferrari inscribía por séptima vez su nombre en el palmarés... de la epopeya. ¡Forza!

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