Diario de León
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María del Perpetuo Socorro Osorio de Moscoso, última marquesa titular de Astorga, falleció en 1980 como hermana María de la Clemencia de la Transberveración en el convento carmelita de la Encarnación de Ávila, fundado por santa Teresa de Jesús. Conservó por bula papal el título de marquesa de Astorga con grandeza de España pese a su condición de monja carmelita descalza de rigurosa clausura.

«Ella quería ser monja desde pequeña pero mataron a sus tres hermanos en la Guerra Civil. Se casó para garantizar la línea sucesoria familiar», explica el conde de Cabra. «Sus padres la convencieron para contraer matrimonio y lo hizo con 16 años. Pero siempre decía, al pasar ante el convento de Ávila, que ella terminaría allí al quedarse viuda». En ese momento pudo cumplir su sueño, y pasó 26 años como religiosa en el convento. María del Perpetuo Socorro Osorio de Moscoso, que llegó a ser dama de la reina Victoria Eugenia, «lo habría tenido todo si no hubiera tomado los hábitos. Y muchos días, en invierno, tenía que romper el hielo de la palangana para lavarse la cara», resalta López de Becerra de Solé. «De vivir en el palacio de Altamira de Madrid pasó a la pobreza más absoluta. No podía tener nada, ni siquiera una foto de sus biznietos o una silla para sentarse», señala el conde, que añade: «En sus últimos años sufría una artrosis tremenda, y le dieron una concesión especial para poder sentarse en un banco bajo en lugar de en el suelo, porque ya no podía». Pero la religiosa estaba satisfecha de su condición: «Siempre nos decía: -˜Yo he sido de todo en la vida, soltera, casada, viuda y monja. Y esto último es lo mejor-™».

«Bajo el altar mayor de la Catedral de Astorga existe una capilla panteón, en la que están enterrados algunos marqueses de Astorga», indica el conde. Cuando falleció María del Perpetuo Socorro Osorio de Moscoso «el entonces dean de la catedral, Bernardo Velado, ofreció enterrarla en el templo», añade. La oferta chocó con la negativa de las monjas carmelitas descalzas de Ávila y la marquesa de Astorga fue inhumada en el convento, «simplemente con unas parihuelas, sin ataúd, y con un pañuelo sobre el rostro», dice López de Becerra de Solé.

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