La conquista del Oeste

S e alzó la barrera de El Crucero por última vez. Ya no pita el tren que algún insomne echa en falta. El barrio salió a despedir el paso a nivel con un halo de nostalgia ferroviaria diluida en la humareda de la Mikado. El ministro Blanco, el alcalde Fernández, el consejero Silván... se hicieron una foto histórica que rompía con el pasado, como luego se arrancaron de cuajo y sin piedad las balizas, mientras el futuro ya había cambiado la perspectiva de la ciudad.

El muro de la azucarera Santa Elvira estaba roto y la vista, desde la avenida Doctor Fléming, alcanzaba ya sin obstáculos la torre sur de la Catedral siguiendo la línea de la Via Principalis , la calle Ancha, del campamento romano de la Legio VII. La prolongación de Ordoño II hasta el barrio de La Vega, carretera Zamora, La Sal... (el Oeste) es la gran hazaña del fin del paso a nivel. El oeste, por fin, conquista León. Y León dejará de ser una ciudad partida por el sueño industrializador que trajo el ferrocarril.

Frente a la nueva calle Ordoño II se alza el cartel anunciador de una promoción de viviendas y a su derecha otro reclamo ofrece en venta un edificio entero. El optimismo del cambio de perspectiva tienta utopías del ladrillo en tiempos de crisis. Su colmatación urbanística es irreversible, pero tardará.

El oeste de León ha sido espejo vivo de la transformación del paisaje humano de la ciudad con la llegada de la inmigración: dos mezquitas, tiendas halal, tiendas chinas, salsódromos caribeños y kebab asiáticos son ya parte del poso social y cultural de la rive droit , a caballo entre lo marginal y lo cosmopolita.

­Atravesar el barrio del Crucero se asemeja, salvando las distancias, a un paseo por un distrito de aluvión étnico de Londres o París. ¡Xageraaaaaa! . Fue en París, hace tres años, cuando se exhibió el proyecto del Palacio de Congresos y Exposiciones de León. La maqueta se codeó en el Pompidou, en una zona turística de sabor francés y olor a vanguardia ya romántica, aunque no menos étnica, con otras obras de renombre de Dominique Perrault.

Paco Fernández quiere conquistar León desde este edificio icono del oeste. Emilio Gutiérrez se empeña, desde ese cartel que le sitúa en el cielo azul, por encima del bien y del mal, en repetir que eso no son hechos, sino sueños... Claro que todo lo que somos, antes lo hemos soñado, reza la conciencia del éxito.

Quienes no sueñan, pero ganan sin parar, son las multinacionales. Y saben muy bien por qué les interesa la posición privilegiada de León en el noroeste peninsular. Mercadona, como antes Inditex, se lanza a la conquista del oeste (del noroeste) desde León, en el centro del triángulo que forman los enclaves (romanos) de León, Astorga y Benavente.

La malla de comunicaciones, que cerrará la llegada del Ave a León, convierten a León ya no sólo en «pieza esencial de la red de ciudades del noroeste de Castilla y León», sino que adquiere, como subrayan la profesora de la Universidad de León Paz Benito del Pozo y el catedrático Lorenzo López Trigal, «un papel de interfaz entre las regiones de la Fachada Atlántica y las regiones interiores ibéricas». Ni que decir tiene lo que esto significa para salir hacia Europa, por autopista del mar, desde el Musel, o por carretera.

La globalización muestra que los ombligos de las comunidades autónomas, o sea todo su aparato político burocrático, son un esperpento con sus espejos cóncavos y convexos, como los del callejón del Gato, en los que la ciudadanía se refleja deformada y manipulada. En unas dan la vuelta a la Historia y en otras a los mapas o ambas cosas a la vez.

León es el enclave logístico del noroeste por excelencia y tiene mimbres para explotar la riqueza de sus entrañas (hay más que carbón): agroindustria, biotecnología, riqueza natural, patrimonio histórico... Es llamativo que Herrera obviara hablar de León en singular en el discurso de apertura de Mercadona.