Diario de León
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León

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La teoría, muy extendida, según la cual para los Estados Unidos hay un antes y un después del 11 de septiembre del 2001 es principalmente retórica y remite a nociones de psicología social y sentimientos de comunidad, salvo en un registro: el de la seguridad nacional. Hay un consenso ahora según el cual los atentados con sus tres mil muertos en el corazón del poder financiero (Manhattan) y militar (el Pentágono) de los Estados Unidos sí fueron, como tales, ataques inesperados de un enemigo distinto.

Hoy, con una mezcla de sobriedad, emoción y orgullo, los norteamericanos recordarán lo sucedido hace exactamente diez años y en Nueva York se reunirá no solo la representación institucional del gran país, sino el genuino éxito del esfuerzo de la gran ciudad por completo respaldado por el gobierno federal y personalizado por el alcalde, Michael Bloomberg. Este hombre supo digerir muy bien lo sucedido en el orden humanitario, material y político y gestionar la tragedia que heredó (él fue elegido alcalde cuatro meses después de los atentados) con una prudencia exigible a todo líder social. ¿Hay un lugar para él en el vigente escenario político norteamericano? Discreto hasta hoy al respecto y sutilmente empeñado en no mezclar las cosas ni, desde luego, instrumentalizar su éxito personal en procura de objetivos políticos personales, Bloomberg está, si vale decirlo así, gratamente obligado a desvelar sus intenciones. En concreto, la de indicar si podría considerar, como hizo a partir del 2007, cuando se dio de baja como militante del partido republicano, la posibilidad de aspirar a eso que los franceses llaman un destino nacional, es decir, en candidato por un tercer partido que él, como independiente y eso fue seguro, sopesó cuidadosamente hace cuatro años. Hoy es un gran día para Bloomberg y sus palabras del miércoles en la ‘zona cero’, llenas de buen sentido, tradujeron muy bien el orgullo legítimo por la reconstrucción muy avanzada y el inherente vigor recobrado por el distrito financiero, objetivo terrorista hace diez años. No es muy seguro que el 11-S cambiara el siglo naciente, pero sí que la ciudad de Nueva York vive y palpita de nuevo, sin miedo alguno.

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