economía
Luz y sombra para el euro
Trichet cede el testigo a Draghi al frente de un BCE obsesionado a menudo con la inflación y con tareas de peso pendientes

Trichet entrega una campana a su sucesor, Draghi.
La gran fiesta de despedida que el mundo financiero y político europeo ofreció a Jean-Claude Trichet, el pasado día 19 en Francfort, estuvo marcada por una regla de oro que impera en este tipo de eventos. Todas las personalidades que ocuparon la tribuna se dedicaron a la agradecida labor del elogio.
En una larga lista de oradores distinguidos, Angela Merkel aceptó sin vacilar el honor de ser la última en agradecer el papel del banquero, e incluso se atrevió a compararlo con un artista, que tuvo éxito en gestionar la política monetaria que afecta a los 17 países que integran la ‘zona euro’ y, a su vez, garantizar la estabilidad de la divisa comunitaria. «Jean–Claude también tuvo el valor de confrontar a los políticos con verdades desagradables», insistió la canciller, que sorprendió a los invitados al utilizar el familiar tuteo para referirse al presidente del BCE, de 68 años.
¿Qué otra cosa se puede esperar cuando se le ofrece un gran homenaje al hombre que dirigió los destinos del Banco Central Europeo en los últimos ocho años? Quizás una dura reprimenda a los políticos europeos, como hizo el excanciller Helmut Schmidt, uno de los oradores. Con la franqueza que le permiten sus 92 años, el legendario político socialdemócrata no vaciló en atacar sin piedad a los gobiernos europeos por su comportamiento en la crisis de la deuda. «No estamos enfrentados a una crisis del euro, que se ha convertido en una charla frívola de políticos y periodistas», dijo Schmidt, al dirigir su mirada a la primera fila del salón donde estaban la canciller y las máximas autoridades de la UE. «En verdad se trata de una crisis del funcionamiento de las instituciones políticas. Y esto es para el futuro de Europa una amenaza mucho mayor que el endeudamiento de algunos países de la zona euro».
A la hora de realizar un balance de la gestión del banquero francés, es cierto que no pueden olvidarse los logros alcanzados por la institución, sobre todo en la gestión de la política monetaria de la zona euro. A lo largo de esos ocho años, Trichet utilizó todas las tribunas que tuvo a su alcance para recordar que el único mandamiento del BCE era defender la estabilidad de precios. El Banco logró mantener las expectativas de inflación firmemente ancladas, en línea con la meta final de mantenerla en tasas inferiores o próximas al 2 % a medio plazo.
Para alcanzar esta meta, mantuvo los tipos de interés en el 2 % entre el 2003 y el 2005, aunque luego comenzó a incrementarlos de forma paulatina hasta alcanzar el 4,25% en julio del 2008. Fue entonces cuando el banquero francés, que había sido bautizado en los años noventa como «el clon del Bundesbank» y «esclavo de los prusianos» —a causa del respeto que sentía por la independencia del banco central alemán y su férrea disciplina monetaria—, tuvo que enfrentarse a los cantos de sirena de los políticos que le pedían un cambio radical en esa política monetaria.
El estallido de la crisis financiera y económica mundial, provocado por el colapso de la banca Lehmans Brothers, le obligó a cambiar de estrategia. Peor aún, la posterior crisis de la deuda que nació en Grecia trastornó un modelo que parecía casi perfecto. Así, cuando Trichet cedió hace siete días a su sucesor en el cargo, Mario Draghi, también dejó una pesada herencia que ha sacudido los cimientos del banco y que provocó la renuncia de dos importantes miembros del directorio. Además del problema griego provocado por el anuncio del referéndum.
Aún no está claro si Trichet será recordado como un héroe que logró impedir —gracias a una decisión polémica— el hundimiento de la ‘zona euro’, pero nadie pone en duda que pudo ofrecer un balance impecable hasta mayo del 2010. Varios expertos en Francfort creen, no obstante, que la única sombra que empaña el brillo de su gestión ha sido la compra de deuda soberana.