Diario de León

otra cara de la universidad

Rescatadores de lo oculto

El Czule es el servicio de la Universidad de León que gestiona los más de 20.000 animales disecados con los que cuenta. Muchos proceden de zoos, de donaciones particulares o de centros de investigación, pero todos tienen una misión: enseñarnos todo lo que aún no sabemos sobre ellos

Un león, un guepardo y un antílope que forman parte de la exposición sobre mamíferos del mundo que acoge la facultad de Biología de la Universidad de León y que ha puesto en marcha y gestiona Czule.

Un león, un guepardo y un antílope que forman parte de la exposición sobre mamíferos del mundo que acoge la facultad de Biología de la Universidad de León y que ha puesto en marcha y gestiona Czule.

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Es uno de los mayores tesoros de la Universidad de León. En él se da cobijo a más de 2.000 aves, 400 mamíferos y 20.000 mariposas. Es el Czule, el Servicio de Colecciones Zoológicas de la Universidad de León. ¿Su misión? Conservar y gestionar las colecciones zoológicas de la Universidad como parte de su patrimonio y, además, ofrecer un servicios de divulgación social con el que dar una idea de cómo viven y se desarrollan estos animales.

Con este propósito se pusieron en marcha hace un año y medio los talleres de educación ambiental por los que ya han pasado cerca de 2.000 personas, desde niños de 5 años a mayores de 90.

Aquí hay casi de todo. Desde animales autóctonos como el jabalí, la liebre o el gato montés, hasta los más insólitos como alces, tiburones o tortugas, pasando por tigres de Bengala, o búfalos.

De ellos se encargan Antonio Laborda, profesor de la ULE y Luis Miguel Fernández, conservador y contratado externo. Entre los dos gestionan como pueden y con los escasos recursos con los que cuentan, estos enormes fondos.

En un almacén de algo más de 120 metros cuadrados se apilan las miles de piezas animales. Unos ya catalogados y datados con el chip que revela su procedencia —en qué lugar fue localizado, a qué altura, cuándo, cómo fue tratado y dónde, además de todo lo que se le ha hecho hasta quedar en el estado actual—, otros están a la espera de ser tratados. Para estos, el tiempo de procesamiento se dilata cada vez más ante la falta de medios, tanto económicos como de espacio e infraestructura. «Hemos obtenido en los dos últimos años más de mil ejemplares de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos que, por falta de espacio, presupuesto, personal para su procesamiento, llenan nuestros congeladores y los del Hospital Veterinario», explica Antonio Laborda.

Al fondo del almacén, en un pequeño recoveco, hay dos arcones con animales congelados (entre ellos un tiburón toro del Acuario de Gijón cuyo proceso de disecado alcanza los 6.000 euros y del que está a la espera desde hace un año porque Czule no dispone de esa cantidad) y junto a ellos varias estanterías con decenas de recipientes con reptiles de todo tipo que aguardan a que les llegue su hora conservados en alcohol.

Ellos no matan animales, los recuperan. «Ni compramos ni matamos animales, Todo lo que tenemos es cedido o donado de forma definitiva por instituciones o particulares que se ponen en contacto con nosotros», aclaran.

La inmensa mayoría proceden de donaciones puntuales de zoológicos, científicos o particulares, así como de convenios con el Acuario de Gijón y con la Junta de Castilla y León para la donación de ejemplares que han finalizado sus días en sus instalaciones o en sus centros de recuperación. Hasta aquí también han llegado piezas de particulares que tenían en su casa algún animal disecado que, con el tiempo, ha dejado de tener interés para ellos o que prefieren que tenga una mayor utilidad que la de simple elemento decorativo.

«Buscamos colecciones de distinta procedencia que están infrautilizadas o relegadas al olvido, colecciones anónimas que, en mejor o peor estado de conservación, se encuentran en laboratorios de centros de investigación, domicilios particulares, almacenes o pequeños museos locales y que sólo sirven para el deleite personal o que tienen un acceso restringido», comenta Laborda.

Pasión y devoción

Él se declara un apasionado de este trabajo, que hace con auténtica devoción y de forma altruista, pero asegura que, al menos de momento, le compensa, si bien reconoce que, sin más apoyo logístico y económico, es complicado que Czule siga en funcionamiento mucho más tiempo. «Son dos años de promesas por parte de la Universidad, pero nunca acaban de llegar y estas no son formas de trabajar», confiesa.

La aventura comenzó en mayo del 2009, tras una pequeña transformación en un laboratorio en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales. Sin presupuesto determinado y sin personal fijo, Antonio Laborda y Luis Miguel Fernández empezaron a incorporar animales a este particular museo. Ellos mismos se definen como «rescatadores de la biodiversidad oculta». «Adquirimos animales que han acabado sus días en zoos o en acuarios, los catalogamos, informatizamos sus datos y los restauramos con el firme propósito de que sean útiles para la investigación, la docencia y la divulgación», señalan. Y es que gran parte de la biodiversidad biológica que ahora tanto preocupa conocer y enseñar no se encuentra en los museos ni en los grandes centros de investigación. Está oculta.

Los primeros ejemplares procedían del Museo de la Fauna Salvaje, en Valdehuesa. De allí llegó la cesión más importante. Nada menos que 400 mamíferos y alrededor de 2.000 aves y Czule, en contraprestación, catalogó e informatizó todos los mamíferos incluidos en los fondos del museo (más de mil) para convertirla en una verdadera colección científica.

Ya en diciembre del 2010, hasta Czule llegó la Colección Murciego, compuesta por 15.000 mariposas, que el maestro nacional Francisco Murciego se encargó de recolectar e intercambiar con especialistas de todo el mundo a lo largo de su vida. Perfectamente colocadas en cajas de cristal, se encuentran ahora en fase avanzada de catalogación e informatización y, una vez concluido, se enviarán los datos a las redes mundiales de biodiversidad y ponerlos así al alcance de toda la comunidad científica.

En poder de esta comunidad se encuentra ya parte de la colección de escarabajos de cuevas que el profesor José María Salgado Costas donó a la Universidad de León al jubilarse: En total, cerca de 6.000 ejemplares en los que se incluyen 350 tipos, es decir, piezas sobre las que se ha realizado la descripción original de la especie.

Este ha sido parte del trabajo de Czule hasta ahora. Pero Laborda ya anticipa que, salvo por los condicionantes de espacio presupuesto y personal, sus fondos no tienen límites «ya que cientos, miles, millones de animales acaban su vida todos los días y sólo hay que buscar la manera de acceder a ellos para que su información no se pierda y pueda ser utilizada».

Todos estos animales componen la esencia de Czule, pero se están convirtiendo en un problema ante la falta de espacio. El almacén que les da cobijo está al borde de la saturación y la parte ‘sucia’ del trabajo, a través de la cual se conservan las piezas tras un proceso de cocción del esqueleto o del cráneo, por ejemplo, se realiza en unas condiciones que no son las más adecuadas. «El esqueleto íntegro de un tigre de bengala, de más de dos metros, se ha realizado utilizando una cocina de camping-gas y en una dependencia prestada y no lo suficientemente condicionada para esa tarea», explica Laborda.

Hay que tener en cuenta que esta cocción desprende unos olores que no son agradables y para los que se necesita unas instalaciones con las que, de momento, Czule no cuenta. «Si obtener un animal es sencillo para nosotros, el prepararlo, conservarlo, naturalizarlo, etcétera, tiene unos costes relativamente elevados y requiere para ello un personal específicamente preparado y estable que ahora mismo no tenemos», añade.

Además, para una óptima conservación se necesitan unas condiciones concretas de humedad y temperatura que tampoco tienen y cuyo impacto tratan de minimizar como pueden, abriendo ventanas o bajando la calefacción.

Mientras esperan que sus reclamos sean atendidos, al tiempo que van catalogando sus fondos, parte de ellos se exponen en dos salas que, separadas en función del origen de las piezas, tratan de dar una visión más cercana a todo el que desee conocer a estos animales un poco más de cerca.

En la primera de ellas, los mamíferos del mundo; en la segunda, los de Castilla y León. Sus puertas están abiertas a asociaciones, colegios, grupos de mayores o cualquier otro colectivo a los que ellos mismos explican los detalles.

Todos los animales son auténticos y en ellos se puede apreciar si están tratados con taxidermia antigua (con escayola y madera) o con procesos más novedosos que los hacen mucho más ligeros al llevar resinas sintéticas.

En total, los fondos de Czule pueden alcanzar en el mercado los dos o tres millones de euros, pero Laborda quita importancia al aspecto económico, aunque reconoce que existe un gran mercado en Internet de compra-venta en el que por un cráneo de tigre como el que tiene Czule se pueden pagar1.000 euros por un esqueleto de antílope los 3.000.

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