Diario de León

casa real española

Bodas de oro con sabor agridulce

El 14 de mayo los reyes de España conmemoran el 50 aniversario de su enlace; Un feliz recuerdo empañado por los últimos acontecimientos vividos

Momento del enlace entre el rey Don Juan Carlos I y Doña Sofía en Atenas el 14 de mayo de 1962.

Momento del enlace entre el rey Don Juan Carlos I y Doña Sofía en Atenas el 14 de mayo de 1962.

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inmaculada tapia
León

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Unas bodas de oro que ponen de manifiesto la lealtad, el sentido del deber y las obligaciones adquiridas con el cargo. No hay previsto ningún acto ni celebración especial y se espera que la conmemoración del 50 aniversario del enlace entre don Juan Carlos I y doña Sofía sea estrictamente familiar.

Las bodas de oro de los reyes de España son, este año, más señaladas que nunca, no solo por tratarse de un aniversario tan emblemático, si no por el cierto distanciamiento que se ha observado en el matrimonio en los últimos meses. Algunos comentarios poco acertados en público y el hecho de que Doña Sofía no regresara de Grecia mientras operaban al rey de una rotura de cadera, además del escaso tiempo que pasaron juntos la primera jornada que le visitó en el hospital, han hecho saltar los comentarios sobre sus desavenencias. «No hay nada que celebrar, sería un sarcasmo, pero sí que recordar algunas cosas buenas y otra malas», así de tajante se muestra el escritor y periodista Jaime Peñafiel, quien por su labor informativa ha seguido muy de cerca la vida y acontecimientos de las Casas Reales europeas y árabes y en especial a la española.

La felicidad que reflejaba en su rostro la pareja cuando el 14 de mayo de 1962, tras una boda católica en la catedral de San Dionisio y otra ortodoxa en la catedral metropolitana de la Anunciación de Santa María, salían del brazo y se exponían al sol de la capital griega era toda una realidad entonces. Comenzó, en aquel momento, la historia de una vida en común que no siempre ha estado llena de alegrías y que ha supuesto un arduo trabajo, con acontecimientos muy críticos al frente de la Jefatura del Estado, como el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Un momento en el que la pareja estuvo más unida que nunca.

Lo público y lo privado

«Los años de convivencia de los reyes de España por las informaciones que hemos ido recibiendo nos traslada una situación de normalidad de lo que son las relaciones de una pareja, en este caso más observadas por la labor que desempeñan», comenta Carlos Fuentes, director del Instituto Universitario de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela y vicepresidente primero de la Asociación Española de Protocolo. Fuentes mantiene que en los asuntos públicos Don Juan Carlos y doña Sofía han sido un ejemplo en «la forma de hacer y de trabajar juntos y de repartirse las altas funciones de la corona».

Por contra, Peñafiel, que ha vivido momentos únicos por su proximidad con los reyes como informador, señala que «todo matrimonio que ha vivido cincuenta años en común ha superado muchas crisis sin necesidad de recurrir al divorcio. Muchos se han quedado por el camino. Quizá ahora —los reyes— están en la peor crisis», y señala los problemas ocasionados por la investigación hacia las actividades privadas de yerno Iñaki Urdangarín, marido de la infanta Cristina, como uno de los desencadenantes, sin olvidar «que la convivencia mata la pasión y luego el amor».

Viajes, encuentros, inauguraciones momentos inolvidables de su vida que han sido seguidos y escrutados paso a paso. Un foco que poco a poco fue abriéndose paso hacia la vertiente más privada, en especial durante los últimos años, en los que las bodas de sus tres hijos y el nacimiento de sus ocho nietos han motivado una atención mayor hacia sus vidas.

«La vida de los monarcas no ha sido fácil en ninguna de las circunstancias que han vivido», comenta Carlos Fuentes, quien rememora momentos difíciles a los que se han enfrentado como las noticias sobre los atentados como el del 11 de marzo, «Como todos los matrimonios han pasado momentos felices y otros no tanto y si a eso se añade que tienen que sufrir también la preocupación de los asuntos públicos españoles… yo no quisiera ser rey para nada».

La reina siempre ha sido un apoyo callado, pero fundamental, de don Juan Carlos en el desarrollo y en la consolidación de la monarquía y la democracia en España. Ser hija de reyes y vivir en el exilio curtieron la personalidad de una joven reina que, además, tenía el cometido de ir inculcando a sus hijos la solemnidad de su posición sin perder la cercanía con el pueblo.

El aristócrata José Luis de Vilallonga, recogió en el libro biográfico El Rey una de las conversaciones que el escritor tuvo con don Juan Carlos donde el rey hace la primera referencia pública hacia su esposa, donde la define como «una gran profesional que lleva la realeza en la sangre». En un encuentro con periodistas norteamericanos a la reina le preguntaron si tenía diferencias con su marido a lo que ella contestó: «¿conoce usted a alguien que no discuta con su marido?».

Naturalidad y espontaneidad

Los reyes siempre han apostado por la naturalidad y por la espontaneidad en público. En eso don Juan Carlos es todo un experto. Y en más de una ocasión lo ha demostrado. Su modo de vida ya es todo un ejemplo. Eligieron vivir en el Palacio de la Zarzuela, situado en las afuera de su capital, en lugar de fijar su residencia en el Palacio Real. Un entorno rodeado de naturaleza y donde su reducido espacio permitía mantener una vida más familiar sin dejar de atender sus obligaciones de Estado.

La cercanía de la familia real a los ciudadanos se ha mostrado en otras ocasiones. Precisamente, en el último mensaje de Navidad, que se producía unos días después de que la Casa del Rey calificara de «no ejemplar» el comportamiento del esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarín, el rey consideraba «natural» que la sociedad reaccione cuando se producen «conductas irregulares» y subrayaba que cualquier actuación «censurable» deberá ser «juzgada y sancionada con arreglo a la ley».

‘Annus horribilis’

Pero justo un mes antes de la conmemoración de las bodas de oro de su matrimonio, en una declaración sin precedentes, fue el propio Juan Carlos I quien pidió disculpas a la sociedad española al tener que ser intervenido de una rotura de cadera, al desvelarse que se produjo durante un viaje privado a Botsuana, donde acudió invitado a una cacería. El rey reconoció su equivocación con una frase que quedará para la historia: «Lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir». Desde el punto de vista familiar todo parece indicar que este es el particular annus horribilis de la monarquía española. «Eso parece –dice Fuentes-. Pero creo que ha habido años más dificultosos no precisamente por cuestiones familiares». Aunque afirma que tras los últimos acontecimientos la institución «probablemente se ha sentido tocada, pero tiene capacidad para recuperarse», concluye Fuentes.

Sin embargo, Jaime Peñafiel defiende lo contrario. «Lo que hay es una crisis de familia», que aunque ya se sospechaba se ha puesto de manifiesto ahora y ha trascendido a la opinión publica «lo cual es imparable», dice. Un cincuenta aniversario agridulce.

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