Diario de León

Reyes de las exclusivas

UNA familia que no decae

siguen COTIZANDO AL ALZA. a pesar del paso de lOS años, los iGLESIAS-pREYSLER, reunidos EN LA BODA DE jULIO jOSÉ, dejaron claro que siguen dando mucho que hablar

Isabel Preysler posa para la prensa acompañada de sus tres hijos mayores en una imagen de archivo.

Isabel Preysler posa para la prensa acompañada de sus tres hijos mayores en una imagen de archivo.

Publicado por
Ricardo Albillos
León

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Julio José Iglesias, segundo hijo del famoso cantante, y Charisse Verhaert se casaron a pocos kilómetros de Madrid entre un gran secretismo: por medio, había una exclusiva pactada con la revista ¡Hola! —que al final otorgó gran notoriedad a este compromiso: ni más ni menos que cincuenta y una páginas dedicó al enlace—, y los cristales tintados mantuvieron el anonimato de muchos de los invitados.

Lo primero que originó extrañeza fue que algunos miembros de la familia no acudieran a tan señalada reunión. Se ausentaron el hermano del novio, Enrique; sus hermanastros —Miguel Alejandro, Rodrigo, Victoria, Cristina y Guillermo—, sus sobrinos, Alejandro y Sofía; así como su cuñado Christian Altaba, y la esposa de su padre, Miranda Rijnsburguer.

El enlace tuvo lugar en el palacio El Rincón, propiedad del marqués de Griñón, padre de Tamara, hermanastra del novio, y allí se dio uno de los más ansiados reencuentros de la prensa rosa: Julio Iglesias y la que fuera su mujer, Isabel Preysler, después de siete años sin verse y separados desde hace más de 30, volvieron a coincidir.

Las palabras de Preysler denotan la tranquila amabilidad que preside las relaciones entre ellos: «Afortunadamente, nos llevamos muy bien y todo transcurrió estupendamente». Ella ejerció de madrina por vez primera y deslumbró con un vestido de chiffon azul pavo, salpicado de paillettes en el escote y la cintura, creación del diseñador Miguel Mota.

Acudió acompañada de su esposo, Miguel Boyer, que se negó a posar en el reportaje y quien, según cuentan las crónicas, charló afectuosamente con el cantante Julio Iglesias. Ocho meses atrás, el que fuera ministro de Economía de uno de los gobiernos socialistas de Felipe González padeció una hemorragia cerebral, y esa fue la causa de que se retirara a descansar nada más terminar la cena, porque «se sentía indispuesto».

Y Preysler, omnipresente en cualquier crónica española de sociedad que se precie, dijo al respecto: «A Miguel le hace muy feliz esta boda, ya que en este caso ganamos una hija». Las crónicas también mencionan que no paró de llorar durante la ceremonia, hecho que completa el tono almibarado, dulzón, que debió envolver el enlace.

Por otro lado, Julio Iglesias y su hija mayor, Chabeli, que acudió sin hijos ni marido, se mostraron más unidos que nunca: ella abrazó largamente a su padre nada más llegar al palacete y así terminaron los rumores que hablaban de una complicada relación entre ellos.

El adalid artístico de Julio Iglesias, su hijo Enrique, no pudo asistir a la boda: tenía un concierto ineludible, pero hay quien apunta a que las relaciones con su padre no atraviesan un buen momento.

La novia vestía un traje de corte romántico cosido con encaje de Chantilly y velo de cuatro metros, creado también por Miguel Mota, y contó con la ayuda de dos excepcionales damas de honor: Tamara y Ana, sus cuñadas, a las que la novia quiere como «verdaderas hermanas», según contó a ¡Hola! .

Tamara lucía un vestido verde agua estilo años cincuenta y se encargó de llevar la cola del vestido nupcial hasta la capilla. Tras la ceremonia, Ana, muy elegante con un vestido corto de seda bordado en cristal y metal platino, relevó a su hermana en el papel de dama de honor y acompañó a la novia hasta el salón en el que se celebró la cena.

Todo lo que se pueda soñar

¿Qué se cenó?. Rollitos de salmón rellenos de queso, jamón serrano, piruletas de parmesano, tortilla de patata, ‘sushi’, lasaña de verduras y langostinos y merluza al pil-pil. La tarta nupcial tenía cinco pisos de bizcocho y crema de vainilla, y en el momento de cortarla Julio Iglesias Jr. sentenció en un tono entre romántico y soñador: «Charisse ha nacido para ser mi mujer, tiene todo lo que pueda soñar».

Tamara, en su papel de conciliadora de la relación amorosa entre los novios, les aseguró: «sois la pareja perfecta y vais a tener los hijos más guapos del planeta».

Después, la novia se retiró del salón de boda y se cambió de vestido, para embutirse en un atrevido modelo de fiesta con el que inauguró el baile, al son de la melosa canción She is got a way , de Billy Joel.

El número de asistentes fue prudente: solo hubo unos 60 invitados, pero este discreto número no deslució en nada la conjunción de dos de los más grávidos elementos de la sociedad española: Preysler e Iglesias. A la boda «no asistieron las amigas de Isabel Preysler», según explicaron fuentes próximas a la familia, aunque sí estuvo presente la marquesa de Santa Rita, madrina del novio y amiga de Isabel Preysler.

Entre el secretismo y la expectación se celebró el último encuentro entre Isabel Preysler y Julio Iglesias. Hacía siete años que no se encontraban. Esta ocasión, no obstante, fue propicia para todos: por medio, había una exclusiva periodística de medio millón de euros (unos 635.000 dólares), lo que sin duda contribuirá a la felicidad de los recién casados.

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