Diario de León
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enrique vázquez
León

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Según el esquema universalmente previsto, lo primero que hizo Berlusconi tras anunciar que ponía fin a la legislatura italiana, fue viajar a Milán y sostener en su residencia de Vía Rovati una larga reunión con Romberto Maroni, líder de la Liga Norte lombarda, cuyo antiguo jefe y fundador, Humberto Bossi, ahora en horas bajas, fue decisivo para garantizarle la estabilidad parlamentaria. Naturalmente contra un buen pago.

Y ahora, si algo no ha cambiado en Italia (un país que, sobre todo, se resiste al cambio) es que solo la connivencia culpable con un movimiento entre populista, clientelista y secesionista, puede devolverle al poder. En el Parlamento saliente el Pueblo de la Libertad, el invento berlusconiano, tiene 276 escaños (de un total de 630) y la Liga, 60, un tesoro. Es seguro que Berlusconi perderá muchos diputados pero puede el lector jurar que no tantos como las encuestas predicen.

Algún sondeo ha llegado a decir que más del 70% de los ciudadanos no quieren a Berlusconi en política… pero hay una inconfesable convicción de que volverá a tener muchos escaños, como si dispusiera de una especie de poder extrapolítico hecho a base de dinero sin tasa, televisión sin tasa y una encantadora disposición trasalpina para olvidar. Con todo, hay una esperanza racionalmente sostenible de que esta vez, probablemente el 24 de febrero, en la elección legislativa adelantada, ‘il Cavaliere’ no saldrá vencedor. Todo esto sucede por su voluntad y su descortesía: el país, a día de hoy, apenas entiende cómo ha podido dejar caer, con una maniobra inesperada (la ausencia en un voto de confianza al Gobierno) al Ejecutivo de Mario Monti, un economista competente que con la anuencia de casi toda la Cámara formó un Gobierno técnico hace casi un año y ha podido atenuar la crisis financiera, facilitar la financiación del Tesoro y poner en marcha iniciativas reformistas con una anuencia infrecuencia en Italia.

Monti sopesa quedarse en política y esta nota última debería alterar el diseño de Berlusconi, quien ha dicho ya que no le teme. Le llama algún comentarista «el dúo soñado». Y tal vez no le falta razón.

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