Diario de León

el fabricante de ideas

A Sasi nada se le resiste

Un accidente le dejó sin su brazo izquierdo, pero eso no ha impedido que isaac bermejo cree todo tipo de artilugios en su taller de mondreganes

Sasi, como le conocen en su pueblo y en los alrededores, posa con algunos de los artilugios y herramientas que tiene en su taller, donde arregla prácticamente de todo.

Sasi, como le conocen en su pueblo y en los alrededores, posa con algunos de los artilugios y herramientas que tiene en su taller, donde arregla prácticamente de todo.

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Cistierna

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Cada pueblo tiene sus curiosidades o sus personajes y eso es lo que pasa en Mondreganes, una localidad del municipio de Cebanico. Si preguntas por Isaac Bermejo, es probable que algunos duden, pero si hablas de Sasi hasta los más pequeños saben quién es.

Su casa es lugar de encuentro de vecinos y conocidos que necesitan arreglar cualquier aparato por muy singular que parezca. Tener sólo el brazo derecho no parece resultar un impedimento para Sasi, que sabe dar solución a casi cualquier cosa. Prueba de ello es la gran cantidad de aparatos que se ha fabricado —en los que ha grabado su nombre— y que ocupan los más recónditos lugares de su taller, situado en la planta baja de su vivienda.

Una de las cosas que más llama la atención es que se ha construido un ascensor casero hecho por él mismo. «Fíjate, este ascensor tiene algo que no tiene ningún otro —explica— tiras de esta palanca y baja él solo. Aquí nunca te puedes quedar encerrado».

Muchos de los componentes, como del circuito electromecánico del elevador son reciclados de otros aparatos eléctricos o motores; el resto los ha tenido que diseñar y fabricar él mismo. «Me falta un brazo, pero aún así lo he hecho yo solo», asegura.

El ascensor soporta 300 kilos, aunque a partir de los 200 sube más lento. Tiene un final de carrera y otro de seguridad. Coge una escoba para accionar el segundo pulsador de seguridad. «En el caso de que falle uno, tenemos este otro que es el general. Nunca puede fallar ni crearte un problema», añade.

Su última mejora es la colocación de una fotocélula en el interior de la cabina del ascensor para un encendido automático cuando detecte movimiento. «Está provisional porque no sé donde colocarla».

Tras varias pruebas, se ve una inscripción en una de las paredes interiores que recubre la cabina donde se lee 07/07/2012, la fecha que escribió un vecino para dejar constancia de esta singular obra que, según Sasi, aún no se acabado.

Bajamos a la parte inferior. Sube de nuevo el ascensor y nos adentramos debajo para ver todo el mecanismo que mueve la cabina. Me cuenta que cuando fue a poner los pulsadores de la cabina fue a León, «a una tienda que tiene de todo».«Le expliqué que era para hacer un ascensor en mi casa. Si ves la cara que puso. ¡Cómo que le estaba vacilando!. Me saca unos pulsadores que valían 12 euros cada uno. Me marche. Los hago yo y se acabó», relata.

Uno de los problemas que tenía con el ascensor era el golpe en el suelo en el momento que bajaba la cabina. Para solucionarlo, preparó cuatro agujeros para poner unos muelles. Salió un día para el corral y cogió un balón viejo de uno de los nietos, lo colocó en la parte del suelo del hueco de ascensor y «se acabó el problema. ¡Ya ves que cosa más simple!».

La idea

Todo surgió un día que le empezó a doler la rodilla y tuvo problemas para subir y bajar las escaleras que dan acceso a su vivienda. Fue entonces cuando se le ocurrió montar un ascensor. Varios de sus hijos le abrieron un hueco en el techo y, a partir de ahí, Sasi se puso manos a la obra. El tiempo libre que le proporciona estar jubilado y su ingenio le han servido para hacerlo con mucha minuciosidad. En unos meses tenía un ascensor propio. «No hay duda de que es una cosa cojonuda», señala orgulloso.

Buena parte de la vida de Sasi ha sido un ir y venir. Nació en Mondreganes, donde su padre tenía una fragua. Allí comenzó a trabajar hasta que cumplió 19 años y se incorporó a Cerámica de Cistierna. En un accidente, un camión le destrozó el brazo y se hizo fotógrafo. Más tarde se trasladó a Guardo, en Palencia, donde trabajó en la empresa Explosivos Río Tinto. «Hice de todo y hasta tuve en Guardo un taller de motos y bicicletas», explica el propio Isaac.

El tiempo siguió pasando y cuando le llegó la jubilación decidió comprarse una caravana. Con ella, recorrió Portugal, Francia y España. «Cuando me cansé volví a Mondreganes y construí esta casa, entera. Hice de albañil, fontanero, electricista, vamos ¡de todo!», enfatiza Sasi.

Relojes a pares

Otra de las curiosidades de su taller es que tiene una docena de relojes. Están hechos de madera, incluso su mecanismo. Solo tiene de hierro unos ejes y unas varillas. Van puntuales y no tienen nada que envidiar al reloj digital que tiene encima de la puerta de entrada a la vivienda. Señala que es más complicado hacer el toque de la hora que el sistema de agujas.

—¿Los relojes los vendes?

—No, esto lo hago para pasar el rato.

En sus explicaciones no se deja ningún detalle. Señala una cadena de uno de los relojes. «La dimensión es importante ya que si la cadena es más corta el reloj se adelanta y si es más larga se atrasa.

Para llegar a construir estos relojes —lo primero que llama la atención al entrar en su taller— primero fue necesario que le enseñasen un reloj de madera de un catalán relojero que tiene vivienda en Mondreganes.

—Me enseñó un reloj viejo de madera que creo que no habían funcionado en la vida. Cuando lo vi le dije: ¡Si esto lo hago yo!. Y por allí empecé el ‘telar’.

Su lista de inventos parece no tener fin. Muestra una máquina de hilar de apenas un metro. Se agacha y saca una máquina de afilar gallega construida en madera. Sin tiempo para apreciar los detalles, recurre a otro utensilio. «Esta máquina que estoy haciendo es una sierra de marquetería, para dibujar en madera y después cortar sobre el dibujo», explica. Sasi prosigue con sus explicaciones y dice que tiene un mecanismo eléctrico ya que para él la base de todo son los motores.

Está reconstruyendo un gran taladro que le trajeron de un desguace. Y es que está enfrascado en transformar varios artilugios a al mismo tiempo. A partir de un mástil y una polea que tenía el taladro ha ido añadiendo nuevas piezas y ya va tomando otra forma.

«Me saturo cuando estoy con un invento. Así que paro, lo dejo y empiezo otro nuevo», explica.

Coloca todo de forma abatible en la pared para aprovechar al máximo el espacio de su taller.

Más historias

Ahora le toca el turno a una sierra eléctrica con una mesa incorporada. «Hace cuatro años vino un amigo del pueblo que vive en Barcelona pero veranea aquí y me dijo que tenía que cortar unas tablas. Le propuse preparar una sierra y así empezó este nuevo invento», relata Sasi. Luego la perfeccionó con un sistema de iluminación. «Está hecho a partir de una radial. Está todo calculado», añade.

A partir de un carro de un motor de regar construyó una máquina de afilar con una piedra que el dieron en Almanza y un motor viejo.

Pero no solo se fabrica cosas para él mismo, que adapta a sus propias necesidades para que puedan ser usadas con su única mano, sino que los vecinos también aportan su granito de arena a esta gran fábrica de inventos. Ellos le traen los cuchillos. Sobre una mesa tiene varios. «Son de los vecinos. Les arreglo todo lo que me mandan y me gusta mucho hacerlo».

Cuando creo que ya habían terminado los inventos de Sasi me muestra unos candados que ha hecho él. A pesar de tener un solo brazo, le abre con total facilidad. «Hasta las llaves las he tenido que hacer».

—¿Qué es no que no haces», le pregunto.

—Hago de todo. Lo mismo me da que sea madera, hierro, eléctrico o mecánico.

—Tardaré más, pero trabajo igual con una mano, que si tuviera dos. Dice que siempre está para ayudar a la gente. «A nadie cobro nada, ¡que con los tiempos que corren!».

Oculto bajo la gorra que le cubre parte de la cara me nuestra muy preocupado cuando habla de la crisis, un tema que dice que siempre está en las tertulias de la gente cuando se junta para charlar y pasar el rato.

Él lo tiene claro. «Esto se arregla mal. ¿Qué más nos da que traigan dinero de Europa si están los ‘ladrones’ robando?. Lo que hay que hacer es quitar a los ladrones que en este país no se sacian de robar. ¡Cómo nadie va a la cárcel!», señala con resignación.

Tras esta reflexión Sasi hace una larga pausa y me lleva hasta el patio trasero de la casa. Allí hay una nueva máquina con la que corta la leña que utiliza en la chimenea. Está diseñada de tal forma que pueda utilizarla con una mano. Una palanca, en la parte bajera de la máquina, se acciona con el pie para sujetar los troncos de madera. Así, con su única mano, procede a cortar la leña y no se resiste a hacerme una demostración. «¿Has visto qué invento?», dice mientras corta uno de los troncos. «Está hecho a partir de una radial, con bajas revoluciones».

Volvemos al taller. Ha llegado la hora de terminar. Salgo de su casa convencido que Sasi se ha dejado algún invento sin mostrarme. Es como si estuviera hecho con toda la intención. Y se despide. «¡A ver si vuelves otra vez!».

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