Diario de León
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enrique vázquez
León

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El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, llega mañana lunes a Israel. No sería gran noticia si no se añadiera que es la tercera visita en 67 días que lleva en el cargo. Este récord se compadece mal con la afirmación de que «Washington no tiene un plan para la paz y, por tanto, no lo propone». Es sabido que el presidente Obama había «roto sus relaciones diplomáticas» —si vale decirlo así— con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a mediados del 2011. Desde entonces se anota una buscada frialdad y ausencia de presiones sobre Israel en procura de una solución sobre Palestina sobre la base de dos Estados creados desde el consenso internacional de las fronteras del 67.

Obama, que es un frío estadista cuando lo cree preciso, se decidió por esperar tres cosas: a) su propia reelección; b) las elecciones en Israel; c) la influencia que pudiera tener sobre el conflicto la dramática evolución regional suscitada por las primaveras árabes. Su reelección fue anotada como una desgracia en Israel, donde Romney recibió un tratamiento regio y recaudó grandes sumas para su campaña.

Obama se atuvo al guión y en su visita de marzo se abstuvo de decir algo que pudiera ser visto como una presión e hizo preceder su estancia de gestos visibles de apoyo a la potencia militar de Israel (como el sistema antimisiles ‘Iron Dome’), es decir, de compromiso con la seguridad del país. Ahí terminó todo y faltaba lo mejor: el discurso del presidente no a la clase política en el Parlamento, sino a jóvenes en un centro de convenciones.

Este es el escenario preparado por Washington y en el que, sin contrapartidas israelíes, seguirá y se profundizará la discrepancia entre las partes, algo que dudosamente pueden permitirse a largo plazo en Israel.

Los palestinos ya hacen su contribución: aplazan el tiempo preciso su plan (ahora que son miembros de la ONU) de llevar su caso, el de un país ocupado por otro, a Naciones Unidas y, eventualmente, al Tribunal Penal de la Haya. Su decisión de excluir todo recurso a la violencia es esencial para que el plan Obama, ese que no existe, funcione.

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