Diario de León

La habana

Encanto en decadencia

En la capital cubana el comportamiento de la gente es relajado. Quizá sus habitantes lo hagan de forma inconsciente en un intento por negar el paso de un tiempo que, aunque lento, avanza inexorable

Los habitantes de la capital cubana siguen librando una guerra por mantener su identidad.

Los habitantes de la capital cubana siguen librando una guerra por mantener su identidad.

Publicado por
Miguel García
León

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Enfocada al turista hasta el punto de concederle una divisa propia, se intuye en los cuidados recibidos en las zonas más enfocadas a ello, hasta qué punto la ciudad de La Habana está volcada totalmente en satisfacer al ‘Yuma’, que es como coloquialmente se conoce al turista en general y, originalmente, al estadounidense en particular.

No hay más que alejarse caminando del circuito turístico más utilizado para constatar cómo, paso a paso, los años se agolpan en las fachadas de una ciudad que libra tercamente su lucha contra el deterioro. Partiendo desde la conocida Plaza Vieja por la calle de San Ignacio, se puede comprobar, poniendo rumbo al Sur hacia el Centro Cultural ‘Antiguos Almacenes de Depósito San José’.

Es fácil apreciar la rápida degeneración en los inmuebles, la conversión de los negocios hacia bolsillos mucho menos profundos, y en general, la derrota anunciada ante la falta de recursos de esta batalla que se libra, desde hace varias décadas, por conservar lo que se tiene, en la pobreza y ante la ausencia de medios y reemplazos.

RUINAS HABITADAS

Y es en este punto cuando a uno le invade un extraño remordimiento al descubrir tanta belleza en este escenario, precisamente porque contiene esas grietas y desconchones y por sus coches antiguos casi desvencijados. Ese placer tan europeo que encontramos en estas ruinas habitadas, no porque no fueran bellas antes, sino porque su estado actual le confiere un encanto que nos hemos acostumbrado a emparejar a La Habana, hasta el punto que en nuestro ideario lo hemos hecho formar parte de su ADN.

El nuevo adoquinado (nuevo hasta el punto de que una parte del mismo aún se estaba instalando), las tersas paredes de colores pastel, las terracitas abarrotadas de turistas junto a los negocios de hostelería… hacen que en la Plaza Vieja por un segundo nos olvidemos de esta realidad.

DELICIAS GASTRONÓMICAS

También podemos hacernos los despistados cuando en cualquier restaurante te ofrecen ‘Langosta en mariposa o a la grilla’, una jugosa cola de langosta a la plancha con mantequilla, por poco más de doce dólares. Pero la sensación siempre está ahí, perdurando incómoda, susurrando otra realidad. Lo notas cuando el acompañamiento del plato principal son unos plátanos rebanados fritos (también conocidos como «maduros») y arroz moro (con frijol negro).

Retomando los rumbos por la calle de San Ignacio, llegamos a las puertas de esa antigua nave de puerto, ahora convertida en contenedor de artesanías, que es el depósito de San José.

Allí se pueden encontrar todo tipo de recuerdos: desde las matrículas de coche; a esculturas de madera talladas a mano; o gorras de ‘Los Industriales’ (el equipo local de baseball, el deporte estrella en Cuba) y vestidos típicos.

CARROS DE OTRAS ÉPOCAS

‘Almendrones’ es como se conoce a los llamativos autos clásicos que circulan por la Habana: son Cadillacs, Chevrolets, Oldsmobiles, Buicks… la lista es extensa, casi más que los años con los que cuenta la mayoría de estas piezas de coleccionista de los años cincuenta, que ruedan con atemporal normalidad por las calles de la ciudad. Cuidados con mimo por sus dueños y empleados casi exclusivamente con el uso de taxi, estos coches conservan poco más que la carrocería de los modelos originales.

Enfocada en el turismo y sostenida casi principalmente por él, defendiéndolo hasta el punto de garantizar niveles de seguridad en la calle que no creeríamos posible ni siquiera en las grandes urbes del primer mundo, la ciudad y los habitantes de La Habana siguen librando una guerra por mantener su identidad y su patrimonio frente al paso de los años y las diversas circunstancias que detuvieron el reloj hace varias décadas.

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