Diario de León

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Tomsk, la ciudad pujante de rusia

es un corazón de madera aislado del resto del mundo por la impenetrable taiga. Por azares del destino, esta urbe ha conservado casi intacto el legado zarista, plasmado en sus miles de palacetes

Las casas, construidas en su mayoría en el siglo XIX, albergan viviendas y comercios, entre otros.

Las casas, construidas en su mayoría en el siglo XIX, albergan viviendas y comercios, entre otros.

Publicado por
Ignacio Ortega
León

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Dicen los historiadores que la burguesía comerciante local rechazó conscientemente la propuesta de que el ferrocarril transiberiano tuviera parada y posta en Tomsk. A primera vista, esta decisión podría parecer un error, ya que significaba dar la espalda al progreso y acrecentar el aislamiento de la ciudad. No obstante, a la larga esto no fue sino una bendición ya que, mientras las grandes urbes industriales soviéticas se han estancado, a día de hoy Tomsk es el principal centro universitario y de investigación de toda Siberia, y cuenta con una de las economías más pujantes de la región.

La madera siempre ha sido el más asequible material de construcción en Rusia, pero con la llegada de la modernidad fue sustituida por el ladrillo. Con todo, en Siberia la tradición resistió los embates del progreso en un intento de mantenerse fiel a los orígenes y en paz con el entorno natural.

En Tomsk, ciudad de más de medio millón de habitantes bañada por el río Tom y que estuvo cerrada para los extranjeros hasta 1991, las casas construidas en su mayoría en el siglo XIX albergan actualmente viviendas, comercios, oficinas, bufetes de abogados, consultas de médicos y dentistas, museos e instituciones oficiales.

PARA HISTORIADORES

Las casas fueron diseñadas en diferentes estilos (barroco, modernismo, gótico y ecléctico) y colores, y sus tallados y arabescos desafían la imaginación, en lo que parece que fue una abierta competición entre los comerciantes de la ciudad, que se gastaron auténticas fortunas en el empeño. La más genuina de las calles de Tomsk es la que fue bautizada en honor al padre del anarquismo, Mijaíl Bakunin, que estudió durante varios años en la ciudad.

La calle, que tiene apenas 700 metros, traslada de inmediato al visitante al siglo XIX, una época en la que el principal medio de locomoción eran los carruajes tirados por caballos. No es un decorado de cine, ni un museo al aire libre, sino una hilera de viviendas de madera con jardín donde están aparcados los coches de sus residentes. De hecho, aún se conserva en decentes condiciones la calzada de adoquines y cantos rodados por donde debieron pasar los primeros carros de la ciudad.

Como excepción a la regla, la calle incluye la única iglesia católica de la ciudad, que fue cerrada en 1937 y reabierta tras la caída de la URSS en 1991. «Bakunin es nuestra primera calle, donde arrancó la historia de Tomsk. Allí restauraremos todas las casas sin excepción. Tampoco son tantas, sólo 17. También repararemos el adoquinado», destaca el alcalde.

Con todo, la que esconde el mayor número de joyas arquitectónicas es la calle Krasnoarméiskaya. El emblema de la ciudad es la Mansión con Pájaros de Fuego, en alusión a las figuras de las estilizadas aves que adornan su tejado. El palacete, que fue restaurado con ocasión del 400 aniversario de la ciudad en 2004, ya que estaba a punto de derrumbarse, incluye puntiagudas torres, aristocráticos frisos y dinteles, y una majestuosa buhardilla que le da un aspecto entre señorial y embrujado.

EL SUSTO DE CHÉJOV

Al otro lado de la calle se encuentra la misteriosa Casa con Dragones, el nombre coloquial que le han dado los habitantes de la ciudad a los extraños animales que la adornan, mitad caballo, mitad reptil.

De clara influencia escandinava, ya que a los vikingos siempre les gustó colocar cabezas de dragón en sus casas y barcos, esta mansión tiene un aspecto muy austero y más parece un castillo o incluso una iglesia protestante. En realidad, el edificio recubierto por troncos alberga actualmente una clínica.

La visión de estos auténticos palacetes de madera no salvó al legendario escritor ruso Antón Chéjov de un buen susto cuando llegó a la ciudad en 1890. Estuvo a punto de ahogarse en el río, por lo que posteriormente echó toda clase de pestes contra esta urbe.

Los habitantes de la ciudad erigieron en honor al literato el monumento más popular de la ciudad en el malecón del río Tom. Se trata de una figura caricaturesca de Chéjov con gigantescos zapatos que es abrazada cariñosamente por todos los turistas.

La tercera joya de la arquitectura siberiana de la ciudad es la Casa con Cúpula. Una encantadora mansión de estilo campestre, con una sola planta y con una torre octogonal coronada por una techumbre piramidal que se ha convertido en una de las tarjetas de visita de Tomsk.

El primer astronauta de la historia, Yuri Gagarin, presta hoy su nombre a la antigua calle de la nobleza, que como su propio nombre indicaba alberga desde el siglo XIX auténticos palacetes, donde residían los principales representantes de la burguesía local y, en contadas ocasiones, de la aristocracia.

Dos majestuosas mansiones reconvertidas en viviendas particulares atrapan la atención del visitante en el número 36 y 44, aunque la más original es la conocida como casa del cazador, cuya fachada está hecha de troncos y que parece sacada de un cuento de hadas.

Los turistas están de enhorabuena, ya que el Ayuntamiento ha prometido que en un plazo de dos años en la calle Gógol se habilitará como hotel un complejo de casas de madera e interiores históricos. Es decir, el visitante no sólo podrá pasear por las calles de madera de Tomsk, sino vivir en uno de sus palacetes siberianos.

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