Diario de León

valdespino de somoza

Ingenio ecológico

No se pagan cuotas y está abierto 24 horas y 365 días al año. Es el gimnasio ecológico de Manuel de Arriba, un maragato que a base de negrillo y artículos reciclados ha construido 70 máquinas deportivas

El gimnasio cuenta con toda serie de máquinas deportivas. Desde bicicletas estáticas a pesas. Eso sí, todo hecho a base de material reciclado y madera de negrillo.

El gimnasio cuenta con toda serie de máquinas deportivas. Desde bicicletas estáticas a pesas. Eso sí, todo hecho a base de material reciclado y madera de negrillo.

Publicado por
Ana G. Valencia
León

Creado:

Actualizado:

No se pagan cuotas, ni se necesita luz ni agua. Tampoco cierra, ni por festivos ni los domingos. No se precisa de dietas milagros ni rutinas exclusivas para estar en forma. Valdespino de Somoza, un bonito pueblo de La Maragatería, tiene un reclamo, donde la maña y el ingenio sustituyen al dinero y donde el negrillo, el olmo de la zona afectado por la enfermedad de grafiosis, es la estrella. Pero además, nada se tira, desde una nevera vieja a cuerdas, pasando por cadenas, ruedas, bicicletas o lavadoras todo forma parte del encanto y la esencia del gimnasio ecológico ‘Lumen’, que significa luz en latín.

El alma mater de esta idea, que ya cumple más de una década desde que comenzó a fraguarse, es Manuel de Arriba Ares, un maragato que cuando regresó de Argentina decidió comenzar a entretenerse haciendo máquinas ecológicas de gimnasio. «Cuando llegué no tenía trabajo y me contaron la historia del negrillo. Me impresionó y cuando salía a correr o a pasear por el pueblo veía los troncos de árboles afectados por la grafiosis. De ahí surgió la idea. Así me entretenía y además me ejercitaba». Dicho y hecho, desde que el gusanillo de hacer un gimnasio artesanal y natural le picó, Manuel ya ha construido cerca de 70 máquinas, que están instaladas en un antiguo tejar del Valdespino. Algunas son copiadas de los gimnasios y otras inventadas. La peculiaridad es que todo está reciclado, hecho a mano y con la base de madera. Sin embargo cada aparato tiene su explicación para su correcto uso. «A veces los vecinos y los niños me dan cosas que ya no utilizan, que bien guardo para repuestos o para idear qué puedo hacer». Porque el gimnasio no es sólo construir las máquinas, es también su mantenimiento. El número de horas que este profesor de Educación Física ha dedicado a su gimnasio natural son incalculables. «Si algún día me marcho, las máquinas volverán de donde nacieron, la naturaleza», asegura.

Pero además de este trabajo altruista y manual, el gimnasio también tiene un fin educativo, el valor del reciclaje, de que todo tiene una segunda oportunidad. Y lo cierto es que se entiende cuando se ve el templo de la madera y el metal que ha levantado Manuel. Un gimnasio que, como bromea su creador, «lleva solarium incorporado. Aquí en verano a la una de la tarde se te achicharran hasta las ideas, pero sales con muy buen color».

Para hacer cada una de las máquinas del gimnasio ecológico, este maragato sigue algunos pasos. Primero hace un boceto en papel y después sin ayuda de herramientas eléctricas va encajando cada uno de los materiales reciclados en un viejo taller que tiene en su casa. «Incluso, los agujeros para encajar las piezas están hechos a mano. Mis herramientas son un hacha, una sierra de las de toda la vida y una barreno para agujerear». Y es que el único dinero que se ha gastado para hacer las máquinas «es el invertido en la compra de algunos clavos», reconoce Manuel, quien presume de que su idea ya ha hecho las veces de escenario para una película.

«El gimnasio surgió de manera altruista. No busco enriquecerme ni depender de él», apunta el profesor, que sabe que su ingenio ha aportado otro reclamo a Valdespino de Somoza. «Es curioso porque igual te encuentras a paisanos de 90 años que a niños de nueve», afirma el creador, que además asegura que «en verano lo utiliza mucha gente».

Lo cierto es que el gimnasio y el dueño presumen de detalles. Las mancuernas están hechas de diferentes materiales según el peso, para ejercitar los músculos, calderos con piedras y para hacer pierna, bicicletas estáticas que un día anduvieron por las calles. Para frenar las ruedas. Manuel las ha anclado al suelo con madera y las ralentiza con otras ruedas más pequeñas, como por ejemplo de patín. Para levantar pesas la camilla es una nevera vieja que hasta cuenta con inclinación para la cabeza y para hacer otros ejercicios, desde una cocina antigua a una lavadora estropeada hacen de soporte. «La base de las máquinas son las poleas, con ellas hasta se puede mover el mundo», bromea Manuel, que ahora ya no puede aumentar más su gimnasio por falta de espacio en el antiguo tejar. «Lo mantengo cuando vengo a Valdespino, lo adecento, e incluso lo tuve que cercar porque entraban algunos animales», explica.

A la entrada del gimnasio, al que se accede por un puente de negrillo, hay una hucha para colaborar, aunque es opcional, reconoce este maragato que vive a caballo entre su pueblo y Astorga. Manuel también ha aprovechado su idea para llevar excursiones de niños y explicarles el valor del reciclaje.

Ahora, entrena a varios equipos de diferentes edades y modalidades deportivas. Y es que este maragato, que vivió 30 años en Argentina, lleva el deporte y la actividad física en las venas. Esta pasión unido a la herencia artesanal de su abuelo, que era carpintero, y a las dotes de su padre, albañil, han hecho en Manuel una suma perfecta que se ha plasmado en el gimnasio ecológico ‘Lumen’.

tracking